Madres y niños judíos caminando haci - Foto: Fotógrafos de las SS E. Hoffmann y B. Walter Museo del Holocausto Yad Vashem - Dominio Público - Wikimedia

«En su mérito, que los dispersos de Israel vuelvan a su posesión; y que los santos sean un recuerdo eterno: su justicia delante de Tus ojos. Que lleguen a la paz [y] descansen en sus lugares de reposo. Y digamos Amén».

«Recuerda, Dios, las almas de todas las congregaciones en el exilio de Europa, que fueron elevados a la pira durante los años del Holocausto, 5700-5705. Seis millones de hombres y mujeres, niños y niñas, jóvenes y doncellas, ancianos y bebés, que fueron exterminados y masacrados con terrible crueldad y exterminados, mediante asesinatos masivos en sus lugares de residencia, en ciudades y en aldeas; y el resto transportado a campos de concentración y ultimado con terribles y extrañas formas de matar y reducido a cenizas en los hornos de fuego de los terribles campos de exterminio», recitamos en su memoria en las sinagogas, tratando de poner en palabras un homenaje a las víctimas de la Shoá, sabiendo que no existen términos que pudieran comprehender la terrible tragedia, ni poetas ni pensadores que puedan describirla.  No hay palabras. Queda solo el llanto y la memoria.

Quizás tuviera razón el Rav Joseph B. Soloveitchik, cuando después de citar una endecha redactada para Tishá Beav lamentando las Cruzadas, afirmó que no estamos autorizados a agregar más días de duelo y se opuso a instituir Iom Hashoá como un día especial de congoja y recuerdo por el Holocausto. Traigo su opinión viendo la proliferación de actos de recuerdo que se organizan en el mundo entero el día 27 de enero, en el que se conmemora la liberación por las tropas soviéticas del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau en 1945; después que la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamara oficialmente esa fecha como el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.

Me ha tocado participar en Europa en varios de esos actos, todos iguales, todos calcados, todos desprovistos de sentimiento, llevados a cabo para cumplir una disposición a la que las autoridades, generalmente municipales, se reúnen con personal acarreado y alumnos de algunas escuelas para leer textos escritos por quienes no tienen la menor idea de lo que sucedió. E incluso, ser también testigo de la oposición abierta de algunos municipios de hacerse presentes en las ceremonias.

Ciertamente, la resolución de las Naciones Unidas, tuvo buenas intenciones, pero, desde su establecimiento, el antisemitismo en los países en los que se conmemora, crece sin detenerse y sin disimulo, pasando del sentimiento a la acción.

En paralelo, quizás descontando los mensajes que se suben a los medios de comunicación digitales y que circulan fundamentalmente entre judíos, no hay conmemoración que convoque a las familias y a las comunidades con asistencia de quienes deberían estar al frente de la lucha por el recuerdo del crimen, el respeto a las víctimas y la condena total y absoluta a quienes rescatan los valores del nazismo.

El día pasa como uno más. Como uno menos. Sin trascendencia. Sin protesta. Sin voz.

Hace poco más de dos años la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE describió una situación en la que tanto sinagogas como escuelas judías requieren de protección especial; en la que abundan los «comentarios de odio» en internet, en los medios y en la política; y de discriminación en el trabajo y la escuela. El reporte dice que el abuso antisemita se ha vuelto tan común que la mayoría de las víctimas ya no se molestan en denunciar los incidentes. Otros hallazgos fueron que 89% de los 16.395 judíos encuestados consideran que el antisemitismo en internet es un problema en su país. 28% dijeron haber experimentado alguna forma de acoso por el hecho de ser judíos en los últimos 12 meses; un 2% fue agredido físicamente; 47% se dijeron preocupados por la posibilidad de ser víctimas de insultos o agresiones verbales antisemitas durante los próximos 12 meses; 40% dijeron lo mismo sobre la posibilidad de agresiones físicas; 34% han evitado asistir a actividades judías, al menos ocasionalmente, por temores vinculados a su seguridad; 38% han considerado la posibilidad de emigrar durante los últimos cinco años, también por temores vinculados a su seguridad. Un escalofriante 95% de los judíos franceses consideran que el antisemitismo es un problema bastante serio o muy serio.

Más de un 80% de los encuestados también identificaron el antisemitismo como un problema grave en Alemania, Bélgica, Polonia y Suecia.

No es necesario agregar estadísticas de lo que se siente en Latinoamérica ni en España a los lectores de Aurora, ya que conocen la situación de primera mano.

Pese a lo expresado, siento que Iom Hashoá, debe seguir en su fecha especial por lo menos en las comunidades judías y en Israel.

Que ese día debe ser cuando se reflexionen profundamente las causas del antisemitismo y del racismo de todo signo y origen y que las formas de hacerlo deben cambiar para poder llegar a la mayoría de las personas sensibles, después de prepararlas debidamente para ese momento.

La generación de testigos sobrevivientes se está extinguiendo y quienes deniegan los crímenes encuentran eco cada vez mayor.

Somos los judíos junto a las personas éticas de todos los credos y naciones quienes debemos enfrentar la desidia y la indolencia de las masas y levantar en alto las banderas de solidaridad con las víctimas y de condena y lucha activa contra los antisemitas y racistas que aparecen en todas las naciones, antes que vuelvan a convertirse en una masa con suficiente poder para intentar repetir sus acciones.

Solo así podremos sentir nuestra conciencia tranquila de haber estado a la altura de la hora.

Simja-Bunim Shayevitch escribió “Lej-Lejó” un poema con las siguientes palabras a su hija de cinco años, que habla por sí mismo:

«Y ahora, Blimele, hija mía,
apaga tu alegría de niña,
el río plateado de tu risa. Nos prepararemos
para el camino desconocido.

No me mires curiosa
con esos grandes ojos marrones,
y no me preguntes por qué y para qué
tenemos que dejar nuestro hogar…

Ponte las medias abrigadas
que tu madre remendó anoche
mientras cantaba y reía,
sin saber que esa sería
su última risa alegre,
como la vaca que muge y no imagina
la navaja en la mano del matarife. […]

Y ahora, Blimele, hija mía,
no me sonrías con esos dientes blancos.

Abandonar nuestra casa
es todo el tiempo que nos queda. […]

Y aunque eres una niña pequeña
y quien enseña la Torá a su hija
es un hombre indigno
que le enseña un pecado,
ha llegado el día amargo
en el que debo enseñarte,
mi niña, la horrible sección “Lej-Lejó”.

Pero ¿cómo puede compararse esa orden
al sangriento lej-lejó de hoy?

“Y Dios dijo a Abraham:
Vete de tu tierra.”

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