7 + 3: Grecia como parte de un bloque mediterráneo

Atenas, Grecia, Foto: Oleksii Khodakivskiy vía Unsplash

Dados los vínculos históricos de Atenas con los países de Medio Oriente, Grecia es un candidato ideal para desempeñar un papel fundamental en un bloque mediterráneo que incluya a Israel, a los Estados del Golfo y a los países europeos con el objetivo de repeler las ambiciones expansionistas de Turquía. La participación de Grecia podría ayudar a la región a alcanzar su potencial económico y político en medio de la disputa por las reservas energéticas locales.

El cambio de poder en el Medio Oriente durante los últimos años ha reconfigurado los desafíos políticos que enfrentan varios de los países que lo constituyen, y los ha llevado a considerar una posible expansión de su marco de relaciones. Teniendo en cuenta las repetidas intervenciones de Turquía en los asuntos de más de un Estado y la posible amenaza que sus ambiciones plantean para el futuro de la región, los intereses estratégicos de Israel y de muchos países árabes, especialmente de Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, requieren un fortalecimiento de las relaciones entre países que pueden compensar la agresión de Ankara.

Grecia es quizás la más adecuada para ayudar en esta cooperación. Jerusalén reforzó sus lazos con Atenas en la última década, en paralelo con los esfuerzos conjuntos cada vez más sólidos entre los grupos de presión israelí y griegos en EE. UU. mediante la formación de la Alianza Helénica Israelí del Congreso (CHIA) en 2013. En los últimos años la cooperación militar entre ambos países creció después de que Israel abriera una oficina de agregaduría militar en Atenas. Cuando esté terminado, el interconector EuroAsia, un sistema de cable planificado para conectar las redes eléctricas de Israel, Chipre y Grecia a la red de transmisión europea, será el cable de alimentación submarino más largo del mundo. En 2015, Israel y Grecia firmaron un acuerdo de «estatuto de las fuerzas» que brinda defensa legal a ambos ejércitos mientras se entrenen en el país del otro signatario.

En el otro extremo, los árabes y los griegos tienen mucho en común, desde la historia hasta la geografía, la cultura y la comida (se cree erróneamente que muchos platos griegos son turcos). Las minorías griegas en ciudades árabes como Alejandría, Alepo y Beirut han tenido un impacto cultural significativo. También son dignas de mención las relaciones sociales de los cristianos árabes con los griegos y la presencia de tres patriarcados que siguen a Atenas (los Patriarcados de Jerusalén, Antioquía y Alejandría). Durante décadas, la postura política de Grecia ha apoyado la retórica árabe en la arena internacional, y los Estados árabes devolvieron el favor negándose a reconocer la llamada República Turca del Norte de Chipre, a pesar de los intentos de Ankara de jugar la carta de la religión.

La ubicación geográfica de Grecia también puede ser un factor clave para atraer a los países de Medio Oriente hacia una relación firme con Atenas. La ubicación tiene una gran importancia estratégica en dos aspectos: Grecia es miembro de la UE y, por lo tanto, puede actuar como la voz política y económica de sus aliados locales en Bruselas; y es adyacente a la península de los Balcanes, lo que le da la seriedad para enfrentar las ambiciones expansionistas del presidente turco Recep Tayyip Erdogan.

No es ningún secreto que Ankara goza de una influencia significativa en Bosnia, Kosovo y Albania debido a lazos históricos y religiosos. Sin embargo, Grecia puede ser la ventana a través de la cual árabes e israelíes lleguen a los Balcanes. Juntos, pueden explorar mayores oportunidades de cooperación con la región, especialmente, considerando las relaciones profundamente arraigadas de Atenas con Serbia y los lazos muy mejorados con Macedonia del Norte, que son predominantemente ortodoxos, al igual que Grecia. Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, a su vez, ayudaron a los bosnios durante su guerra de independencia y reconocieron la independencia de Kosovo, y apoyaron la adhesión de Sarajevo y Pristina a la Organización de Cooperación Islámica. Israel votó a favor de aceptar a Bosnia-Herzegovina como miembro de pleno derecho de la ONU en 1992, y su diplomacia logró recientemente un gran avance: el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas entre Jerusalén y Kosovo.

Las tensiones han aumentado recientemente en las aguas del Mediterráneo Oriental, donde Erdogan está escalando la competencia por las reservas de energía al seguir una política hostil de exploración de gas. Una iniciativa regional multilateral tangible para sofocar el aventurerismo turco es cada vez más vital. Como Grecia es fundamental en este contexto, parece primordial trazar una hoja de ruta para un bloque árabe-mediterráneo que pueda incluir Francia, Italia, Grecia, Chipre, Israel, Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Baréin (un vecino de Irán que recientemente reconoció a Israel) y Libia (excluidas las fuerzas extremistas). Tal bloque podría establecer una visión clara para el futuro de la región y los diferentes aspectos de la cooperación política y la inversión mutua de una manera que sirva a los intereses de cada país al tiempo que se logran objetivos regionales.

Esta alianza, que podría denominarse “7 + 3” en referencia a los siete países mediterráneos, más Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Baréin, funcionaría como una barrera contra los esfuerzos de Ankara por explotar el problema de los recursos naturales en su búsqueda por crear una situación de facto y reforzar sus entes satélites a expensas de la seguridad y estabilidad de Medio Oriente y el Mediterráneo (esta no es la primera vez que Erdogan provoca disturbios internacionales; lo hizo en 2015 con la crisis migratoria europea).

En términos militares, Francia, Italia y Grecia son todos miembros de la OTAN, mientras que Israel, Egipto y Baréin están designados como «importantes aliados fuera de la OTAN». Asimismo, Chipre, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos disfrutan de excelentes relaciones estratégicas con la OTAN, con Abu Dabi agregando el avanzado avión de combate furtivo F-35 a su arsenal, el primer país árabe en hacerlo. Según el GlobalFirepower Index «PwrIndx», cinco de estos 10 países mencionados están clasificados entre los 20 mejores ejércitos del mundo por su fuerza militar.

Tanto para israelíes como para árabes, invertir en las relaciones con Atenas en todos los niveles dentro de una coalición más amplia debe verse como una inversión estratégica a largo plazo que comienza en el Medio Oriente y el Mediterráneo, pasa por los Balcanes y se extiende al resto de Europa.

Fuente: BESA Centro Begin-Sadat para Estudios Estratégicos

Rauf Baker es periodista e investigador con experiencia en Europa y Medio Oriente.

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