Entre la pandemia y la política

Knéset - Foto: Wikipedia - CC BY 2.0

Inmersos como estamos en esta semana de Pésaj (la Pascua judía), no nos olvidamos -no se nos deja ni permite olvidar- que donde estamos realmente sumergidos es en la ola de esta pandemia, cuyo desarrollo es todavía una incógnita y cuyo término no está aún a la vista. Sin embargo, la naturaleza humana parece estar construida y funcionar de tal manera, que ya estamos especulando sobre qué y cómo reaccionar y funcionar cuando el peligro real que estamos viviendo en todo el globo se vaya alejando y difuminando. Y estas reacciones no tienen sólo el propósito de buscar respuestas y diseñar soluciones -de todo tipo, de todo color, con planteamientos de izquierdas y de derechas- a los reconocidamente enormes problemas económicos y sociales que esta pandemia genera y que dejará a su paso. Se trata también, creo, de la forma en que la naturaleza humana, enfrentada a un infortunio, responde con creatividad y con optimismo, porque optimismo es atreverse a planear el futuro mientras se vive un presente tan pesado.  Es decir, el que en medio de esta crisis se propongan ya acciones futuras, a diestra y siniestra, es en sí mismo una muestra de la voluntad de remontar todo obstáculo que se presente, y de la capacidad para lograrlo.

Pero esta confianza en la naturaleza humana no es, no puede ser absoluta. Y las pruebas no hay que buscarlas demasiado lejos. Aquí en Israel, como en el resto del mundo, todo parece girar alrededor de la pandemia que nos aflige. ¿Todo? Bueno, en realidad casi todo, porque el ámbito  político no deja de estar presente, en paralelo con la lucha contra el coronavirus. Para entrar en materia vale la pena hacer un rápido repaso de los sucesos políticos recientes.

Es sabido que entre febrero del 2019 y marzo del 2020, se llevaron a cabo tres elecciones nacionales en Israel, sin que en ninguna de ellas  se alcanzara una mayoría clara por parte de ningún partido o bloque político que le permitiera formar gobierno. Por ello Israel se maneja desde entonces con un gobierno temporal, encabezado por un Primer Ministro  que,  estando acusado formalmente en tres juicios penales, se aferra sin embargo tercamente al poder. Se trata, obviamente, de una situación anómala, y sin embargo una parte significativa de la población apoya esa terquedad, que es la que en última instancia impide conformar un gobierno más o menos estable.

Es sabido también que la oposición -si llamamos oposición al bloque de partidos que se presentaron a las últimas elecciones nacionales del 2 de marzo de este año y cuyo único elemento en común era arrancar el poder de manos del Primer Ministro Benjamín Netanyahu- fue encargada por el presidente Ruben Rivlin (a través de Benny Gantz, el líder del partido opositor más votado) de formar gobierno. Hasta el presente, esa oposición logró obtener la Presidencia de la Knéset en la persona del propio Gantz, pero éste optó por negociar la formación de un gobierno de coalición con el actual Primer Ministro (quien encabezaría ese gobierno el primer año y medio). Esto ha llevado a la ruptura del partido Kajol Laván, con fuertes críticas a los pasos dados por Gantz. Sin embargo, y aun cuando en aras de conformar un gobierno Gantz aceptara,  entre otras cosas, la posibilidad de votar la anexión de parte de los territorios ocupados, el Likud -el partido liderado por Netanyahu exigió a último momento imponer un veto en el nombramiento de los jueces (de hecho, subordinando el Poder Judicial al Ejecutivo) lo que  interrumpió  las negociaciones, que se han reanudad cuando el Presidente Rivlin aceptara prorrogar el mandato a Gantz para formar gobierno hasta este miércoles 15 de abril. Si no se alcanza un acuerdo (lo que es todavía una incógnita al escribir esta nota), Rivlin otorgaría a la Knéset un plazo de 21 días para permitir que surja de su seno un parlamentario que cuente con al menos 61 votos para formar gobierno. De no lograrse esto, se convocaría a elecciones por cuarta vez (lo que mucho analistas políticos consideran que es el propósito real detrás de las maniobras de todo tipo del actual Primer Ministro, para patear hacia adelante y así ganar tiempo en relación con los juicios penales que enfrenta).

Es así que mientras se desenvuelve la brutal crisis sanitaria que nos afecta, mientras la obligada clausura se mantiene y aun se profundiza, mientras somos testigos -y actores- de las muy altas tasas de desocupación y del rápido descenso de la actividad económica, mientras somos testigos -pero no actores- de los debates sobre qué decisiones y rumbos tomar para combatir la pandemia y al mismo tiempo evitar un descalabro total de la economía, mientras se continúa discutiendo sobre quien debería comandar esos esfuerzos (con respecto a esto último llama la atención el protagonismo que reclama Naftali Bennet, el actual Ministro de Defensa), mientras todo eso se desarrolla ante nosotros y con nosotros, todo indica que somos incapaces de dejar de lado los conflictos domésticos para concentrarnos sólo en la superación de esta pandemia.

Ciertamente, parece que estamos capeando el temporal -aunque queda aún un largo camino a recorrer-  gracias en buena medida a las acciones  que se han ido tomando y a la respuesta colectiva a las mismas y sobre todo a la esforzada labor de los equipos sanitarios sin distinción de credos o etnias (médicos, enfermeras y enfermeros, funcionarios de salud, judíos, musulmanes, cristianos) y de los académicos e investigadores volcados al conocimiento y combate de esta crisis. Y es preciso reconocer que esta pandemia, que obviamente se ceba también en los territorios ocupados, ha logrado establecer lazos con su población que ¡ojalá! se prolonguen más allá de esta crisis y alienten esperanzas de paz.

Pero mientras tanto, la gravedad de los efectos económicos es notoria y preocupante, con repercusiones sociales que aún resulta difícil prever. En una economía como la israelí, por ejemplo, donde cerca del 88% de la fuerza de trabajo está compuesta por asalariados, el nivel de desocupación superaba a fines de  este marzo el 23% y las exportaciones de bienes habrían disminuido de 21,2 miles de millones de dólares en marzo 2019 a 13.7 miles de millones de dólares en marzo de este año. El Banco de Israel ha reducido la tasa de interés de referencia de 0,25% a 0,1% y ha tomado medidas (intercambios de shekel por dólar, compra de títulos, etc.) para mantener liquidez en la economía.

Y sin embargo, aún en un panorama como éste, la imperfecta naturaleza humana  -nuestra imperfecta naturaleza humana-  continúa haciendo de las suyas. No sabemos todavía si estamos yendo a nuevas elecciones (que podrían repetir el libreto de las que ya tuvimos) o si despertaremos con un gobierno de coalición (al que gran parte de la población le tendrá una merecida desconfianza, aunque no encuentre formas de manifestar esa desconfianza). Mientras tanto, está culminando Pésaj, la encarnación de la libertad.  Y su defensa, en todos los ámbitos, es nuestra primera prioridad.

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