James Joyce – Una bofetada a la hipocresía puritana

16 agosto, 2017 ,

Joseph Hodara

Juzgo que no existe un escritor tan ampliamente elogiado y tan raramente leído como James Joyce.
Disparidad que algunos críticos explicarán señalando el grueso e inalcanzable volumen de algunas de sus obras -por ejemplo, algo más de 800 páginas de su Ulises o las caprichosas aventuras y vivencias de Stephen en el Retrato del artista adolescente. Circunstancias que en estos días -que apenas invitan a la lectura de libros excesivamente densos o complicados- algunos excusarán. Postura que juzgo lamentable.
Joyce fue uno de los primeros escritores en el siglo XX que resolvió insubordinarse contra el hueco puritanismo que dominaba a la literatura europea -con felices excepciones- hasta su tiempo. Palabras que se consideraban “groseras», descripciones de experiencias humanas sensuales y sexuales adversas al puritanismo victoriano, y el malabarismo gramatical a fin de encontrar la sentencia más justa: circunstancias que caracterizaron sus creaciones y cambiaron los rumbos de la literatura.
La ciudad donde nació -Dublín- es el escenario de la mayoría de sus relatos, a pesar de que en esta ciudad vivió pocos años. Escribió: “tengo la suerte de haber nacido en una ciudad bastante grande para ser una capital europea, y, a la vez, lo bastante pequeña para ser comprendida”…
Nació en febrero 1882 en un tranquilo suburbio de la ciudad. Contó quince embarazos en su madre que dieron lugar a 10 hermanos. La música -en particular la ópera- formó parte integral de la vivencia hogareña. Y también el excesivo consumo de alcohol que desbarató con frecuencia la vida familiar y habrá de conducir, al paso del tiempo, a un grave quebranto económico. Inclinación que también afectó a Joyce en varios tramos de su vida.
En su Retrato del artista adolescente describe al padre: “Tenor, actor amateur, político gritón, pequeño inversor, bebedor, cuentista, buen tipo”…
Desde la temprana adolescencia fue cautivado por las prostitutas que abundaban en la ciudad.
Experiencias que explicarán la desbordada sensualidad de su ánimo y lenguaje. Llegó a Paris en 1902 con la intención de estudiar medicina. Pero la falta de recursos le obligó a desistir de esta intención. Ninguna ayuda pudo recibir de sus padres gradualmente empobrecidos por repetidas quiebras en sus negocios. Poco tiempo después su madre fallecerá.
En 1904 conoció en Londres a la mujer que estabilizará su vida. Nora Barnacle, mujer sencilla y casi analfabeta que, sin embargo, atinó a encender sin tregua su sensualidad. Fue leal compañera y madre de sus dos hijos. Formalmente se casará con Nora veinte años más tarde.
Ciertamente, los convencionalismos nunca presidieron sus vidas. De Londres se trasladaron a Triestre donde Joyce empezó a trabajar en una de las filiales de la escuela Berlitz. Allí escribió Dublinesses -traducido al español por Guillermo Cabrera-Infante- relato que fue rechazado por varias decenas de editores a causa de su desenfadado estilo. Al fin mereció ser publicado en 1914.
Ulises -el relato que lo hará célebre- refiere los hechos que habrían ocurrido el 16 de junio de 1904. Para explicar sus intenciones le escribe al crítico italiano Carlos Linati: » Es una epopeya de dos razas (la israelita y la irlandesa) y al mismo tiempo el ciclo del cuerpo humano…
El personaje de Ulises siempre me fascinó, aun de niño. He estado trabajando en este libro durante siete años. Ningún editor inglés quería imprimir ni una palabra. En Estados Unidos… fue sacado de circulación cuatro veces. Ahora, según escucho, se está preparando un gran movimiento contra la novela…Por Dios que deberían darme el Premio Nobel de la Paz.”
Dublin es el escenario donde una transfiguración de Ulises/Odiseo se encarna en el judío Leopold Bloom que es presentado en su casa a la hora del desayuno. Molly es la esposa infiel de Leopold y figura que recuerda a Penélope. A ellos acompaña Stephen Daedalus. El relato combina lo cómico y lo trágico siguiendo el libre fluir de ideas que se dislocan con pensamientos incompletos y medias palabras. Técnica que Virginia Wolf adoptó con entusiasmo.
Los episodios corresponden a un pasaje de la Odisea, con una diversidad de géneros donde lo cómico y lo trágico copulan. Joyce aspira aquí a revelar el libre fluir de la conciencia que, como en nuestra vida cotidiana, conspira contra cualquier severa gramática. Sensaciones y pensamientos nos invaden a diario y sin orden, experiencia que el escritor procura llevar al texto.
Ulises empezó a publicarse en Nueva York en 1918, y bien pronto suscitó el escándalo público. “La Sociedad Neoyorkina para la Supresión del Vicio” lo demandó por obsceno. Resultado: el libro fue prohibido en Estados Unidos durante quince años. En contraste, París lo festejó y desde aquí se difundió en toda Europa, con la excepción de Inglaterra. Por su estilo se aproxima a la liberalidad sexual que se encuentra también D. H. Lawrence; pero en contraste con éste Joyce no vacila en trasponer los límites convencionales de la convencional pornografìa. En los años siguientes se consagró a escribir El velorio de Finnegan.
La salud mental de su hija Lucía ensombreció su vida. Ella mostraba síntomas de esquizofrenia que se agravaron en el fluir del tiempo. En 1939 publicó El velorio de Finnegan cuando -ya ciego- vivía en París.
La ocupación alemana lo obligó a refugiarse en Suiza. En diciembre llegó a Zurich enfermo y con escasas fuerzas; una úlcera perforada en el duodeno le causa la muerte. Y en esta ciudad se encuentra hoy su tumba.

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