Elías Farache
Un evento de suma importancia para la viabilidad del planeta, en peligro por las acciones e inacciones que deberían proteger algo que perteneciendo a todos no es propiedad exclusiva de ningún país: el clima.
La cumbre mostró las costuras de varios enfrentamientos entre países. Estados Unidos apareció, China y Rusia brillaron por su ausencia. Las declaraciones de presidentes y primeros ministros, de dignatarios y hasta de príncipes, fueron muy elocuentes. Llevar a la práctica las buenas intenciones de todos será algo más difícil. El termómetro que medirá los resultados será eso precisamente: un termómetro que determinará cuantos grados subirá, bajará o no se moverá la temperatura del planeta.
Israel asistió con una delegación gigante. Ciento cuarenta personas, entre funcionarios de gobiernos y empresarios. En relación con el tamaño de Israel y su población, la cifra de participantes es desproporcionada. Pero constituye un foro importante donde se mide la estatura tecnológica y la influencia de Israel en temas que competen a la calidad de vida de los seres humanos. En ese aspecto, Israel da la talla.
El primer ministro Bennet ratificó el compromiso de Israel con la naturaleza y su preservación y expresó la disposición israelí a utilizar su intelecto, su condición de nación de emprendedores, para motorizar iniciativas tecnológicas que ayuden a todo lo relacionado al cambio climático. Un país que logró hacer florecer el desierto tiene mucho que decir en los aspectos que se trataron en Glasgow.
Bennet y su comitiva fueron muy bien recibidos y atendidos por todos en Glasgow. En las reuniones formales y en aquellas de pasillo que a veces son más fructíferas a los efectos de las relaciones bilaterales e intereses específicos. Cero polémicas.
Mientras tanto, en Israel se preparaba la batalla por el presupuesto bianual del país. Un maratón que se extendió hasta el viernes 5 de noviembre en el parlamento. Y en el mundo, las cosas seguían su curso como de costumbre. Irán con su desarrollo nuclear y las negociaciones con Estados Unidos en un largo y apacible letargo para ambos, no para Israel. Un Israel que acierta a ver en la carrera nuclear iraní una amenaza anunciada contra su supervivencia. En Siria, uno que otro incidente de cohetes y bombardeos. Algo que ya constituye el pan de cada día, sin que ello lo convierta en nada agradable. El tema de Gaza, el tema de los palestinos, el asunto de la eventual apertura de un consulado americano en Jerusalén… bien, gracias.
Israel, Bennet y la delegación en Glasgow estuvieron a la altura. En temas de trascendencia no vinculantes, Israel no presenta polémicas. Los lugares comunes, las declaraciones políticamente correctas no son motivo de discordia. Entre aplausos, brindis y reconocimientos, todo va bien.
Tocar los temas que preocupan y amenazan a Israel, aquellos que levantan ronchas por haber intereses encontrados y agendas ocultas, no resulta agradable. Rompen la cordialidad propia de un Glasgow importante, majestuoso y cosmético. Por eso hablar de temas no polémicos guarda la compostura, aunque se compone poca cosa.
Sí. Como cuando no queremos polemizar y optamos por hablar del clima. Solo que las cosas se siguen calentando.
Mientras… Hablemos del clima.