Foto: Amos ben Gershom (GPO)

El domingo 24 de mayo de 2020 se inició el esperado juicio a Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel en funciones, por tres causas distintas.  Luego de haberse celebrado tres elecciones con sus respectivas campañas, en las cuales el tema de sus acusaciones siempre estuvo en el tapete, además de todo lo referente a si podía ser candidato, si podía formar coalición y si podía ejercer el cargo.

La ley en Israel es implacable. Ha condenado y encerrado a un ex primer ministro, dos ex presidentes, varios ex ministros y altos personajes del mundo de los negocios y las finanzas.  Esto da confianza en aquello de quien la debe, la teme y la paga. Lo contrario debería ser también cierto. Inequívoco.

Pero el juicio a Netanyahu, tiene un tinte político que es imposible de ignorar.  No entremos en si es culpable de los cargos que se le acusan o no.  Es absolutamente natural que el juicio a un primer ministro en funciones, luego de una larga temporada electoral, sea un evento político.  Hay quienes argumentan que eso se hubiera evitado si Netanyahu hubiera renunciado, pero ello, aunque evitaría la politización del proceso, sería aceptar condena antes de juicio.  Sí, otros en su lugar hubieran renunciado.  Pero no ha sido así.  Además, ha formado gobierno con quienes, en su momento, abogaban para que renunciase.

Hay una circunstancia muy delicada que se da en muchos países.  Cuando hay una polarización del espectro político, y cuando las urnas electorales no pueden decidir que lado gana, se acuden a mecanismos que, aun siendo legales, vician la situación general.

En el caso de Israel se trata de desalojar a un primer ministro muy fuerte. Tiene la personalidad de un luchador, pero se subestima un poco que representa una concepción de estado algo diferente a la de hace veinte años, y con una perspectiva de lograr un estatus para su país, gracias a circunstancias particulares como la presidencia de Trump y el estancamiento del proceso de paz.

El imperio de la ley debe imponerse.  Pero los polos del espectro político israelí hacen uso de todos los recursos para tratar de inclinar la balanza a su favor. Quienes están en contra de Netanyahu, tienen también una concepción distinta de país y de como debe lograrse un acuerdo de paz.

En el convulsionado mundo de la política israelí, todas las instituciones que tengan que ver con el juicio serán utilizadas para los intereses propios.  Eso es peligroso, el manoseo de las cortes jueces, la fiscalía y tantas otras instancias, no hace bien.  En aras de la transparencia, se obtiene vulnerabilidad.

El juicio de Benjamín Netanyahu será muy publicitado. Largo por demás.  Intenso a veces, aburrido en algún momento.  Mientras tenga lugar, irán desarrollándose otros acontecimientos: el Plan del Siglo, la campaña y las elecciones de los Estados Unidos, el tema de Irán, la guerra en Siria, la atención de la pandemia y sus efectos.

En el imperio por antonomasia, Roma, el circo era muy importante. Distraía a todos.  En el imperio de la ley, este juicio puede traer mucho circo.  Porque hay envuelta mucha política.

Ley, política y circo.  Una combinación peligrosa. El domingo, en la apertura del juicio, ya tuvimos un pequeño adelanto.

Ojalá que impere el buen juicio de todos.

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