El peregrinaje judío en Túnez se celebra en su mínima expresión por la guerra en Gaza

Interior de la sinagoga La Ghriba en Djerba, Túnez Foto: Issam Barhoumi Wikimedia Commons CC BY-SA 4.0

El peregrinaje judío de la Ghriba, en la isla tunecina de Yerba (sur), no es ajeno a la guerra entre Israel y el grupo terrorista Hamás en la Franja de Gaza, a más de 2.000 kilómetros de distancia, y este año se celebra en su mínima expresión pese al fervor de los fieles. La organización anunció suspender las festividades y mantener únicamente su ceremonia religiosa.

En 2023, este templo, uno de las más antiguos del continente africano, fue escenario de un ataque con armas de fuego en el que fueron asesinados dos peregrinos, un francés y un tunecino de nacionalidad israelí, y tres miembros de las fuerzas de seguridad. Aunque las autoridades dijeron desde el inicio que no se trataba de un atentado «terrorista» todavía no han revelado los resultados de la investigación sobre su autor, un agente de la Guardia Nacional Marítima.

Si hasta ahora la romería atraía a más de 6.000 personas llegadas de todo el mundo, tan sólo una treintena de ellos ha desafiado el miedo para unirse a las oraciones y reencontrarse con esta santa misteriosa, la legendaria Ghariba, cuya tasa de milagros es infalible según sus devotos.

René Trabelsi, antiguo ministro de Turismo y tercer responsable de confesión hebraica en la historia del país, asegura que la convivencia entre musulmanes y judíos en este enclave sigue intacta y no se ha registrado ningún incidente desde el inicio del conflicto desatado por el sanguinario ataque perpetrado por Hamás contra las comunidades israelíes el pasado 7 de octubre.

«En Marruecos se han anulado dos peregrinajes a pesar de que mantiene relaciones con Israel (al contrario que Túnez, donde la normalización es considerada un crimen de «alta traición» por el presidente Kais Said). Las personas son reticentes a viajar durante este periodo tan delicado. Vamos a rezar y rezar para que esta guerra cese y que los hombres entren en razón», defiende Trabelsi.

Esta cita anual no sólo es un momento de encuentro para las diferentes comunidades judías, insiste, sino un movimiento económico que transforma por completo la isla y favorece a los comercios de la región gracias a la multiplicación de las pernoctaciones, entre 30.000 y 40.000 de media.

Fieles entre dudas y fe

Las hermanas Nicole, Sabrine y Mireille llegan de París arrastrando todavía sus maletas desde el aeropuerto pero también el «trauma» vivido en su última visita, del que fueron testigos en primera fila. La mayor de ellas, Nicole, relata con picaresca haber ocultado el viaje a sus hijos hasta el último día después de convencer al resto del clan de acompañarla.

«Teníamos un nudo en el estómago. No sabíamos si venir o no y en el último momento decidimos que no podíamos no venir. Vinimos durante la intifada, después del atentado… siempre hemos venido. Lo necesitábamos, nos llenamos de vitaminas y de bendiciones para todo un año», afirma esta sexagenaria.

Junto a ella, Sabrine encadena las videollamadas con sus hijos y nietos para iluminar las velas que portarán sus deseos. «El próximo año estaremos todos juntos aquí si dios quiere», se despide emocionada.

Para Perez Haddad, miembro del comité organizativo, la Ghriba y Túnez forman parte de su identidad a partes iguales y asegura que «este es su lugar seguro» gracias a la protección de las fuerzas de seguridad.

«Tenemos mucho trabajo por hacer para devolver la esperanza a los fieles y que todo vuelva a ser como antes. Todavía nos duelen las muertes de las dos personas judías pero también de los policías. Es la tercera vez que la Ghriba es blanco de atentados- en 1985, 2002 y 2023- aunque Dios está aquí para protegerla y no la abandonaremos pase lo que pase», confiesa este joven.

En el barrio de Hara Saghira (en árabe Barrio pequeño), que acogió los primeros judíos y hoy es hogar de la comunidad ortodoxa, y Hara Kabira (Barrio grande) todavía residen un millar de personas de los cerca de 100.000 judios que vivían antes de la independencia (1956) en todo el país.

A pocos metros de allí, entre calles laberínticas cubiertas de grafitis, los visitantes, en su mayoría franceses en busca de un destino agradable y económico para su retiro, lamentan no poder acudir a este evento conocido por su misticismo y sus serenatas interminables. EFE y Aurora

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