Exposición en Jerusalén honra a diplomáticos que salvaron judíos en el Holocausto

El embajador Sanz Briz entrega el premio de la Copa Eurovisión a la cantante holandesa Lenny Kuhr en la Embajada de España en La Haya: Foto Anefo Archivo Nacional de Holanda Wikimedia CC0

Dieciocho diplomáticos españoles fueron honrados en Jerusalén por su ayuda a los judíos perseguidos por los nazis, en la inauguración de la exposición «Más allá del deber: La respuesta humanitaria del servicio Exterior español en el Holocausto».

La muestra fue inaugurada en la Universidad Hebrea en el marco del XX Congreso de Hispanistas por el embajador de España en Israel, Manuel Gómez-Acebo, el director general de la Casa Sefarad, Miguel de Lucas, el comisario, José Antonio Lisbona y Juan Carlos Sanz Briz, hijo de uno de los diplomáticos, que tiene el título honorífico israelí de «Justo entre las naciones».

De Lucas explicó en la presentación como el proceso de restaurar la memoria de estos diplomáticos «que decidieron no pasar de largo frente al sufrimiento humano» ha llevado a celebrar actos de homenaje cada varios meses, o a buscar la tumba de uno de ellos, Sebastián Romero Radigales, a la que llevaron piedras del Museo del Holocausto de Jerusalén (Yad Vashem).

Los diplomáticos actuaron «guiados solo por su conciencia, sin consultar con su gobierno y a veces en contra de la posición de su gobierno, arriesgaron sus vidas y sus carreras», explica Lisbona.

Los 18 aquí reconocidos dieron documentos de protección, liberaron de cárceles y campos, proporcionaron escondites y facilitaron la expatriación de miles de judíos, movidos por fines distintos, «unos por la protección de sus nacionales como principio jurídico, otros por una cuestión de orgullo patriótico, a otros por sus profundas creencias cristianas y, sobre todo, humanistas, algunos la profunda admiración por el mundo sefardí».

Juan Carlos Sanz, hijo de uno de los diplomáticos, Ángel Sanz Briz, explicó a la audiencia lo que hizo su padre, destinado en Budapest como primer secretario.

«Cuando Hitler invade Hungría (…) el general Franco retira al embajador español y mi padre, con 34 años, una hija recién nacida y otra en camino, se vuelve responsable de la delegación española. Poco a poco, presencia todas las atrocidades e injusticias a las cuales somete Hitler a la comunidad judía en Budapest e informa a Madrid pidiendo instrucciones de cómo proceder», narra.

Exteriores no contesta, ante lo que él «decide actuar de forma muy valiente y hacer los máximos esfuerzos para salvar al mayor número posible de judíos con unos recursos muy pequeños».

Además de entregar documentos de protección a cientos de judíos húngaros, que acaban protegiendo a 5.200 personas, alquila once edificios donde refugiarlos.

«Coloca una bandera española en cada edificio y carteles que indican que son anexos a la embajada española, para que no pudieran entrar los nazis y sacar a los allí refugiados. Que un diplomático se atreva a hacer semejante cosa sin permiso de su gobierno era difícil. Se extralimitó enormemente. Y eso que era una persona tremendamente legalista. Pero en esa ocasión, vio que era mucho más importante no serlo, incluso saltarse las normas, para salvar muchas vidas inocentes».

«Hoy se calcula que unas 50.000 personas vivieron o han vivido gracias a la labor humanitaria de Ángel Sanz Briz, el ángel de Budapest. La causa valió la pena», reflexiona su hijo. EFE

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