El nuevo desgaste  

27 abril, 2022 ,
Vista exterior de la mezquita Al-Aksa - Foto: Wikipedia - CC BY-SA 4.0

Elías Farache S.

No se puede decir que hay sido exitosa en cuanto a destruir el país, o minar su determinación a sobrevivir y superarse. Pero siempre ha conseguido molestar. Impedir un mejor presente que augure un futuro más feliz. Importunar y cansar.

Hoy en día estamos ante una nueva situación de desgaste, de conflicto de baja intensidad que puede incrementar su violencia en cualquier momento. Una reacción que se escape de las manos a Israel, provocada o no, puede incendiar el Medio Oriente y todas las comunicaciones del mundo. Israel se cuida de ello, con lo cual aparenta debilidad. Hamás y otros extremistas aprovechan la situación y simulan tener control de su situación interna y del comportamiento del enemigo sionista.

La situación en los actuales momentos parece ser descifrable. Los extremistas de Hamás, desde Gaza y en donde se encuentren, controlan las acciones violentas que se puedan desarrollar en la mezquita de Al-Aqsa. Creen que sus demandas serán aceptadas en base al temor de una escalada en la mezquita. Se atribuyen entonces ser los dolientes de Jerusalén, y en forma remota ser capaces de modular las reacciones de Israel. Los extremistas se presentan como los guardianes eficientes de la Jerusalén que reclaman a Israel.

Entre los disturbios y los atentados homicidas que sólo en el último mes cobraron la vida de quince inocentes y desafortunados vía andantes, los extremistas someten a Israel a un desgaste fastidioso, difícil de evitar y cuya escalada pudiera ser peor. Además, de vez en cuando han lanzado algún que otro cohete desde Gaza, como muestra simbólica de su capacidad de fuego y con un ánimo más de propaganda interna que de querer lograr la condenable reacción israelí que resulta una victoria mediática y una destrucción lamentable.

Mientras la Autoridad Palestina necesita de un sucesor para Mahmoud Abbás, algo que se augura para el futuro no tan lejano, es evidente que las posiciones extremas, aquellas que incomodan a Israel, son vistas por quienes pretenden el liderazgo en la calle palestina como aquellas que les han de ganar popularidad y fuerza. En una situación geopolítica cuando varios países árabes tienen relaciones con Israel, hay quienes opinan que muchos en el mundo palestino quisieran optar por posturas negociadoras y moderadas, que pudieran aliviar el drama de una población sometida a principios fallidos de gobierno. Pero la verdad parece ser que las intransigencias, las acciones de fuerza y de arrojo suicida son capitalizadas todavía en mayor medida.

El desgaste que pretende aplicarse y que se viene aplicando es evidente. El gobierno de Israel se ve en la disyuntiva de aplicar mano dura y perder la coalición que tiene en su seno a un partido árabe, o ceder sin miras a ningún éxito que vaya algo más allá de mantener un desagradable status quo. Como de costumbre, Israel elige entre lo malo y lo peor. En tal situación, lo malo es bueno. Una escalada de violencia, quizás inevitable en algún momento, nunca es algo agradable ni tentador.

Israel tiene varios problemas encima. Uno de ellos es la eventualidad cierta de nuevas elecciones. El otro, la carrera nuclear de Irán que no parece pueda ser detenida y constituye un peligro serio y anunciado para su misma existencia. La estrategia del conflicto de baja intensidad, de guerra de desgaste es molesta y compleja de atender.

El desgaste no ha de lograr ningún objetivo mayor. Quienes lo aplican disfrutan de enfurecer a los israelíes, de hacer perder tiempo al enemigo. El desgaste no desgastará a Israel. Y la política del desgaste nunca termina de gastarse.

¡Qué Medio Oriente complicado! Aquel repleto de oportunidades perdidas. Que no se gastan, pero desgastan.

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