Interrogantes que permanecen

16 diciembre, 2017
Foto Casa Blanca

Benito Roitman

Escribir hoy, a una semana de las declaraciones del Presidente Trump reconociendo a Jerusalén como la capital de Israel, es casi una obligación. Y sin embargo debe haber muy poco que agregar, a favor y en contra, que no se haya proclamado, declamado, vociferado, analizado y reanalizado a todo lo largo de la prensa y de los medios de comunicación internacionales (lo que incluye, obviamente, tanto a los medios israelíes, mayoritariamente encantados con ese anuncio, como a los árabes, unánimemente opuestos).

Quizás sea por esta razón, por la convicción de que son pocos los argumentos nuevos (y menos aún originales) que se pudieran agregar a los ya vertidos en todos los medios, que vale la pena ubicarse un poco en los márgenes de esa discusión e intentar una reflexión sobre probables efectos económicos y sociales -en lo inmediato pero también en el mediano plazo- que derivarían de las declaraciones arriba mencionadas. Una primera posibilidad que se presenta es considerar que esos probables efectos podrían ser desdeñables, lo que implica suponer que esas declaraciones no alterarían, de hecho, la situación existente.

En alguna medida esto equivaldría a señalar, en línea con lo escribiera recientemente el editorialista Roger Cohen del New York Times, que el anuncio de Trump no destruyó el proceso de paz porque no hay un proceso de paz para destruir. Si eso es lo que realmente estaría pasando, sería de esperar que una vez internalizada esa declaración, con consecuencias más declarativas que operativas, las aguas volverían a su curso, es decir, al mantenimiento de un status quo ya conocido y por lo tanto previsible en sus efectos.

Sin embargo es factible pensar que en el ámbito económico -y más allá de las manifestaciones y protesta públicas desatadas en los últimos días en Israel y en los territorios ocupados (y en menor medida en varios países musulmanes) por el anuncio del Presidente Trump- podría comenzar a sentirse el peso de ese anuncio. Es posible por ejemplo, que pudiera experimentarse un cierto enfriamiento en el flujo de nuevas inversiones extranjeras a Israel. Si esto se diera, quizás llevaría a ampliar la participación de capital nacional en el financiamiento del desarrollo de nuevos emprendimientos, en lugar de irse al exterior. En este sentido, vale la pena recordar que hasta ahora el total de la inversión israelí en el extranjero supera a la inversión extranjera en Israel.

Pero es también factible que, a caballo de la euforia generada en gran parte de Israel por las declaraciones de Trump, se intensificarán sustancialmente las inversiones y el gasto corriente en y para los asentamientos en los territorios ocupados, lo que conllevaría o bien a un aumento del déficit público más allá de las perspectivas actuales o bien una disminución equivalente en el gasto social (el gasto en defensa no se vería afectado y un aumento en la carga tributaria sería contrario a la filosofía del actual gobierno). Demás está decir que de cumplirse esta hipótesis, las pocas chances de revivir el moribundo proceso de paz serían aún más escasas.

Pero en términos económicos y sociales y por supuesto también políticos, lo más importante sería el abandono del status quo actual -que podría definirse como el limbo en el que elegimos vivir hasta ahora- por la aceptación explícita de la existencia y persistencia de un único Estado entre el Jordán y el Mar Mediterráneo, en lugar de dos Estados para dos naciones. Y no se trata sólo de que a raíz de esa aceptación y en ese mismo momento, el PIB por habitante de ese Estado se reduciría drásticamente, lo que podría verse como una formalidad estadística que únicamente explicitaría las diferencias entre “ellos” y “nosotros”, o que aumentaran más aún los niveles de pobreza y las brechas de desigualdad en la distribución del ingreso. Lo más importante es que necesariamente comenzaría a contraerse “nuestro” nivel de vida, porque el Presupuesto de ese Estado debería contemplar el incremento de gasto necesario para cubrir necesidades materiales y sociales -aún mínimas- de la nueva población a su cargo (los palestinos de los territorios ocupados).

Porque en un Estado unificado bajo soberanía israelí -que es a lo que aspiran, lo expliciten o no, la mayor parte de los miembros de la actual coalición- no podrían dejar de asumirse obligaciones mínimas hacia esa nueva población absorbida en su seno, aunque más no sea para cubrirse contra el estigma del “apartheid” (aún cuando no se les reconocieran derechos ciudadanos plenos). Y la dificultosa financiación de esos nuevos gastos exigiría, durante un largo período, una disminución generalizada del gasto por habitante.

Lo anterior, que alude sólo a una parte de los efectos que tendría la aceptación explícita de un Estado único, forma parte -por supuesto- de un conjunto de meras especulaciones referidas a un futuro hipotético. Pero mientras tanto, la vida sigue su curso, con su habitual carga de noticias relacionadas con atentados violentos a cuchilladas, con descubrimiento de nuevos túneles que van de Gaza a Israel, pero también referidas a la nueva manía representada por el vertiginoso ascenso del “bitcoin” en el escenario internacional -y en el israelí- y a los frustrados intentos (hasta ahora) de disminuir el costo de la vivienda y de hacerla más accesible a las jóvenes parejas que se asoman a ese mercado.

Esto equivale a decir, para hacerlo comprensible en todos los idiomas, que lo que continúa es “business as usual” (lo que nos remite a la primera posibilidad manejada más arriba, donde los probables efectos del anuncio de Trump sobre Jerusalén serían finalmente desdeñables). Porque es notorio también que a partir de ese anuncio se han acallado –aunque sea temporalmente- las noticias y comentarios sobre las investigaciones que involucran al Primer Ministro, las acusaciones de corrupción que afectan a varios miembros de la coalición de gobierno y el eventual escándalo asociado a los contratos de compra de submarinos y naves militares.

Hace poco más de diez años, mientras se discutían todavía los efectos de la segunda guerra del Líbano (transcurrida entre junio y agosto de 2006), existía aún la posibilidad de cuestionarse cómo es que podía coexistir una buena y aceptable performance macroeconómica con los serios problemas políticos y de seguridad que aquejaban al país. El propio Banco de Israel reconocía entonces que desde el exterior le preguntaban: “¿Cómo puede ser tan buena la situación económica de Israel, a pesar de los graves problemas políticos que el país enfrenta?”.

Hoy, cuando parecería que estos interrogantes ya estarían fuera de lugar, han vuelto sin embargo a retomar fuerza, en circunstancias que el entorno económico y político internacional no es tan favorable como lo fuera en el pasado. El entorno económico está aún recuperándose de la crisis reciente -si es que puede hablarse de recuperación cuando continúan presentes las incertidumbres que genera el Brexit, las políticas de “America first” y las debilidades del liderazgo económico europeo, todo ellos principales socios comerciales de Israel. En cuanto al entorno político, las reacciones al anuncio de Trump sobre Jerusalén parecería estar reafirmando las exigencias de la Unión Europea y del Reino Unido -entre otros- en la procura de una solución de dos Estados para dos naciones, entre Israel y Palestina. Y estas exigencias podrían conllevar medidas económicas. En fin, aquellas interrogantes se mantienen: “¿Cómo puede ser tan buena la situación económica de Israel, a pesar de los graves problemas políticos que el país enfrenta?”. ■

Compartir
One thought on “Interrogantes que permanecen”
  1. Sr. Roitman, los «graves problemas políticos que el país enfrenta” a los que Ud. hace alusión son solamente «basura política izquierdista» generada con el único fin de DESINFORMAR Y CONFUNDIR A LA SOCIEDAD JUDIA ISRAELI QUE CULPA A LOS GOBIERNOS SOCIALISTAS DE AVODÁ POR LA ACTUAL SITUACIÓN DERIVADA DE LOS ACUERDOS DE OSLO Y LO DEMUESTRA VOTANDO A NATANYAHU. Los comentarios periodísticos de la zurda, invariablemente teñidos de un odio visceral hacia Bibi y Sara, sobre las investigaciones que involucran al Primer Ministro, las acusaciones de corrupción que afectan a varios miembros de la coalición de gobierno y el eventual escándalo asociado a los contratos de compra de submarinos y naves militares demuestran, fehacientemente, que a pesar del tiempo y dinero invertido inescrupolosamente no pueden mostrar ninguna prueba (ya lo habrían hecho publico) y solo insisten en atacar mediaticamente. Buehhh….. volviendo al tema central de su desafortunado articulo….. las consecuencias políticas, económicas y sociales, a las que Ud. hace referencia sobre la declaración del presidente Trump sobre Jerusalem, se nulifican facilmante anulando Oslo por incumplimiento árabe, fijando y cerrando, unilateralmente, las fronteras de Israel de acuerdo a nuestros intereses particulares, económicos y de seguridad y declarando Jerusalem indivisa como capital eterna del Estado Judio de Israel. Devolviendo a Jordania y Egipto el resto de los territorios que administraron hasta declarar en 1967 la guerra de exterminio a Israel. Ademas de fundamentar una Ley que retire los derechos civiles que disfrutan los ciudadanos de Israel a quienes no cumplan con sus obligaciones civiles, militares y de seguridad establecidas en dicha Ley

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.