Un combatiente talibán en las afueras del Aeropuerrto de Kabul Foto: REUTERS TV.

Por Eldad Shavit y Yoram Schweitzer

El rápido colapso del estado afgano, y especialmente del ejército que se abstuvo de luchar, contrasta radicalmente con las estimaciones presentadas por el presidente Biden, de principios de julio de 2021, tras su decisión de que Estados Unidos completaría su retirada de Afganistán a comienzos de septiembre.

La Administración confiaba en la capacidad del ejército afgano, que a lo largo de los años había recibido unos 83.000 millones de dólares en apoyo de Estados Unidos para entrenamiento y equipamiento, incluido el establecimiento de una fuerza aérea, para hacer frente con éxito a los intentos de toma de poder por parte de los talibanes.

Además, el presidente Biden evaluó que los talibanes, buscarían el apoyo de la comunidad internacional, y por lo tanto, se abstendrían de intentar apoderarse del país.

La decisión de retirarse de Afganistán se adelantó después de que la Administración Trump firmara un acuerdo con los talibanes, destinado a conducir a un diálogo (que fracasó) entre los talibanes y el gobierno afgano.

El anuncio especial emitido por el presidente Biden (14 de agosto de 2021) subraya que, a pesar de los rápidos desarrollos en Afganistán, su administración está decidida a completar la retirada y, además de preocuparse por la seguridad de sus fuerzas, no tiene la intención de esforzarse para ayudar al gobierno afgano frente a la ofensiva de los talibanes.

Todavía es demasiado pronto para evaluar todas las implicaciones de los acontecimientos recientes, y es probable que tengan consecuencias más allá de Afganistán.

Sin embargo, en la actualidad surgen los siguientes puntos:

Se ha demostrado una vez más que la capacidad de los países extranjeros para forzar cambios internos está generalmente condenada al fracaso.

Los enormes recursos que Estados Unidos invirtió en Afganistán en un esfuerzo por crear un estado democrático funcional y desarraigar la presencia de un poder local fracasaron, incluso antes de que retirara todas sus fuerzas del país. Los esfuerzos estadounidenses fueron claramente superados por la determinación mostrada por los fundamentalistas islámicos talibanes.

La imagen de Estados Unidos como superpotencia se ha visto dañada y se espera que los talibanes y Al Qaeda celebren su victoria sobre la potencia mundial, que presentarán en términos de un logro religioso islámico.

También es probable que otras organizaciones extremistas saquen conclusiones de estos desarrollos.

Sin embargo, aún no está claro en qué medida el fracaso actual se traducirá en un problema estratégico a lo largo del tiempo.

Los países limítrofes con Afganistán, especialmente China, India e Irán, así como Rusia, cuyo patio trasero incluye países como Tayikistán, se verán ahora amenazados por la inestabilidad en Afganistán.

Existe una posibilidad razonable de que los talibanes pongan también ahora su atención sobre ellos, y entonces tendrán que invertir más recursos que antes para hacer frente a posibles amenazas en esa dirección. Tal desarrollo serviría a los intereses estadounidenses y también podría conducir a una coordinación más estrecha entre todos los actores interesados ​​en la estabilidad de Afganistán.

Incluso si los talibanes buscan consolidar su control sobre Afganistán en un futuro cercano; con su toma de posesión del país, aumentará el riesgo de terrorismo regional y posiblemente global.

A pesar de las imágenes interpretadas como una huida norteamericana, no se espera que la administración estadounidense se desvíe de su política de desvincular a Estados Unidos de lo que define como zonas de guerra «interminables», incluyendo la continuación de la reducción de la presencia de sus fuerzas militares en el Oriente Medio.

Fuente: INSS The Institute of National Security Studies

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