Irene Gut Opdyke, heroína polaca

17 junio, 2024 , ,

por Dr. Israel Jamitovsky

Durante estos últimos años conspicuos historiadores israelíes y también algunos polacos de ese mismo nivel, han señalado en especial la activa colaboración  de parte de la población polaca(o en el mejor casos la mayoría fue indiferente) y en especial de  la policía polaca con el ocupante nazi, en lo que atiene a la detención y/o exterminio de judíos en su espacio. Uno de ellos fue precisamente el historiador polaco Prof. Jan Grabowski quien lo refleja con creces en su libro En función, la participación de la policía polaca en  la exterminación de judíos. Sin embargo, hubo una honrosísima minoría de polacos y polacas- 7.232  de ellos fueron reconocidos como Justos entre las Naciones por el Instituto Yad Vashem de Jerusalén- quienes asumiendo enormes riesgos, salvaron la vida de judíos. Éste fue el caso de Irene Gut Opdyke,  a cuya vida y trayectoria accedí a raíz del conmovedor film La promesa de Irene que comenzó a exhibirse el año pasado  en distintas salas del mundo y cuya trayectoria merece conocerse.

Irene Gut Opdyke nació en Polonia el 5 de mayo de 1922 en Kozienice, Polonia en el seno de una familia católica, siendo una de las cinco hijas  mujeres de la familia. Se separa de su familia y se traslada a Radom matriculándose en la escuela de enfermería, todo ello previo a la invasión nazi-soviética de 1939.Una vez acaecida la misma Irene se incorporó a la organización clandestina polaca, se oculta, pero es   descubierta  en Tarnopol por un soldado soviético quien la viola y la deja abandonada en plena nieve, pero logó superar este escollo y sobrevivir.

Después de huir varias veces y ser igualmente detenida, es enviada a un campo de trabajos forzados para la fabricación de armamento. Posteriormente   y en términos relativos las cosas le rodaron mejor.  Durante la ocupación alemana, Irene fue destinada por el comandante de la Wehrmacht Eduard Rugemer para trabajar en el hotel y cocina  que albergaba a oficiales alemanes, espacio en el cual aprendió el idioma alemán.

                           La meta, salvar y ayudar a  judíos

Fue en ese período que Irene percibió en el gueto cercano al hotel en el cual   servía,   cómo un oficial alemán arrebató a un bebé de manos de su madre judía, exterminándolo con sus propias manos. Este impune asesinato la impactó profundamente e inspirada por su fe religiosa, decidió ayudar a los judíos de su entorno en toda oportunidad que se le presentara.

En primer término, tomó secretamente comida del antedicho  hotel , logró sacar sigilosamente a    judíos del Gueto de Tarnopol y en el bosque circundante les entregó alimentos. El hecho de servir la comida a la oficialidad nazi, le permitió muchas veces tomar conocimiento de   los planes de exterminio y acciones a cristalizar en poco tiempo, de todo  lo cual informó e  hizo llegar a espacios clandestinos.

Posteriormente el mismo oficial nazi Rugemer le solicitó a Irene que sirviera en calidad de ama de llaves a la villa que había requisado y  encargarse de todo lo relativo a la mudanza, necesidades y requisitos de la mansión.

Es en ese momento y dadas las circunstancias , es que  entonces  Irene decide ocultar a los doce judíos que trabajaban en el lavadero del hotel, en el sótano de la mansión del  oficial nazi. Estos judíos salían del escondite cuando las circunstancias lo permitían y ayudaban a limpiar la mansión. La cuestión no termina aquí.

En cierto momento Rugemer descubrió dos judíos ocultos en su mansión y mantuvo el secreto de Irene. Finalmente ante el avance del ejército alemán, Rugemer huyó con los alemanes en 1944, en tanto que Irene y varios judíos lograron  llegar al sector de Alemania ocupada por los Aliados  y ella  posteriormente fue trasladada a un campo de desplazados. Es en este espacio, conoció a William Opdyke un trabajador americano de las Naciones Unidas .Irene emigró a Estados Unidos y poco tiempo después contrajo enlace con el mismo Opdyke, desempeñándose en calidad de diseñadora de interiores. La grata sorpresa fue que pudo reencontrarse con sus hermanas a quienes daba por desaparecidas.

Uno de los supervivientes de Irene fue Roman Haller, que con el tiempo sería uno de los principales líderes de la Bna’i Brith, vicepresidente del Keren Hayesod (Fondo de Ayuda a Israel), quien por su parte se hizo acreedor a la Orden de Honor por parte de la República Federal de Alemania.

Irene Gut Opdyke falleció en Fullerton, California el 17 de Mayo de 2003 a la edad de 85 años.

                      Rompiendo el silencio y valiosos ecos

Durante años Irene Gut Opsyke guardó silencio de su vivencia en tiempos de guerra, hasta que se persuadió de hacer conocer su vivencia, después que en 1975 un neonazi afirmó que el Holocausto nunca existió. Comenzó en calidad de oradora y toda su experiencia la volcó en el volumen In my Hands: Memoirs of a Holocaust Rescuer.

Como era de esperar, en 1982 Irene fue honrada por el Instituto Yad Vashem de Jerusalén como una de los Justos polacos entre las Naciones. En este contexto, cabe señalar, el antedicho exoficial nazi Eduard Rugemer fue reconocido en el año 2012 también como Justo entre las Naciones por el Instituto Yad Vashem de Jerusalén y a título de curiosidad, cabe señalar que al finalizar la guerra el mismo Rugemer fue rechazado por su mujer e hijos por la ayuda prestada a judíos…

Los homenajes y reconocimientos continuaron. El 9 de junio de 1995, Irene fue honrada cona bendición papal de Juan Pablo II, en el marco de un servicio religioso conjunto de judíos y católicos celebrado en la Sinagoga Shir-Ha-Maalot en Irvine, California. La bendición papal configuró el primer reconocimiento de la Iglesia Católica a todos sus esfuerzos desplegados durante el Holocausto y la conmovió profundamente al afirmar «Éste es el mejor regalo que puedo recibir por cualquier cosa que hice en mi vida«.

En el año 1997 , Irene visita Israel siendo recibida y homenajeada por las máximas autoridades del Estado, encontrándose también con el antedicho Roman Haller, uno de sus supervivientes.

En el año 2009 se inauguró en Broadway una pieza teatral basada en su vida y en su libro, dirigida por Dan Gordon actuando Tovah Fledshuh en el rol de Irene, en tanto que en el año 2012 l la cantante polaca-británica Katy Carr compuso una canción rotulada Mala Little Flower, inspirada en su vida.

Finalmente, su historia fue llevada al cine a través de la película canadiense La promesa de Irene dirigida por Louise Archambault siendo el guionista Dan Gordon quien también compuso la obra de Broadway y exhibida inicialmente en el año 2023.El film acaparó grandes elogios y en especial la actuación de la   joven actriz  canadiense Sophie Nelisse que con apenas 24 años asume el rol de Irene y que según ecos a los que accedí, desplegó una interpretación magistral. En una entrevista, la actriz señaló que personificar a Irene la conmovió a fondo agregando:

         » Llevo  mucho de su alma conmigo todos los días 

            porque  cuenta una historia muy inspiradora y relevante

            para nuestra sociedad moderna.  Creo que estamos tan 

           encerrados y centrados en nuestras propias vidas que ni 

           siquiera miramos o somos capaces de percibir a las per-

           sonas que están a nuestro lado.»

                                      ________________

Compartir
4 thoughts on “Irene Gut Opdyke, heroína polaca”
  1. El libro de Jan Grabowski está mal traducido al español, aunque no existe edición en español, sería más bien «En el puesto de policía, o quizás en el cumplimiento del deber: La participación de la policía criminal azul marino polaca (los Blues) en el exterminio de los judíos», es del 2020, o la edición en inglés es «The Polish Police: Collaboration in the Holocaust». Por otra parte, el libro más conocido de Jan Grabowski es «Hunt for the Jews: Betrayal and Murder in German-Occupied Poland”, del 2013, del que no existe edición en español, en español sería «La caza de judíos: traición y asesinato en la Polonia ocupada por los alemanes”. En años recientes dos libros de historiadores judíos demuestran la participación de los polacos en el exterminio de los judíos lo que ha provocado un gran revuelo en el interior del país, por estropear la fantasiosa versión oficial de que todos los católicos polacos ayudaron a los judíos. El primero fue el libro “Neighbors” en inglés, del 2001 de Jan T. Gross, sobre el pogromo perpetrado por polacos, espoleados por los nazis alemanes que los dejaron hacer al ver lo voluntariosos que eran siguiendo la conspiración antisemita que circulaba por Polonia, la de que los judíos eran los culpables de la invasión de los comunistas soviéticos, la invasión soviética era mala y la nazi buena. Acabaron con la vida de casi todos los judíos del pueblo de Jedwabne, se estima que mil seiscientas personas entre hombres, mujeres y niños, a una gran parte los encerraron y quemaron vivos en un granero. Posteriormente “Hunt for the Jews: Betrayal and Murder in German-Occupied Poland”, del 2013, analiza el alcance general de los crímenes cometidos por los polacos, cuando antes no se conocía apenas nada, aportando pruebas como los pocos testimonios y escasos juicios durante la época soviética. La investigación está basada en una pequeña muestra, en un estado como la Polonia actual que no facilita las investigaciones, ni lo hizo en el pasado comunista porque la Historia la manipularon por intereses políticos o para no alterar a los líderes institucionales y religiosos, con los mismo culpables católicos polacos que continuaban dirigiendo el sistema social o clientelar de Polonia, ni los ciudadanos polacos dejaron testimonios fiables por ser cómplices o directamente eran los criminales, o por el miedo a las represalias que se producían contra los que hablasen, incluso iban, todos a una, contra los polacos que dijeran que habían ayudado a judíos. El autor estima que unos 200.000 judíos polacos que trataron de esconderse, tras el comienzo del plan de exterminio nazi en Polonia en el que también participaron otros polacos afines a la ideología nazi, fueron asesinados con la colaboración proactiva y voluntaria de una gran parte de la población polaca católica. El autor principalmente investiga la población rural de una región, junto con autoridades, líderes religiosos católicos, policías polacos, etc., con un alto número de culpables ya sea delatando a los judíos sabiendo que iban a ser asesinados de inmediato, o participando en cacerías organizadas, o asesinando con sus propias manos a sus vecinos judíos. A Jan Grabowski le han amenazado de muerte y un numeroso grupo de personajes polacos famosos han llegado a enviar cartas para que le expulsen de la universidad de Canadá donde trabaja este prestigioso historiador. Aparte, otros muchos polacos comunes se dedican a manipular todo vestigio de esclarecimiento de la verdad, por ejemplo con comentarios críticos en las webs donde se vende el libro, en comentarios de diarios online extranjeros en los que aparezca alguna noticia relacionada, o en Polonia se escribieron libros con las versiones oficiales o manipuladas, o el gobierno ultraderechista aprobó una ley para coaccionar judicialmente a los que relacionen a los polacos con los nazis.

  2. Por lo que puede extraerse de ambos libros, en Polonia existía algo más que parecido a una sociedad corrupta clientelar, todos actuando en connivencia por ejemplo cada vez que encontraban una joven polaca muerta por accidente en el río, los líderes judíos tenían que entrevistarse con la autoridad religiosa católica para pagarle un dineral solo para que en la misa del domingo dijera a los católicos polacos que no asesinasen a todos los judíos del pueblo con un nuevo pogromo. También es conocido que actuaron con el visto bueno de las autoridades católicas polacas locales, que luego igual siguieron en sus mismos puestos durante los años de comunismo soviético, gracias también a que los comunistas pusieron poco empeño en llevar a la justicia a los criminales por estar más interesados en echar todas las culpas a la Alemania nazi y para no romper el delicado equilibrio que sustentaba la sociedad clientelar católica polaca. en el libro de Jan T. Gross se puede encontrar el testimonio de una superviviente judía polaca herida en el pogromo de Cracovia de 1945, uno de los varios pogromos que se produjeron en Polonia tras la derrota de la Alemania nazi y el comienzo del comunismo: «Desde la ambulancia escuché los comentarios del soldado que nos escoltaba y de la enfermera que nos llamaban chusma judía, a la que ellos tenían que salvar, y que no deberían hacerlo porque nosotros habíamos asesinado a niños, y que había que fusilarnos a todos. Nos llevaron al hospital de S. Lázaro en la calle Kopernika. Primero me llevaron a la sala de operaciones. Después de la intervención apareció un soldado, que dijo que, una vez concluida la operación, iba a llevarse a todo el mundo a la cárcel. Golpeó a uno de los judíos heridos que aguardaban a ser intervenidos. Nos apuntaba con una pistola y no nos dejaba ni beber un trago de agua. Al cabo de un rato aparecieron dos ferroviarios y uno dijo: «Es un escándalo que un polaco no tenga el valor civil necesario para atizar a una persona indefensa», y golpeó a uno de los judíos heridos. Uno de los enfermos ingresados en el hospital me golpeó con una muleta. Las mujeres, incluso las enfermeras, permanecían detrás de la puerta amenazándonos y diciendo que sólo esperaban que acabara la operación para destriparnos.». El autor añade que una gran parte de los cabecillas polacos comunistas fueron los mismos que estuvieron colaborando con los nazis, fueron reciclados y no podían ser otra cosa distinta a simples sinvergüenzas o mercenarios políticos sin ninguna ideología o que se vendían al mejor postor. La única fuerza que podía mantener unida la disparatada sociedad católica polaca no podía ser otra que el antisemitismo o la negativa a admitir los numerosos robos y crímenes contra los judíos que una gran parte de los católicos polacos cometieron durante la invasión nazi. Entre los pocos católicos polacos que ayudaron a los judíos, a los que se les ocurrió decir en público que habían ayudado a judíos o cuando lo sabían los otros vecinos del pueblo, les amenazaban y coaccionaban contínuamente hasta conseguir que cambiase de pueblo, luego si en el otro pueblo o ciudad provinciana un antiguo vecino les reconocía por la calle enseguida se «chivaba» a los del nuevo pueblo, que volvían a amenazarles hasta obligarles a cambiar otra vez de pueblo. Los obreros polacos, en aquel entonces ya todos comunistas por fuerza, hicieron una huelga cuando se supo que las autoridades comunistas iban a condenar a los asesinos católicos polacos del conocido pogromo de Kielce, uno que fue provocado simplemente por un cuento que inventó un niño polaco sobre secuestros y asesinatos de los judíos, asesinaron a 45 supervivientes judíos que esperaban regresar a sus viviendas y continuar con sus negocios que les robaron los católicos polacos: «El 10 de julio [de 1946] se convocaron asambleas en varias fábricas de Łódź para condenar a los culpables del pogromo de Kielce. La gente era reacia a firmar una declaración de rechazo. No obstante, dichas declaraciones fueron publicadas al día siguiente en los periódicos. El hecho dio lugar a una serie de huelgas de protesta. Los primeros en declararse en huelga fueron los obreros de las Hilaturas de Łódź y de las fábricas Scheibler y Grohman, a los que se unieron trabajadores de Buhle, Zimmerman, Warta, Tempo Rasik, Hofrichter, Gampe y Albrecht, Gutman, Dietzel, Radziejewski, Wejrach, Kinderman, Wólczanka, y de dos talleres de costura. Al principio los huelguistas exigieron que se corrigieran las informaciones falsas, según las cuales los obreros de las fábricas presuntamente habrían firmado esas declaraciones de rechazo; pero luego añadieron otra exigencia, a saber, que se liberara a los condenados [fueron condenadas a muerte catorce personas en un juicio sumarísimo]. Los huelguistas estaban muy agitados; se recurrió a la violencia contra los que propusieron que se reanudara el trabajo… Este tipo de reacción de los trabajadores fue bastante habitual en el resto del país. La mayoría de los obreros se negaron a votar a favor de la condena contra los autores del pogromo. En Lublin, durante una asamblea celebrada para tratar de este asunto a la que asistieron 1.500 ferroviarios, la gente se puso a gritar: «¡Abajo los judíos!», «¡Es una vergüenza que lleguen a defender a los judíos!», «Bierut [presidente del país por aquella época] no se atreverá a condenarlos a muerte», y «Wilno y Lwów tienen que ser nuestras».

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.