Un grupo de estudiantes de la Universidad de Varsovia tuvo la idea de excavar en un cementerio judío, que es testigo de siglos de historia y del impacto devastador del Holocausto.
Si bien el proyecto fue inicialmente rechazado por las autoridades religiosas, ya que según la ley judía, los muertos deben permanecer inalterados en sus tumbas, los estudiantes lograron convencer a la Comisión Rabínica para los Cementerios tras demostrar que sus métodos respetaban la integridad de las sepulturas.
Bajo la supervisión de Aleksander Schwarz, experto en leyes funerarias judías, los arqueólogos aprendieron a excavar sin alterar la tierra original ni tocar restos humanos.
El cementerio se encuentra en el corazón de Varsovia y es el más grande de la capital polaca, albergando los restos de unas 200.000 personas.
Desde que iniciaron su labor en 2020, los estudiantes han desenterrado estructuras y objetos que nadie recordaba, como lápidas enterradas con nombres y símbolos desconocidos, incluidos relieves de ardillas y dragones que desafían la iconografía habitual de los cementerios judíos, restos de la Segunda Guerra Mundial, como balas, casquillos y una pistola utilizada por la resistencia polaca en el Levantamiento de Varsovia y un mortero alemán sin detonar, lo que obligó a evacuar el cementerio y llamar a un escuadrón antibombas.
Estos descubrimientos han permitido reconstruir información perdida, ya que los nazis destruyeron los archivos del cementerio y muchos registros de nacimiento, matrimonio y defunción de la comunidad judía.