Estudio israelí confirma un vínculo genético entre las uvas tinta y blanca

3 mayo, 2023 ,
Uvas. Foto: Creative Commons

Un nuevo estudio dirigido por el laboratorio de paleogenómica del Museo Steinhardt de Historia Natural de la Universidad de Tel Aviv y la Universidad de Haifa analizó el ADN de antiguas semillas de uva de vinificación local descubiertas en excavaciones arqueológicas en el Néguev. Se descubrió que una semilla era casi idéntica a la variedad Syriki, con la que hoy se elabora vino tinto de alta calidad en Grecia y Líbano, mientras que otra semilla es pariente de la variedad blanca llamada Be’er, que aún crece en viñedos desiertos de las dunas de Palmachim.

El estudio genético fue dirigido por Pnina Cohen y Meirav Meiri, del laboratorio de paleogenética del Museo Steinhardt de Historia Natural de la Universidad de Tel Aviv. Las semillas se encontraron en excavaciones arqueológicas dirigidas por el profesor Guy Bar-Oz, de la Escuela de Arqueología y Culturas Marítimas de la Universidad de Haifa, en colaboración con investigadores de la Autoridad de Antigüedades de Israel. También participaron investigadores de la Universidad de Haifa, el Instituto Weizmann, la Universidad Bar-Ilan e instituciones de investigación de Francia, Dinamarca y el Reino Unido. El trabajo se publicó en la prestigiosa revista científica PNAS.

El profesor Guy Bar-Oz comentó: “Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el Néguev en los últimos años han revelado la existencia de una floreciente industria vinícola en la época bizantina y árabe temprana (entre los siglos IV y IX d.C.), especialmente en los yacimientos de Shivta, Haluza, Avdat y Nizana, que eran grandes y prósperas ciudades en aquella época“.

Y prosiguió: “Los hallazgos incluyen grandes lagares, jarras en las que se almacenaba el vino exclusivo, exportado a Europa, y semillas de uva conservadas durante más de mil años. Esta industria decayó gradualmente tras la conquista musulmana en el siglo VII, ya que el Islam prohíbe el consumo de vino. El cultivo de la uva de vino en el Néguev no se reanudó hasta los tiempos modernos, en el Estado de Israel, sobre todo desde la década de 1980. Esta industria, sin embargo, depende principalmente de variedades de uva de vino importadas de Europa“.

Un hallazgo especialmente interesante fue un gran tesoro de semillas de uva, descubierto en el suelo de una habitación sellada en Avdat. Los investigadores explican que estas semillas se han conservado relativamente bien gracias a su protección frente a fenómenos climáticos como temperaturas extremas, inundaciones o deshidratación. Para saber más sobre las semillas, con la esperanza de descubrir a qué variedades podrían pertenecer, los investigadores se prepararon para extraer su ADN en el laboratorio de paleogenética.

Por su parte, Meiri añadió: “La ciencia de la paleogenómica utiliza una serie de tecnologías avanzadas para analizar genomas antiguos, principalmente procedentes de hallazgos arqueológicos. Como la molécula de ADN es muy sensible y se desintegra con el tiempo, sobre todo a altas temperaturas, normalmente sólo obtenemos pequeños fragmentos de ADN, a menudo en mal estado de conservación. Para protegerlos, trabajamos en condiciones especiales: el laboratorio de paleogenética es un laboratorio limpio, con presión de aire positiva que mantiene alejados los contaminantes, y entramos en él con «trajes espaciales» esterilizados desde la pandemia de COVID“.

Para empezar, los investigadores buscaron restos de materia orgánica en las semillas. Se utilizaron FTIR (espectroscopia infrarroja transformada de Fourier), una técnica química que aplica radiación infrarroja para producir un espectro de luz que identifica el contenido de la muestra. Al encontrar restos de materia orgánica en 16 semillas, los investigadores procedieron a extraer ADN de estas muestras.

El ADN extraído se secuenció, haciendo hincapié en unos 10 mil sitios genómicos donde suelen encontrarse características específicas de las variedades, y los resultados se compararon con bases de datos de vides modernas de todo el mundo. En 11 muestras, la calidad del material genético era demasiado pobre para permitir conclusiones definitivas. Tres de las muestras restantes se identificaron como pertenecientes en general a variedades locales. Por último, las dos muestras de mayor calidad, ambas de alrededor del año 900 d.C., se identificaron como pertenecientes a variedades locales específicas que aún existen en la actualidad.

El descubrimiento fue extraordinario. Se descubrió que una de las semillas pertenecía a la Syriki, una conocida variedad de Oriente Medio con una larga historia de cultivo en el Levante meridional y Creta, que aún hoy se utiliza para elaborar vino tinto de alta calidad en Grecia (donde se sabe que llegó del este) y en el Líbano. Dado que las uvas de vino suelen llevar el nombre de su lugar de origen, es muy posible que el nombre Syriki derive de Nahal Sorek, un importante arroyo de las colinas de Judea.

Además, es posible que esta variedad aparezca incluso en la Biblia – en la bendición de Jacob a su hijo Judá: “Atará su asno a una vid, su pollino al sarmiento más escogido (soreka); lavará sus vestidos en vino, sus ropas en sangre de uva (Génesis 49, 11); y quizá también sugerida en el racimo gigante de uvas que trajeron los hombres enviados por Moisés para explorar la tierra: “Cuando llegaron al valle de Eshkol (identificado por algunos como Nahal Sorek), cortaron una rama que llevaba un solo racimo de uvas. Dos de ellos la llevaron en un palo entre ellos“ (Números 13, 23).

La otra semilla de alta calidad se identificó como relacionada con Be’er, una variedad de uva blanca que aún crece en las arenas de Palmachim, a orillas del mar de Israel, en restos de viñedos probablemente abandonados a mediados del siglo 20. Por primera vez, los investigadores pudieron utilizar el genoma de una semilla de uva para determinar el color del fruto, descubriendo que se trataba en realidad de una uva blanca: el espécimen botánico más antiguo de una variedad blanca jamás identificado. Be’er, una variedad local única, endémica de la tierra de Israel, se usa hoy gracias a la bodega Barkan para elaborar un vino blanco especial propio.

Además, Meiri manfiestó: “Lo maravilloso de la paleogenética es que, a veces, elementos minúsculos pueden contar una gran historia. Esto es exactamente lo que ha ocurrido en este estudio. Con sólo un poco de ADN extraído de dos pepitas de uva hemos podido trazar la continuidad de la industria vinícola local, desde la época bizantina, hace más de mil años, hasta nuestros días. Creemos que nuestros hallazgos también son significativos para la industria vinícola moderna de Israel, que ha crecido y prosperado en las últimas décadas“.

Y culminó su idea: “En la actualidad, la mayoría de las variedades que se cultivan aquí han sido importadas de Europa, por lo que las condiciones locales no son óptimas para ellas. Las variedades locales pueden ser más adecuadas para el clima y el suelo locales, especialmente en la región desértica del Néguev. Nuestro estudio abre nuevas vías para restaurar y mejorar las antiguas variedades locales, con el fin de crear uvas de vinificación más adecuadas para condiciones climáticas difíciles, como las altas temperaturas y la escasez de lluvias“.

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