Elías Farache S.
En escasos 74 años de independencia se ha colado en la lista de países más avanzados del mundo, a pesar de las amenazas ciertas a su existencia. Desde hace casi un año, Israel intenta una forma de gobierno ejecutiva basada en una pluralidad extrema de sus componentes. Está la derecha que no había creído en concesiones territoriales, aunque las hubiera hecho en el pasado. Está la izquierda que apoya la tesis de territorios por paz. Están partidos comprometidos con una agenda social muy liberal, la misma que se opone a ciertos parámetros de la llamada derecha y, por supuesto, de los partidos religiosos que no hacen parte de la coalición. Y está un bloque árabe que no considera la validez de un estado judío.
Esta coalición, fundamentada en el principio de la necesidad de unidad para enfrentar los retos del Israel actual se la ha pasado de crisis en crisis, y funcionando en forma consuetudinaria, pero a veces errática. Ante la realidad imperante, no se puede negar que el esfuerzo de gobierno ha sido monumental y que el país con todas sus dificultades funciona. Claro, siempre se puede aspirar a más. Como siempre ha de señalar la oposición de turno a cualquier gobierno de turno.
A pesar de que el elemento que une a la coalición de gobierno es la determinación de sus componentes de impedir a toda costa el regreso de Benjamín Netanyahu a la primera magistratura, no se pueden obviar las buenas intenciones de los gobernantes en tratar de servir al país y resolver sus problemas. En condiciones por demás adversas.
Una cosa es estar juntos y otra revueltos. Existen posturas que no pueden coexistir porque son mutuamente excluyentes. La gente de Raam, liderada por Mamsour Abbás, se niega a dotar a los soldados israelíes de un monto de beca o soporte, por principio. Es evidente que el señor Abbás, con todo y el esfuerzo que le significa sentarse en una coalición de gobierno en representación de árabes israelíes, no está de acuerdo con las Fuerzas de Defensa del Israel, ni con la concepción de estado judío. El último miembro de la Knéset, del partido Meretz, que renunció y se devolvió al momento de escribir esta nota, Rinawi Zoabi, es la nominada a ser cónsul de Israel en Shangai. Pero no cree en el estado judío, no respeta su himno ni la bandera del país. Su presencia en la coalición es imprescindible.
En las últimas semanas, la cantidad de atentados contra ciudadanos israelíes ha sido espeluznante. Tanto aquellos que se llevaron a cabo como los que fueron evitados. También han sido duros los enfrentamientos de fuerzas de seguridad en enclaves palestinos. Un gobierno como el actual cumple su tarea en condiciones realmente difíciles desde lo interno, sin contar con la injusta opinión pública internacional que no atisba ninguna imparcialidad, y menos, alguna solidaridad.
Bennett y Lapid están en la cuerda floja. Pueden permanecer mucho o poco tiempo más en esta maniobra de equilibrio extremo. Juzgando para bien, como nos señala el Tratado de los Padres, el Pirkei Avot, han hecho y hacen un sublime esfuerzo por lograr la representación y representatividad de casi todos los sectores de la sociedad israelí con sus profundas diferencias. Mantienen juntas a muchas personas con ideas diferentes, pero al revolverse, necesariamente entran en conflicto.
El mundo palestino y buena parte de los adversarios de Israel no han aprovechado las condiciones que suponen el gobierno Bennet-Lapid. Eran y son momentos de compresión, de dejar posiciones extremas y estériles, de tender una mano sino amiga, al menos no beligerante. Nada. Gaza con Hamás, la Margen Occidental con Abu Mazen y Al Fatah, han arreciado en sus posiciones, en el apoyo a atentados, la celebración de ellos, el homenaje a los perpetradores. En tratar de romper la paz de Jerusalén. Cuando en Israel se ondean banderas palestinas y se teme izar en una manifestación las banderas de Israel, algo está bastante mal.
Israel no se merece una elección tras otra, sin que se llegue a un gobierno estable. Tampoco se merece un gobierno atado a siete ideologías encontradas que le restan la dinámica necesaria para ejecutar las mejores intenciones que seguro tienen todos o casi todos.
El error no es estar juntos. El error es estar revueltos.