Los olivos silvestres en Israel, que crecen en formaciones de arena fosilizada en Atlit, al sur de Haifa, representan un tesoro genético de gran valor para la industria del aceite de oliva en tiempos de cambio climático.
Los expertos afirman que, en caso de no preservarlos, podría tratarse de la última población de olivos silvestres en Israel, e incluso en el mundo.
Recientemente, un grupo de investigadores del Instituto Volcani y la Universidad de Tel Aviv comenzó a estudiar los olivos silvestres de Atlit, conocidos por su resistencia a la salinidad, el calor extremo y las enfermedades, para así identificar las diferencias con los olivos cultivados, que tienen un crecimiento más arbustivo y producen frutos pequeños con bajo contenido de aceite.
La importancia de esta población radica en su potencial para el futuro del cultivo del olivo, que en palabras de, la investigadora Dvora Lev-Ramati, se debe a que poseen adaptaciones que podrían ser clave para enfrentar los desafíos climáticos y asegurar la producción de aceite en condiciones adversas.
Oz Barazani, experto en genética vegetal, ha determinado que la mayoría de los olivos que crecen en estado silvestre en Israel son en realidad variedades cultivadas que han escapado de antiguos huertos o han crecido a partir de semillas dispersadas por aves. Sin embargo, los árboles de Atlit podrían ser una excepción, al igual que los encontrados en el Parque Adamit, en la Galilea Occidental.
Para garantizar su preservación, se ha formado un comité de expertos con representantes del Fondo Nacional Judío (KKL), la Autoridad de Parques y Naturaleza de Israel, la Sociedad para la Protección de la Naturaleza y el Ministerio de Agricultura. Una de las primeras acciones será evitar la plantación de olivos cultivados cerca de los silvestres, reduciendo así el riesgo de contaminación genética.