El pogromo de Chisinau, en 1903, causó una gran conmoción en el mundo y especialmente en las comunidades judías de Europa, ya muy influenciadas y divididas tras la irrupción del sionismo en la escena política.
por Ricardo Angoso
Chisinau era antes del pogromo de 1903 una de las ciudades con mayor población judía de Europa, unas 50.000 personas, el 46% del censo de la ciudad, y había unas sesenta sinagogas, escuelas talmúdicas, clínicas, escuelas judías y varios cementerios, siendo el más conocido y destacado el de la calle Milano, todavía abierto y en activo, aunque necesita algunas obras y varios de sus edificios están abandonados y en ruinas.
La chispa que encendió el fuego del pogromo, como había ocurrido tantas veces en otras partes de Europa, fue una falsa noticia manipulada por los antisemitas locales para lanzar a la población a atacar a los judíos. En este caso concreto, el pogromo se inició después de un incidente ocurrido el 6 de abril de 1903 cuando un joven cristiano ruso, Mijaíl Rybachenko, fue encontrado muerto en la ciudad de Dubossari a unos 40 kilómetros al norte de Chisinau. Aunque estaba claro que el joven había sido asesinado por un familiar (que más tarde fue encontrado), el periódico antisemita publicado en ruso Бессарабец (Bessarabets, que significa “Besarabiano”), cuyo editor era Pavel Krushevan, insinuó que fue asesinado por los judíos. Muy pronto, el falso rumor se extendió. Información obtenida de Wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/Pogromo_de_Chisin%C3%A1u).
El pogromo de Chisinau de 1903 fue terrible. “El 6 de abril de 1903, la Comunidad Judía de Chisinau sufrió días de violencia callejera que impactaron al mundo y cambiaron el curso de la historia judía. Provocado por un libelo de sangre medieval, conocido hoy gracias a las nuevas tecnologías de la época, apareció en toda la prensa mundial con grandes titulares. El pogromo de Chisinau fue el último de la Edad Media y la primera atrocidad del siglo XX. Este hecho y la ola mundial de indignación judía que provocó, crearon las bases del moderno Estado de Israel, dio a luz a un activismo judeo-estadounidense contemporáneo y ayudaron a provocar la caída del régimen zarista”, hemos podido leer en Wikipedia que citaba varios artículos del periódico judeoamericano Forward.
Literalmente, así lo relataba Forward en aquellos días: “Armados con cuchillos y machetes, los asesinos irrumpieron en los hogares judíos, donde comenzaron apuñalar y matar, cortar cabezas y golpear a las mujeres frágiles y niños pequeños. Si la perversa multitud enfurecida hubiera atacado una ciudad judía en algún lugar de Lituania, miles de judíos hubieran muerto en el plazo de una hora. Pero los judíos de Chisinau eran duros, sanos y fuertes como el hierro y sin miedo. Cuando los asesinos pogromitas comenzaron su terrible masacre, los niños y los judíos llegaron corriendo y pelearon como leones para proteger a sus hermanos y hermanas más débiles y de edad avanzada. Incluso las chicas jóvenes se comportaron con un heroísmo increíble. Defendieron su honor con una fuerza sobrenatural … Los judíos, sin embargo, lucharon con sus propias manos y los asesinos, armados con machetes y cuchillos, fueron cebados para aniquilar y diezmar a toda la gente del pueblo judío”.
Incluso el periódico británico The Times informaba acerca de aquellos luctuosos hechos en sus páginas: “Aquello fue un plan organizado a la espera de la masacre general de judíos al día siguiente de la Pascua Rusa. La multitud fue liderada por los sacerdotes y el grito general de ´matar a los judíos´ durante las marchas se escuchó por toda la ciudad. Los judíos fueron tomados totalmente desprevenidos y fueron masacrados como corderos. El número de muertos fue de 120 y los heridos unos 500. Las escenas de horror que asistieron a esta masacre son indescriptibles. Los bebés fueron literalmente destrozados en pedazos por la multitud, frenética y sanguinaria. La policía local no hizo ningún intento para reprimir el reinado del terror. Al atardecer, las calles estaban llenas de cadáveres amontonados y heridos. Los que pudieron escapar, huyeron aterrorizados, y la ciudad está ahora prácticamente desierta de judíos”.
El pogromo, que duró entre dos y tres días, causó la muerte de entre 60 y 120 judíos, según las fuentes, 92 heridos graves y 500 leves, aparte de cuantiosos daños materiales, como la destrucción de unas 700 viviendas y un número indeterminado de negocios en manos hebreas. Otras fuentes consultadas solamente reportan 49 víctimas mortales. Solamente dos hombres fueron condenados, con penas leves, por estos hechos, y el suceso provocó una profunda conmoción internacional, siendo muy conocido en la época y generando la emigración de miles de judíos rusos hacia Palestina y varios países europeos. Al parecer, la misma Iglesia ortodoxa lideró los disturbios y algunos popes incitaban a las turbas para atacar a los judíos.
EL SEGUNDO POGROMO DE CHISINAU
Más tarde, un segundo pogromo tuvo lugar entre los días 19 y 20 de octubre de 1905. En esta ocasión, los disturbios comenzaron como protestas políticas contra el zar ruso, pero se transformaron en un ataque contra los judíos que se pudiesen encontrar. Al terminar los disturbios, 19 judíos habían asesinados y otros 56 resultaron heridos, aunque también los datos son controvertidos porque no hay coincidencia entre las fuentes.
Grupos de autodefensa organizados por judíos después del primer pogromo contribuyeron para contener la violencia, pero su éxito fue relativo y no se pudo detener el ataque. Estas dos acciones contra la comunidad judía provocaron la marcha de unos 12.000 judíos, pasando el censo de esta población de 65.000 a 53.000 -todavía algo más del 40% del total los habitantes de Chisinau- y generando la desconfianza entre moldavos y hebreos. El impacto de los dos pogromos fue brutal en toda la región, no solamente en Moldavia, y miles de judíos de Rumania, Rusia y zonas aledañas huirían para siempre despavoridos ante el horror de lo acontecido en Chisinau.
“El Pogromo de Chisinau fue un importante punto de inflexión. No fue el pogromo más sangriento que se haya producido, pero fue la primera vez que el antisemitismo fue explícitamente uno de los principales motivadores de la violencia. La prensa internacional recogió la historia y, por primera vez, la palabra ´pogromo´ se dio a conocer en todo el mundo”, señalaba con gran acierto el Dr. Raphael G. Bouchnik-Chen en The Times.
EL IMPACTO POLITICO EN EL MUNDO DE JUDÍO DEL POGROMO
Estos sucesos provocaron una profunda conmoción en el mundo judío y contribuyeron a fortalecer el incipiente movimiento sionista en Europa, que apenas comenzaba a andar en esa época. Como fruto de esa preocupación ante los hechos, un joven poeta hebreo, Jaim Najman Bialik, fue enviado a Chisinau por una comisión comunal judía para entrevistar a los sobrevivientes e informar de primera mano sobre el baño de sangre. Muy impresionado ante los hechos, Bialik compuso varios poemas relativos al pogromo y al dolor de sus víctimas y acabó escribiendo una de sus obras maestras, La ciudad de la matanza, relativa al pogromo. El libro es un alegato poético en favor de los judíos atacados y se nutre con el testimonio de todo lo que vio, escuchó y conoció de primera mano Bialik en su viaje a Chisinau.
Pero también este pogromo cambió la estrategia sionista y tras el mismo se empezó a prestar atención a lo que se comenzó a denominar como la “autodefensa judía”, que consistía en organizar a las comunidades judías para su defensa frente a los ataques antisemitas y que tantos ejemplos heroicos inspiró en varios grupos guerrilleros hebreos en la Segunda Guerra Mundial, como los partisanos de Bielski. El escritor Ilan Greilsammer recordaba que “tras el pogromo de Chisinau se puso preconizar la autodefensa judía” y después del VI congreso sionista se abandonó el Plan Uganda por esta desconectado este territorio de las raíces del judaísmo. Lo urgente era crear pronto un Estado judío, tal como mostraban los sangrientos hechos de Chisinau.
El mismo autor citado, señala: “En efecto, las terribles noticias del pogromo de Chisinau condujeron a Theodor Herzl a considerar seriamente la proposición británica, tanto por razones tácticas como por razones prácticas sin renunciar, no obstante, al objetivo final: Eretz-israel”. Colateralmente, el pogromo de Chisinau había fortalecido la idea de Palestina como el hogar nacional judíos, dejando abandonadas para siempre las propuestas iniciales de algunos líderes judíos de instalar el mismo en Uganda, Argentina, Chipre e incluso Siberia, donde todavía existe una suerte de república autónoma judía sin apenas judíos.
Años después de estos hechos, en 1924, las autoridades locales revocaron la ciudadanía de muchos judíos que vivían en Besarabia desde hacía tiempo, y en Chisinau en particular, lo que llevó a un desempleo generalizado en la comunidad. No pasó un solo año sin manifestaciones antisemitas, disturbios y la supresión de las organizaciones educativas y culturales judías. Los miembros de la organización antisemita Liga de Defensa Nacional y Cristiana, dirigida por el caudillo rumano Alexander Cuza, organizarían frecuentes “desfiles” con el propósito de aterrorizar a la comunidad judía local. También hubo el cierre casi masivo de instituciones judías, escuelas, periódicos, teatros y organizaciones culturales. Así las cosas, miles de judíos de Moldavia, pero también de otras partes de Europa, comenzaron a emigrar masivamente a Palestina.
Fotos del autor de la nota
Fuentes consultadas y utilizadas:
Aurora
https://aurora-israel.co.il/el-pogromo-de-kishinev-como-catwalizador-de-la-guerra-ruso-japonesa
Wikipedia:
https://es.wikipedia.org/wiki/Pogromo_de_Kishinev
JewishMemory:
http://jewishmemory.md/en/
Centro de documentación del Museo del Pueblo Judío:
https://www.anumuseum.org.il/museo-del-pueblo-judio/
a pesar de todo el profundo conocimiento de las masacres de diversos lugares con motivo del antisemitismo inculcado profundamente siguen echando culpa de todos los males a los judios y cuando se defienden los condenan por [genocidio¨* sin la menor verguenza sin importarles ninguna razon ni causa justa para su defensa
Aunque creo que no se ha investigado en profundidad, salvo en conocidos experimentos psicológicos que provocan noticias sensacionalistas más que otra cosa, parece evidente el poder incontenible de una masa de ciudadanos, nadie ni nada puede pararla una vez que comienza a actuar con violencia, enfurecida o alocada actuando al unísono contra una minoría, si bien muy probablemente sea necesario que el ambiente sea caldeado por los cabecillas, o que exista una permanente ambiente hostil, cuando no una cultura del odio contra la minoría. Actualmente, al ser todo esto más o menos ya sabido, resulta cuestionable que los líderes, ocultos o ono, no sepan las consecuencias previsibles que tendrán las arengas que fomenten la violencia.
Otros pogromos que fueron muy relevantes para los judíos fueron los que se produjeron en Polonia durante la Segunda Guerra Mundial, y aun al acabar, cuando algunos judíos trataron de retomar su vida anterior. El libro “Neighbors” en inglés, del 2001 de Jan T. Gross, fue el primero que sacó a la luz pública la implicación de los católicos polacos en un crimen tan grave como el pogromo criminal perpetrado por católicos polacos en Jedwabne, asesinaron a 1,600 hombres. mujeres y niños, con la participación de todos los hombres del pueblo y con el visto bueno de los nazis alemanes. Posteriormente con “Hunt for the Jews: Betrayal and Murder in German-Occupied Poland”, del 2013, el historiador Jan Grabowski analiza el alcance de la participación de los católicos polacos en la Shoah, estimando que fueron directamente responsables del asesinato de alrededor de 200.000 judíos, sobre todo de judíos que trataron de esconderse cuando comenzaron las deportaciones de los nazis. Por este libro Jan Grabowski ha recibido amenazas de muerte, o al poco el gobierno polaco aprobó una ley para condenar al que afirme públicamente que polacos participaron en el Holocausto judío. Estos libros dejaron en evidencia las manipulaciones de los distintos gobiernos polacos, desde los de la etapa soviética hasta ya no digamos los actuales ultranacionalistas, ocultando los crímenes cometidos por los mismos polacos, en gran parte pueblerinos y las distintas policías polacas, también implicados Iglesia Católica, políticos, etc.
Actuaron movidos por diferentes causas: por el arraigado antisemitismo, o por estrategias políticas como en el caso de algunos comunistas polacos, o por codicia malsana para apoderarse de supuestas riquezas que en esa época todos creían que escondían siempre los judíos, o a cambio de alguna pequeña recompensa de los nazis, como dinero, comida o simplemente por quedarse con parte de la ropa que llevasen puesta sus víctimas judías. Matar judíos era tan habitual entre los palurdos polacos que se conoce al menos un caso de comunistas polacos de ciudad que fueron a ayudarles para conseguir su apoyo político o para limpiar su mala imagen entre los polacos, ya que los palurdos polacos acusaban a los polacos comunistas, no solo a los judíos, de haber traído la invasión rusa.
Durante las deportaciones de judíos a los campos de exterminio y concentración, la mayoría situados en Polonia, muchos católicos polacos veían pasar los trenes de ganado cargados con judíos, como se puede ver en la famosa película-documental Shoah, que incluye testimonios grabados en los 1980s, los católicos polacos todos muy apenados por la suerte que corrieron los judíos o diciendo que no sabían o no podían haber hecho nada, sin embargo un superviviente judío que aparece en Shoah decía que desde el tren más bien veía a los católicos polacos riéndose de ellos sabedores de que los nazis les iban a asesinar.
En Polonia también parece estar extendida la versión oficial gubernamental ultranacionalista sobre el pogromo de Kielce en 1946, ya acabada la Segunda Guerra Mundial en Europa, con la quieren echar todas las culpas a los comunistas, o no faltan polacos que continúan con los tradicionales disparates antisemitas para echar la culpa a los judíos, argumentando que no se han investigado o se han ocultado los crímenes que cometieron los judíos que provocaron los pogromos católicos.
Por lo que puede extraerse de ambos libros, en Polonia existía una sociedad clientelar, todos en connivencia o actuando en colusión contra el que no les hacía gracia, como los judíos. Cada vez que los católicos polacos encontraban una joven polaca muerta por accidente en el río, o aunque en realidad antes la hubiera violado y asesinado un católico del pueblo, los líderes judíos tenían que entrevistarse con la autoridad religiosa católica para pagarle un dineral solo para que en la misa del domingo dijera a los católicos polacos que no asesinasen a todos los judíos del pueblo con un nuevo pogromo.
En el libro «Vecinos: El exterminio de la comunidad judía de Jedwabne (Polonia)» de Gross, Jan T. se puede encontrar el testimonio de una superviviente judía polaca de uno de los varios pogromos que se produjeron en Polonia a partir de 1945 tras la derrota de la Alemania nazi y el comienzo del comunismo: «Desde la ambulancia escuché los comentarios del soldado que nos escoltaba y de la enfermera que nos llamaban chusma judía, a la que ellos tenían que salvar, y que no deberían hacerlo porque nosotros habíamos asesinado a niños, y que había que fusilarnos a todos. Nos llevaron al hospital de S. Lázaro en la calle Kopernika. Primero me llevaron a la sala de operaciones. Después de la intervención apareció un soldado, que dijo que, una vez concluida la operación, iba a llevarse a todo el mundo a la cárcel. Golpeó a uno de los judíos heridos que aguardaban a ser intervenidos. Nos apuntaba con una pistola y no nos dejaba ni beber un trago de agua. Al cabo de un rato aparecieron dos ferroviarios y uno dijo: «Es un escándalo que un polaco no tenga el valor civil necesario para atizar a una persona indefensa», y golpeó a uno de los judíos heridos. Uno de los enfermos ingresados en el hospital me golpeó con una muleta. Las mujeres, incluso las enfermeras, permanecían detrás de la puerta amenazándonos y diciendo que sólo esperaban que acabara la operación para destriparnos.». El autor añade que una gran parte de los cabecillas polacos comunistas fueron los mismos que estuvieron colaborando con los nazis, fueron reciclados y no podían ser otra cosa distinta a simples sinvergüenzas o mercenarios políticos sin ninguna ideología o que se vendían al mejor postor. La única fuerza que podía mantener unida la disparatada sociedad católica polaca no podía ser otra que el antisemitismo o la negativa a admitir los numerosos robos y crímenes contra los judíos que una gran parte de los palurdos católicos polacos cometieron durante la invasión nazi, cuando llegaron al paroxismo después de un contínuo antisemitismo de muchos siglos antes. Entre los pocos católicos polacos que ayudaron a los judíos, a los que se les ocurrió decir en público que habían ayudado a judíos o cuando lo sabían los otros vecinos del pueblo, les amenazaban y coaccionaban contínuamente hasta conseguir que cambiase de pueblo, luego si en el otro pueblo o ciudad provinciana un antiguo vecino palurdo católico les reconocía por la calle enseguida se «chivaba» a los palurdos católicos del nuevo pueblo, que volvían a amenazarles hasta obligarles a cambiar otra vez de pueblo. Naturalmente, en esta pintoresca sociedad clientelar palurda católica polaca no existía ningún pensamiento sobre tener que devolver lo que les robaron a los judíos. Los obreros polacos, en aquel entonces ya todos comunistas por fuerza, hicieron una huelga cuando se supo que las autoridades comunistas iban a condenar a los palurdos asesinos católicos polacos del conocido pogromo de Kielce, uno de los que fue provocado simplemente por un cuento que se inventase un niño polaco sobre secuestros y asesinatos de los judíos, por el cuento infantil en este pogromo de Kielce asesinaron a 45 supervivientes judíos que esperaban regresar a sus viviendas y negocios que les robaron los palurdos católicos polacos: «El 10 de julio [de 1946] se convocaron asambleas en varias fábricas de Łódź para condenar a los culpables del pogromo de Kielce. La gente era reacia a firmar una declaración de rechazo. No obstante, dichas declaraciones fueron publicadas al día siguiente en los periódicos. El hecho dio lugar a una serie de huelgas de protesta. Los primeros en declararse en huelga fueron los obreros de las Hilaturas de Łódź y de las fábricas Scheibler y Grohman, a los que se unieron trabajadores de Buhle, Zimmerman, Warta, Tempo Rasik, Hofrichter, Gampe y Albrecht, Gutman, Dietzel, Radziejewski, Wejrach, Kinderman, Wólczanka, y de dos talleres de costura. Al principio los huelguistas exigieron que se corrigieran las informaciones falsas, según las cuales los obreros de las fábricas presuntamente habrían firmado esas declaraciones de rechazo; pero luego añadieron otra exigencia, a saber, que se liberara a los condenados [fueron condenadas a muerte catorce personas en un juicio sumarísimo]. Los huelguistas estaban muy agitados; se recurrió a la violencia contra los que propusieron que se reanudara el trabajo… Este tipo de reacción de los trabajadores fue bastante habitual en el resto del país. La mayoría de los obreros se negaron a votar a favor de la condena contra los autores del pogromo. En Lublin, durante una asamblea celebrada para tratar de este asunto a la que asistieron 1.500 ferroviarios, la gente se puso a gritar: «¡Abajo los judíos!», «¡Es una vergüenza que lleguen a defender a los judíos!», «Bierut [presidente del país por aquella época] no se atreverá a condenarlos a muerte», y «Wilno y Lwów tienen que ser nuestras»».
Fue en Europa del Este donde se producían los pogromos de épocas más recientes, que en el resto de Europa ya estaban olvidados o eran propios de la Edad Media, o también fue en Rusia donde apareció el libro más famoso entre los libelos antisemitas, “Los protocolos de los sabios de Sión”, que se extendió como la pólvora por todos los tradicionales antisemitas occidentales, por ejemplo en España Onésimo Redondo, uno de los 3 grandes grandes líderes históricos del partido fascista español, junto a José Antonio, un aristócrata que fue elegido, o quizás impuesto, por los empresarios y clases altas españolas, y el más filonazi y nihilista Ramiro Ledesma… mientras que el dictadorzuelo Franco, para los fascistas y nazis españolas más energúmenos, más bien sería un mindundi. Pues este fundador de Falange, el partido tradicional fascista español, publicó la traducción al español más conocida del famoso libelo, estamos hablando del líder fascista que quizás era el más católico o quizás el que más se empecinaba en cumplir lo que inculcaba el catolicismo, muy cercano a la secta de los jesuitas, la secta ultracatólica que cortaba el bacalao en la España de esa época, el propio cardenal Herrera Oria, el líder de los jesuitas, le enchufó en un trabajo como traductor en una universidad alemana, en los años del auge del nazismo. La acusación más clásica contra los judíos, o también contra los masones, sobre todo por parte de los fascistas y nazis, es creer en conspiraciones antisemitas a partir del concepto general de que los judíos buscan el poder económico, por ejemplo mediante las multinacionales judías conspiran para hacerse con el control del planeta Tierra y hacer lo que quieran sin que nadie les diga nada, como las violaciones y los sacrificios de niños para adorar al Demonio, además la conspiración de los dineros es compartida con los comunistas y demás antisemitas. Pero el relativamente reciente antisemitismo más criminal no tanto comenzó con los criminales nazis alemanes, así también es como aparecían los judíos en uno de los dibujos cómicos antisemitas más conocidos, del año 1893 en el periódico antisemita francés La libre parole, fundado por el Édouard Drumont, con una caricatura sobre la «ambición judía» de dominar el mundo, con un judío de aspecto estereotipado, con los bolsillos llenos de dinero y con sus garras agarrado al planeta Tierra («Su patria», se lee al pie). Uno de los mejores libros para intentar explicar lo que ocurría durante el nuevo resurgir del antisemitismo en esta época, a finales del siglo XIX, es «A vueltas con la cuestión judía» (2011) de Elisabeth Roudinesco, conocida psicoanalista francesa, judía de origen rumano. Aunque la autora es de izquierdas, como lacaniana que es, no es una lectura que parezca comunista ni del enrevesado psicoanálisis, más bien transmite un gran conocimiento. La tradicional discriminación de los judíos, más bien religiosa, habría pasado a odio visceral a mediados del siglo XIX precisamente en la culta e ilustrada Francia. Sorprendía que en Francia hubiera tantos intelectuales antisemitas o los que colaboraron aportando sin pretenderlo otro argumento para los antisemitas, además lo mismo los que se sumaban a la causa eran de izquierdas que de derechas, o ateos, católicos, protestantes, o muchos de estos eran judíos que renegaban de ser judíos. No pocas veces se contradecían, o entre ellos utilizaban los argumentos de otros aun siendo de ideologías incompatibles, su único nexo en común era el antisemitismo. Otras veces manipulaban reinterpretando a su manera a escritores muy populares como Victor Hugo, o al mismo Nietzsche, cuando en realidad criticó duramente a los antisemitas y a los que utilizaban sus libros para justificar el odio a los judíos. Pero la tomaron con los judíos, les dio por ahí, lo mismo que les pudo haber dado por darse cabezazos contra las paredes o por chupar bombillas, y no había forma de quitárselo de la cabeza. Razonaban su odio contra los judíos con justificaciones o expresiones cultas y científicas, pero naturalmente con unas bases absurdas, y llegaban a justificar cualquier error propio o de causa desconocida como otra vez con origen en los judíos.
Es el caso del francés antisemita Drumont, según la autora su libro «La Francia judía» todavía hoy forma parte de «la trilogía del odio» junto con el «Mein Kampf» de Hitler y «Los protocolos de los sabios de Sión». Hitler sería el que llevó al extremo o hizo realidad el deseo de todo este antisemitismo que se inició en la culta Francia, aunque la mayoría de los franceses en principio no albergaban fines tan criminales, eran más intelectuales o teóricos. Igual de sorprendente es que hoy día, en pleno siglo XXI, aun con internet y con tantos avances, tengan cabida estas ideas tan anacrónicas, repitiendo los mismos argumentos absurdos sin fundamento alguno. Francia pasó de ser el país de la Ilustración, de la Revolución, de la República y la democracia, a dejarse arrastrar por esta panda de reaccionarios, monárquicos absolutistas, ultranacionalistas, racistas católicos y cristianos, llevando a Francia hacia una vuelta atrás en el tiempo hasta algún punto de la Historia que considerasen ideal, en el caso de Francia a la Edad Media, como los fascistas y nazis españoles, si bien estos locuelos españoles también dan muchos otros saltos espacio-temporales, probablemente con tecnología alienígena, incluyendo viajes a la antigua Roma, o a los tiempos celtas de las brujas o druidas de su raza aria superior de los gallegos, o seguramente muchos otros van a otros planetas donde residan ahora los nazis de los OVNIs de Hitler. Según Roudinesco, «Aunque se proclama europeo en su cruzada contra los Judíos, Drumont califica de judío todo lo que no es «francés». En consecuencia, los inmigrantes son Judíos. Pero esto no basta. Para que un no Judío pueda equipararse a un Judío, tendrá que ser o francmasón, o ateo, o republicano, o protestante, o jacobino. Así, Cambacérès es considerado judío porque se considera francmasón, y lo mismo sucede con Léon Gambetta, porque es republicano y de origen italiano. Por obra y gracia de este razonamiento, Francia estaba «judaizada» por los cuatro costados, toda vez que, por culpa de Voltaire y del abate Grégoire —el primero por anticristiano y el segundo por apóstata —, los Judíos se apoderaron de todo a causa de su emancipación», con este último término está refiriéndose a la tendencia entre los judíos de la época por integrarse en las sociedades laicas de los estados europeos, vistiendo y comportándose como los europeos del país, incluso ser ateos. La emancipación fue una costumbre común entre los judíos o una actualización a los tiempos que a la postre les supuso que les fuese aun peor, comparado con lo que vivieron anteriormente en Europa. Los fascistas y nazis actuales no son distintos de aquellos criminales que llevaron a Europa al precipicio, los que tiraron todos los valores europeos por la borda, les daba igual ya que ellos mismos junto con sus ideologías o creencias estarían por encima de todo, para conseguir sus fundamentalistas objetivos finales no importaban los medios. Elisabeth Roudinesco menciona en su libro no solo los orígenes del antisemitismo, también del negacionismo o la equiparación de antisionismo con antisemitismo, lo que une a diversas ideologías aparentemente antagónicas: a los islamistas que apoyan a grupos terroristas árabes, a fascistas, a neonazis, a izquierdistas, a anarquistas, etc., por ejemplo el conocido gurú de la izquierda Noam Chomsky es un ferviente antisionista que escribió el prólogo de un libro del antisemita Robert Faurisson, el libro que dio origen al negacionismo más moderno o de su justificación intelectual. No hay que olvidar que los comunistas y los anarquistas, los de todo el mundo y también los españoles, no solo suelen creer todos los disparates que va soltando Chomsky, también suelen repetir lo de la conspiración mundial de judíos y judeomasones, por ejemplo a través de sectas secretas como el archifamoso Club Bilderberg. Quizás los comunistas están algo más centrados en la parte del dominio económico mundial mientras que los fascistas y nazis, o los ultracatólicos, gustan más mezclarlo todo en esas mismas conspiraciones, es decir, mezclan los dineros con el control político, con el de la salud de la población y el control mental mediante las farmacéuticas, también con el ocultismo, los poderes paranormales, o con los secuestros, orgías, violaciones de niños y sacrificios humanos para las invocaciones al Demonio, o con la teoría de «el gran reemplazo», un gran plan mundial con el que judíos y masones, junto con sus afines de partidos de izquierdas, aunque otros nuevos antisemitas como los perturbados americanos de QAnon denominan a todos estos con el eufemismo de «las élites», quieren exterminar a la raza blanca mediante sus políticas laxas con los inmigrantes, con el aborto, con los homosexuales, etc. Otros curiosos casos de negacionistas son varios anarquistas de izquierda que se convirtieron en fervientes negacionistas del Holocausto, repitiendo idénticos disparates que los neonazis, como Paul Rassinier, y eso que fue deportado al campo de concentración nazi de Buchenwald por socialista y anarquista. Pero ahora mismo los fascistas y nazis, junto con los ultracatólicos y algunos otras de la derechona, ahora están más centrados en ir contra comunismo, parece ser que se han olvidado o han dejado aparcado a los judíos, aunque lo que ocurre ahora con su ideología antimasónica no está muy claro, sobre todo en España donde tradicionalmente la conspiración judeomasónica se centra principalmente contra los masones. Seguramente todas estas ideologías ahora se han unido o ha facilitado muy mucho este nuevo frente mundial contra comunismo a partir de diarreas mentales de las sectas evangélicas americanas, las de la central protestante en Estados Unidos, porque arrastran a cientos de millones de adeptos muy energúmenos y obedientes cuan vulgar ultracatólica española. A estas nuevas sectas evangélicas las ha dado muy fuerte contra comunismo, en lo que todo indica es una cruzada contra comunismo que han montado, también son más que energúmenos homófobos y machistas, sus líderes sectarios inculcan que los judíos son sus iguales y que cuando Israel destruya a todos sus enemigos, y los judíos se conviertan al cristianismo, sólo entonces ocurrirá la segunda venida de Jesucristo que salvará a los evangélicos buenos y a los judíos convertidos. y muy amigos de pedir “mano dura” a militares y policías, de acabar con moros, etc., casi que son peores que los fascistas y nazis españoles, encima en España dan aun más miedo al parecer bichos muy raros por ser de un cristianismo ajeno al ultracatolicismo que es lo único cristiano que conocen los españoles. Claro está, la derecha de Israel está encantada, porque a nadie le amarga un dulce.
En el caso particular de España, en principio actualmente, o hasta ahora, solo los fascistas y neonazis españoles más energúmenos son los que siguen siendo antisemitas con descaro, por ejemplo como el que muestra la falangista Isabel Peralta, que recientemente se hizo famosa por un discurso público antisemita más que descarado, o luego la falangista neonazi continuó cuando fue expulsado de Alemania, a donde fue para aprender con neonazis de esos muy violentos que todavía andan por allí, o también publicaron un vídeo donde aparece con un discurso pro-palestino, junto a un grupo de neonazis españoles, en el que arengaba a los terroristas palestinos, haciendo apología del terrorismo contra Israel, o contra los judíos. La primera vez que los españoles se encontraron con alguna información objetiva sobre algunas de las cosas que hicieron los fascistas y nazis españoles durante la Guerra Civil y la dictadura fascista bien pudo ser el libro “Los últimos españoles de Mauthausen”, el bestseller español que publicó Carlos Hernández en el año 2015, con el que se pudo conocer lo que les ocurrió a los republicanos al acabar la Guerra Civil, además de otros muchos hechos históricos, por ejemplo, en este mismo libro aparece mencionado un entonces periodista Manuel Aznar, el abuelo del ex-Presidente del Gobierno Aznar, que escribía artículos sobre la invasión de su querida Alemania nazi poco antes de convertirse en un importante diplomático del régimen fascista, un ascenso meteórico tras cambiar de bando, antes pertenecido al partido nacionalista o separatista vasco. Tras la invasión de Francia por parte de la Alemania nazi de Hitler, en el diario ABC escribió lo siguiente para los fascistas españoles: «Legiones de judíos y de masones cayeron sobre el pueblo francés como sobre un botín inmenso y allí hicieron cebo y carne para sus apetitos». El nieto de Aznar, ex-Presidente del Gobierno, también una vez fue un fascista incondicional. Siendo adolescente escribió una apasionada carta para un panfleto falangista, que lógicamente le publicaron al ser de una familia fascista tan influyente. Carta con la que reivindicaba una vuelta al falangismo original o el del cabecilla fascista José Antonio, ideal ideal, valga la redundancia, que Aznar afirmaba se había perdido con los años. Poco después de la derrota nazi, hasta los falangistas originales tuvieron un lavado de imagen haciéndose los desconocedores de los métodos que emplearon sus antiguos camaradas nazis alemanes. Muy diferente era su actitud antes de la derrota nazi, el régimen franquista seguía sus consignas más fundamentalistas, basadas en el falangismo filonazi original y en el ultracatolicismo, o un catolicismo muy particular o propio de estos fascistas españoles, que principalmente se basan en rancios pasados medievales e imperiales ultracatólicos españoles y de una entonces muy ultracatólica secta de los jesuitas españoles, identificando a los judíos con seres oscuros y codiciosos vinculados a la Internacional Comunista, aparte de la tradicional acusación de que ellos fueron los asesinos de Cristo, si bien la mayoría de estos fascistas españoles la tomaron más bien contra los masones, seguramente porque judíos españoles casi no había en la península o no los suficientes como para que el disparate fuese creíble. Si bien, distinguían entre judíos españoles o sefardíes, que de alguna manera estarían bendecidos por los fascistas españoles, muy diferentes al resto de judíos o los askenazis. Manuel Aznar era un aficionado comparado con otros periodistas fascistas españoles, que directamente ensalzaban las medidas discriminatorias y represivas contra el pueblo judío adoptadas por la Alemania nazi, con lindezas como la siguiente: «Si es la raza perseguida, es por la maldición divina que lleva encima y por eso se ocultan entre los demás pueblos, y ningún judío quiere que se le llame judío (…). Esos judíos que en Francia, Grecia, Turquía, Italia y costas africanas preparan sus maletas, son un indicio de aquel viejo tesón español de no admitir jamás lo antiespañol y de reconocer solo lo español y cristiano». Un periodista española que estaba con los nazis españoles o falangistas voluntarios de la División Azul informaba al resto de los españoles desde Rusia: «(Los rusos) no tienen concepto de Patria, ni siquiera de universalidad; solamente son capaces de considerar muy levemente los acontecimientos que ocurren en el instante. En eso se parecen a los monos y son, desde luego, el último estrato que separa al hombre de la piedra (…). El contraste con esta infrarraza produce dos sentimientos en el español. El primero es de desprecio y el segundo de conmiseración. Está visto que los mediterráneos no somos capaces sino de una crueldad pasajera, todo lo fuerte que se quiera, pero sin refinamientos de últimas consecuencias. Los rusos nos buscan porque hallan en nosotros compasión. Y hasta los judíos, que en su carne pagan todos los pecados de su estirpe maldecida, tienen una mirada tierna de perro apaleado cuando el soldado español no le maltrata sin motivos»… es decir, aunque ellos mismas admitan que son fascistas y muy amigos de los criminales nazis, o aun siendo igual de asesinos, pero ellos serían un primor o unos Perlas del Caribe. Un coronel falangista de la División Azul, el coronel García Navarro, que mandaba el último grupo de voluntarios españoles en el frente ruso, dijo lo siguiente cuando la dictadorzuela Franco las ordenó volver a casa con mamá: «Nuestra Patria está de luto porque se ve obligada, en un azar transitorio de las circunstancias de la guerra, a obedecer a sus propios enemigos; a los que, en la hora actual y en la continuidad de la Historia, nos trataron siempre de herir y de mermar. Es un momento amargo del que solo unos miserables y canallas se pueden alegrar. ¡Que nadie ignore el alcance de este hecho! Se regresa en contra de nuestra voluntad, así como del sentimiento de la mejor parte de nuestro país. ¡España se ve obligada a acceder a la imposición extranjera! (…). Es la imposición de Inglaterra y Estados Unidos, agotando todos los medios a su alcance, la que nos obliga a regresar».
Los sefardíes volvieron a ser conocidos en España a principios del siglo XX tras unas expediciones al extranjero, primero del doctor Pulido en el verano de 1903 por los países del Danubio, y más tarde por los militares de Marruecos, a los que les llamó mucho la atención que algunos judíos les hablasen en un español antiguo. Poco después, sefardíes recibieron la nacionalidad española gracias al ex-dictador militar Miguel Primo de Rivera, el padre del gran líder y uno de los fundadores del partido fascista Falange, José Antonio Primo de Rivera. Este falangista no fue el más antisemita y filonazi de los 3 fundadores de Falange, probablemente porque su padre, el dictador Miguel Primo de Rivera, aprobó por el Directorio Militar el 20 de diciembre de 1924 un decreto “sobre concesión de nacionalidad española por carta de naturaleza a protegidos de origen español”. Según se puede leer en Wikipedia, la política de la Dictadura de Primo de Rivera sobre los sefardíes ha sido llamada por Joseph Pérez y por Gonzalo Álvarez Chillida como “filosefardismo de derechas” o “filosefardismo derechista”. Este, según Pérez, habría surgido entre los militares africanistas destinados en el Protectorado Español de Marruecos que despreciaban a los “moros” y que por el contrario consideraban a los judíos sefardíes mucho mejor educados y «medio españoles». Esta idea ya fue recogida por el diplomático José Antonio de Sangroniz en su libro Marruecos publicado en 1921 y desarrollada en La expansión cultural de España de 1926 en el que adopta las posiciones de Ángel Pulido Fernández de acercamiento a los sefardíes, un político de derechas aunque al parecer próximo a la masonería o al menos perteneció a la Institución Libre de Enseñanza, institución del estado durante los gobiernos liberales para sacar de la incultura y del analfabetsimo a los españoles de las clases bajas, en aquel entonces un gran número de la población española. La Liga Nacional Antimasónica y Antisemita fue una organización antimasónica y antisemita española fundada en 1912 por el católico y carlista sevillano José Ignacio de Urbina, que destacó por su oposición a la campaña filosefardí del doctor Ángel Pulido Fernández y recibió el apoyo de veintidós obispos mediante cartas publicadas en el periódico de la Liga El Previsor, dirigido por el propio Urbina entre mayo de 1912 y febrero de 1918. Ángel Pulido es el artífice de la idea de estrechar lazos con los judíos sefardíes, que todavía conservaban una lengua española antigua, el ladino y otras variantes, en el Norte de África y en los Balcanes, todos descendientes de judíos españoles que hasta aquel entonces eran totalmente desconocidos por los españoles. Por su parte el también diplomático José María Doussinague elaboró en 1930 un informe titulado Sefarditismo económico en el que afirmaba que los judíos sefardíes eran superiores a los askenazíes al tener mezclada su sangre con los castellanos y propugnaba utilizarlos como arma de penetración comercial en los Balcanes. El diplomático y escritor Agustín de Foxá también apoyó la causa sefardita e incluso le dedicó algunos poemas, como el titulado El romance de la casa del sefardita. Uno de los militares africanistas filosefardíes fue, según Gonzalo Álvarez Chillida, Francisco Franco como lo prueba el artículo “Xauen la triste” que escribió para la Revista de tropas coloniales en 1926, cuando tenía 33 años y acababa de ser ascendido a general de Brigada. En el artículo resaltaba las virtudes de los judíos sefardíes con los que había tratado que contrastaba con el “salvajismo” de los “moros”. En su guión de la película Raza (1942) aparece un episodio en el que se refleja este filosefardismo, el protagonista visita con su familia la sinagoga de Santa María la Blanca de Toledo y allí dice: “Judíos, moros y cristianos aquí estuvieron y al contacto con España se purificaron”. Según afirma Álvarez Chillida, “Para Franco, como vemos, la superioridad de la nación española se manifestaba en su capacidad de purificar hasta a los judíos, convirtiéndolos en sefardíes, bien diferentes de sus demás correligionarios”, es decir, los askenazis ya no serían judíos buenos. El filosefardismo de Franco se ha intentado explicar por sus supuestos orígenes judeoconversos –que algunos han relacionado incluso con su devoción a Santa Teresa de Jesús, de familia conversa, con cuyo «brazo incorrupto» dormía y viajaba porque le daba suerte y además porque se creía un iluminado con el derecho a poseerlo- pero no hay ninguna prueba al respecto –al parecer el nazi Heydrich, jefe de una especie de servicio secreto del partido nazi, ordenó una investigación sobre la ascendencia judía de Franco, sin ningún resultado-. De todas formas el filosefardismo del general Franco no afectó a su política de mantener España libre de judíos, salvo en sus territorios africanos. Antes del golpe de estado fascista, la mayoría de los judíos españoles residían en Ceuta y Melilla, la gran mayoría sefardíes descendientes de los expulsados por el decreto de los Reyes Católicos, que aun conservaban las trazas de su cultura hispana y hablaban jaquetía, el particular dialecto del norte de Marruecos, incluidas las ciudades de Ceuta y Melilla, del idioma judeoespañol que hablan los judíos sefardíes de la zona. Llegaron en una disposición cultural y económica suficientemente holgada como para prosperar casi de inmediato, y para hacer prosperar a estas ciudades españolas. La totalidad de ellos alcanzó la nacionalidad española en épocas recientes, primero durante el muy breve periodo de la Primera República, la primera intentona de una democracia en toda la Historia de España a finales del XIX, y luego hubo una segunda gran oleada migratoria a partir de 1903 a causa del antisemitismo durante unas guerras entre moros en Marruecos. En realidad, en Franco se puede encontrar a un personaje con doble moral con respecto a los judíos, como cuando ordenó a los muy antisemitas filonazis falangistas que dejasen de asesinar y torturar a los sefardíes españoles de Ceuta y Melilla al comienzo del golpe militar porque se lo pidieron unos banqueros judíos del Norte de Africa que le prestaron una parte del dinero para su golpe de estado, luego escribía contra los judíos en sus escritos antimasónicos anónimos con el seudónimo de Jakim Boor, seudónimo para burlarse de los masones, Jakin y Boaz son los nombres con los que los masones designan a las dos columnas simbólicas situadas a la entrada de la logia, a imitación de las que suponen que el maestro arquitecto Hiram colocó ante el vestíbulo del templo de Jerusalén (Jakin a la derecha, y Boaz a la izquierda). Es bien conocido que el dictador Franco la tomó especialmente con los masones, los trató de exterminar, porque pensaba eran una minoría o élite puesta por los judíos para conspirar contra España o contra el mundo, si bien también es conocido que él mismo intentó ser admitido en la masonería española, por dos veces, para imitar a su hermano pequeño Ramón, el verdadero héroe de la familia, o a su padre que también simpatizaba con la masonería, siempre la elogiaba mientras que a su hijo Franco lo trataba de trasto inepto. Los fascistas asesinaron a alrededor de 2000-2500 masones españoles de los 5000-7000 que había en total, si bien también acusaron bajo el amparo de sus leyes antimasonería a muchos más republicanos, como los funcionarios maestros laicos de la Institución Libre de Enseñanza. Aparte, también durante la dictadura los fascistas incluyeron a los judíos en las mismas leyes antimasonería, tampoco podían ejercer de médicos, dentistas, etc. A los judíos del bando republicano les encarcelaban o asesinaban igual que a los demás republicanos españoles.
En general, aunque sí que se podría decir que los judíos españoles no padecían las mismas discriminaciones que los masones, según testimonios de los judíos españoles y de los pocos judíos extranjeros que lograron refugio en la España fascista, hubo de todo. Durante los primeros días del golpe de estado fascista asesinaron o torturaron a varios judíos de Ceuta y Melilla, con los falangistas actuando igual que nazis alemanes, sobre todo contra los judíos de izquierdas, un judío español recordó que unos falangistas raparon a un mendigo judío para dibujarle en la cabeza una cruz cristiana; a los judíos que llevaron a campos de concentración españoles les dieron la opción de quedar libres, y luego unirse al bando fascista «voluntariamente», pero según el testimonio de un superviviente les daban un palo para que hicieran como que disparaban, para que los fascistas supieran desde donde disparaban los republicanos; otros judíos se salvaron de la cárcel o de ser asesinados al explicar a los fascistas que les habían confundido con masones; o los conocidos líderes judíos Fortunato Benarroch y Samuel Sequerra recibieron amenazas de los falangistas y nazis alemanes; también los fascistas robaron dinero, negocios y bienes o pidieron a las comunidades judías españolas que donasen grandes sumas de dinero “voluntariamente”, dinero que fue parte del que destinaron a financiar a los 50.000 falangistas españoles de la División Azul que fueron a ayudar en la Operación Barbarroja de la Alemania nazi, los falangistas españoles suponían que iban a unas vacaciones pagadas en Rusia, aunque muy pronto vieron que “pintaban bastos”, casi cuando llegaron, y Franco les ordenó volver. Cuando España firmó los pactos militares con Estados Unidos a partir de 1953, los fascistas o Franco obligó a denominarle «el salvador de los judíos”, llegando a ordenar a un verdadero salvador, el embajador español en Hungría Ángel Sanz Briz, decir a las autoridades de Israel que actuó bajo las órdenes de Franco. El régimen realizó una intensa campaña internacional de propaganda, un cuento que muchos judíos creyeron, y seguramente muchos lo siguen creyendo. Poco antes de la firma de los pactos, los fascistas españoles llegaron a hacerse muy amigos de los países árabes aprovechando sus ideologías comunes antisemitas y por el petróleo, Franco llegó a enviar a falangistas, armas y aviones nazis cazas y bombarderos, que le vendió la Alemania de Hitler, para ayudar a los países árabes durante la Guerra de Independencia de Israel de 1.948 hasta 1.953.