En el Día del Holocausto honro la memoria de Motel

22 abril, 2020 ,
Campana de Cenizas-Auschwitz - Foto: Rita Alter

Esta podría ser una nota común, pero hoy no lo es. En la movilización que nos produce esta fecha, quisiera hablarles de Motel. Me reservo su apellido por respeto a la familia ( no me puse en contacto para hablar de él, pero no quisiera pasar un día más sin honrarlo en algunas líneas).

Conocí a Motel a través de mi abuela postiza. Mi abuela postiza vino con su marido en el barco con mis abuelos maternos. No tuvieron hijos, y por lo tanto fuimos sus hijos y sus nietos…. Mi abuela Paula….

Motel era su vecino. Mi papá buscaba un empleado y la abuela Paula lo recomendó. Así lo conocí, con su acento europeo, de gran cuerpo y fuerza, con un corazón enorme y pocas pulgas ( paciencia). Con su número tatuado en la muñeca iba por la vida como si nada hubiera pasado.

Motel, el que me había enseñado a manejar, jamás quiso hablar de su vida en la guerra. Lo evitaba. Y si le insistían… se enojaba e igual no hablaba. Quizás alguna vez contaba anécdotas de la guerra en general. Jamás de un gueto o de un campo de concentración.

Eran mis épocas de Hejalutz Lamerjav (uno iba buscando pertenencia, ya había pasado por Hebraica). Eramos un grupo muy activo. Con actividades grupales que siempre daban un “algo más”…. Y llegaba esta fecha. Se estaba organizando una actividad que nos competía a todos. Donde sólo seríamos participantes y espectadores.

Con tanta temática y yo en pleno fin de adolescencia, mi lectura no salía de Leon Uris, Bernard Malamud, Ellie Wiessel, etc. Una mañana, estando a solas con Motel le pregunté si alguna vez había hablado de lo que pasó con alguien. Si había podido compartir ese dolor y esa vivencia. Me dijo: “Ni con mi hermano. Jamás.”

Su hermano también era un sobreviviente. Estuvieron juntos pero ninguno hablaba del tema. Cada tanto me contaba algún detalle, y se veía lo que le costaba. Me decía: “¿Listo? ¿Satisfecho?” y cambiaba de tema. Un día le pregunté si vendría conmigo a la tnuá ( movimiento juvenil) a contar su historia. Que podía contar lo que quisiese, incluso podíamos pedir que nadie le pregunte nada. Dijo que no.

Pasaron los días. Su cara y su carácter no eran los mismos. Me miraba, y salía a fumar. Así pasaron los días hasta que me dijo: “¿Cuando vamos?”. ¿Adónde?, le respondí yo. “Dale, no me hagas decírtelo. Lo  que me pediste, ¿cuando”?… Y así fuimos un sábado programado con un sobreviviente que jamás contó su historia a enfrentarse con más de 30 jóvenes ávidos de saber.

Motel era polaco. Recién entraba en la pre adolescencia cuando se desató la guerra. Vivía en el gueto de Bialystok. No contó cómo llegó allí. Sí que fue testigo y apenas partícipe (por la edad) de la rebelión. Un día, Motel, sus hermanos y sus padres fueron subidos a un tren.

Oscuridad, gritos, desesperación, muertos en los vagones. Así nos contaba ese viaje que no tenía un destino declarado. Un día, el tren se detuvo. No abrieron todos los vagones, Sólo el de las mujeres. Motel vio a su hermana y a su madre descender. Estaban en Treblinka.

Motel y su hermano (no recuerdo qué pasó con su padre) fueron prisioneros de Auschwitz. Motel tenía 15 años pero aparentaba 18. En la selección, mintió con la edad como le aconsejaron. Fue separado para trabajos junto a su hermano. De las muchas tareas que hizo dentro del campo, la que lo erizaba y nos dejaba boquiabiertos eran “Los Hornos Crematorios”.

Motel decía que lloraba a mares al principio, hasta que llegó el crudo invierno. Allí sintió que lo peor del campo de la  muerte le estaba salvando la vida: el calor. Como para cortar el hielo, nos describía que era allí donde mejor comía. Se robaba una papa durante el día, y a la noche la cocinaba en el horno para comerla con su hermano.

Horno de Auschwitz – Foto: Rita alter

Escribir sobre Motel no es contar sus anécdotas sobre el Holocausto como una anécdota más. Motel estaba ahí, era parte de mi familia de alguna manera, ¡era nuestro!. Motel y su hermano sobrevivieron, fueron atrapados por los rusos , luego por los americanos… en fin. Historias.

Pero esta historia es más que eso. Es la de un hombre que vio de todo como cualquier sobreviviente, pero es al que yo vi contar por primera vez sus vivencias. Yo lo vi abrir su mente y su corazón a una parte negada y escondida de su vida. Ese día entendí qué nos conectaba más que mis lecturas sobre esos días: un amor paternal. Motel había tenido un acto de amor exponiendo su propio dolor como jamás en su vida pensó que sucedería.

Motel no durmió esa noche. Tampoco la noche siguiente. Motel durmió mal durante meses. Recuerdo que lo abracé fuerte, me disculpé y le agradecí. Conocí a muchos sobrevivientes en mi vida. Pero Motel me marcó. El cambió mi vida con su gesto y me llenó de vivencias que ningún ser humano imagina.

Motel es a quien honro en estas líneas en nombre de todos los sobrevivientes. De los que hablaron y de los que callaron. Es a quien honro por los muertos. Motel es mi cara visible de los 6 millones de judíos asesinados durante el Holocausto.

Motel murió en la Argentina. Tuvo dos hijos y tuvo nietos. Una mujer que amó y que lo amó hasta el último día de su vida. Z»L

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