Justicia divina. Breve reflexión.

14 octubre, 2021 , ,
"Sodoma y Gomorra en llamas" por Jacob de Wet II, 1680 - Foto: Wikipedia - Dominio Público

Dr. Natalio Daitch

Los castigos divinos.

La Torá alterna subidas y bajadas, caídas y resurrecciones, tanto en la vida de los individuos como en la existencia de la nación judía y los demás pueblos. Siempre que hay un castigo encontramos una causa, aunque en ocasiones el nexo entre ambos fenómenos no resulta tan claro de ubicar. Incluso puede haber un espacio temporal ciertamente prolongado reitero en esa dupla o relación «causa-efecto».

Los castigos de Hashem son justos para el creyente, pero en ocasiones el precio a pagar resulta demoledor para la condición humana.

El profeta Isaías, a modo de atalaya (torre que permite desde un lugar elevado poder visualizar una gran extensión de terreno y avisar con tiempo de cualquier peligro), al igual que los otros dos profetas mayores y todos los otros denominados menores, en razón de la cantidad y puede calidad de las profecías reveladas, entran en sintonía con ese famoso dicho «el que avisa no traiciona».


El diluvio y Sodoma y Gomorra.

El castigo no solo según la Torá es justo, y, además, D’os utiliza en cada caso el castigo apropiado y con el elemento acorde al pecado cometido. Caso de la perversión sexual de la humanidad y de los animales, que es ahogada con el elemento agua, ya que el agua corre por cualquier lado cómo funciona el deseo desenfrenado, y por otro lado el orgullo hipertrofiado que anida y se nutre de un ego inflado, va a ser aplastado por el elemento fuego que tiene esa característica de «prenderse, aumentar y elevarse».


Humanidad e Israel.

Dado que el judaísmo cree que D’os es el único D’os no solo del pueblo judío, y entonces el reprende a la humanidad en general y al pueblo de Israel en particular. Y esto se encuentra narrado muchas veces en la biblia hebrea, en el Pentateuco como así también los profetas (nevi’im) y escritos (ketuvim).

Esto lo explica claramente el Rabino David Altschuler de Paga (1687-1769), popularmente conocido por su comentario como Metzudat David, y sobre el versículo arriba citado se explaya: » Yo D’os soy el que incita al enemigo contra ti para castigarte y yo también soy el que lo derrota y lo obliga a hacer la paz contigo».


Ver en la oscuridad.

No cabe duda que la Torá es el modelo, y toda la historia humana posterior es su repetición, solo con ciertos cambios o maquillajes que varían de época en época y de generación en generación.

Muchos pueden ver una línea roja, en ocasiones invisible para la mayoría de los humanos, que une al pecado, yerro o equivoco con su castigo, en muchos casos con la intención de lograr una rectificación individual o colectiva e incluso histórica.

En el caso especial del pueblo judío, siendo que la historia nos muestra una cadena interminable de persecuciones, destierros y genocidios, solo podemos pensar en palabras como depuración, rectificación, expiación o tikún (arreglo). O simplemente castigo y en ocasiones aniquilación.

La relación asimétrica entre Hashem y el hombre, siempre nos pone dudas acerca de la proporcionalidad y lo adecuado de la reacción divina en su rigor que a modo de tsunami desbastador, marca a fuego la memoria de los hebreos de todos los tiempos.


El destructor.

Si el destructor es un ángel (de la muerte) o emisario para castigar a los humanos o si se trata de D’os mismo, es un punto que realmente se evidencia cuando en la primera Pascua en la última plaga o la muerte de los primogénitos en Éxodo 12: 23, se habla de un «destructor» que pasaría a ejecutar dicho castigo, y nos queda picando si es un emisario o el Todopoderoso en persona quien se ocupará de liberar a los hebreos de la esclavitud egipcia.


Relación Padre-hijo. Reflexión final.

La existencia humana no siempre es alegría, y tampoco es siempre desgracia o tormenta. Si pudiéramos definirla se trata de una mixtura. Que evidencia en muchos casos una clara alternancia. Tal como nuestro corazón tiene dos partes donde uno podría ubicar coexisten las alegrías y las tristezas.

Pero si continuamos leyendo Isaías, vemos que al final, tal como un Padre se enoja o reprende o se distancia (o aleja) de su hijo, en el fondo y al final de todo, y al final de todo el capítulo de la historia humana, de igual forma que la condición de padre y de hijo sea terrenal o celestial nunca se altera, solo el vínculo transitoriamente, pero la Sabiduría divina nos fija que esto es solo temporal, ya que el objetivo último es el aprendizaje humano bajo diversas circunstancias, y posibilitar un reencuentro filial mucho más íntimo, definitivo y total.

Y claramente deja traslucir que debajo del rigor sigue habiendo amor, y obvio nos los hace saber en Isaías 54-17: «Ningún instrumento fijado prosperará contra ti, y toda lengua que se levante al juicio contra ti, tú condenarás: esta es la herencia de los siervos del Eterno, y su rectitud procede de Mí, afirma el Eterno».

Para concluir, pese a no siempre poder comprender, el rigor divino oculta una bondad que la mente humana no siempre consigue alcanzar. Y el amor de Hashem por nosotros, y el nuestro por Él constituye nuestro último bastión. La esperanza final y total, y eterna que el amo del mundo siempre busca nuestro bien, y nos envuelve y nos acoge, y que su promesa a los Patriarcas es eterna y nunca cambiará.

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