El nacimiento del Estado de Israel conservado en un salón de Tel Aviv

David Ben Gurion lee la Declaración de Independencia Foto: Rudi Weissenstein Ministerio de Exteriores de Israel GPO Dominio Público Wikimedia

Tres micrófonos y dos banderas israelíes flanqueando el retrato del fundador del sionismo, Theodor Herzl, siguen hoy dispuestos en un salón de una de las primeras casas de Tel Aviv, exactamente como los prepararon aquel viernes de 1948 para leer la declaración de Independencia del Estado de Israel.

Eran las cuatro de la tarde del 14 de mayo, día 5 del mes Iyar según el calendario hebreo que los israelíes celebrarán este 19 de abril, y el edificio, situado en el icónico bulevar de Rothschild, desde donde hoy se divisan rascacielos, congregó a más de 400 personas, muchas más de las invitaciones entregadas.

Declararla en Jerusalén estaba descartado, inmersa en combates tras la aprobación del Plan de Partición de 1947 que dividió el Mandado Británico de Palestina, rechazado por los árabes.

Así que buscaron localizaciones seguras en Tel Aviv, ciudad fundada en 1909 antes de la creación del propio Estado, donde la que fuera vivienda del intendente, Meir Dizengof, convertida en 1932 en el primer Museo de Arte como último deseo de su fallecida mujer, acogió el emblemático evento hace hoy setenta años.

«Es una casa muy segura, los muros son de hormigón, estás a salvo, tienes una entrada segura, nadie puede escucharte desde la calle, porque es profundo, el salón está al final de la casa. Por tema de protección es el mejor lugar», explica Ruthie Amano, responsable de contenidos del conocido hoy como Salón de la Independencia.

David Ben Gurion firma la Declaración de Independencia sostenida por Moshe Sharet Foto: GPO Wikimedia CC BY-SA 3.0

Pero la elección no fue solo práctica; el que fuera entonces punto de encuentro entre la intelectualidad judía de Tel Aviv también le confiere una carga simbólica.

«De alguna manera, puedes acoger a todos los judíos que no pudieron estar aquí. Las obras que ves en las paredes son de gente y artistas judíos. En cierto modo puedes tener a todos, rodeándote, en espíritu», explica señalando las pinturas colgadas aquel día que hoy se mantienen.

El que fuera primer jefe de Gobierno, David Ben Gurión, fue el primero de los 37 signatarios miembros del recién creado Consejo provisional del Estado en firmar el documento escrito en una lengua hebrea moderna todavía incipiente.

«Es una mezcla entre el moderno que hablamos hoy y un tipo de hebreo que no se escribe ni utiliza», comenta Amano sobre el texto que redactaron precipitadamente en un pergamino, y leyeron en 15 minutos antes de cantar el «Ha Tikva», el himno nacional.

El país que acababa de nacer estaba inmerso en el debate de su idiosincrasia: ¿Qué lengua utilizar? ¿Qué cultura? ¿Qué forma de Estado? ¿Qué relación iba a tener con la religión?

«Hay muchas argumentos para hablar en hebreo, porque es lo que lees en la Torá, es una lengua muy importante, pero es sagrada. ¿La vamos a utilizar todos los días? ¿En los periódicos? Al principio sonó raro pero, al volver a usar nuestra lengua, volvemos a estar vivos de nuevo», argumenta sobre la elección.

«Este derecho es el derecho natural del pueblo judío de ser dueño de su propio destino, con todas las otras naciones, en un Estado soberano propio», argumenta la declaración leída hace 70 años que sentencia: «Proclamamos el establecimiento de un Estado judío en Eretz Israel, que será conocido como el Estado de Israel».

Las personalidades entonces presentes, como la que sería única primera ministra de Israel, Golda Meir, son recordadas hoy con la inscripción de su nombre en las sillas que ocuparon.

«Queda constituido el Estado de Israel. La sesión ha terminado», declaró Ben Gurión al término del acto sobre el que muchos consideran fue reconocimiento y no inicio del Estado, a tenor de las migraciones de judíos que, desde finales del siglo XIX, ya habían erigido instituciones.

«Cuando se lee la declaración, Israel es una realidad. Tienes Tel Aviv, el movimiento de los kibutz (cooperativas agrarias), teatros, equipos deportivos. Lo que hace Ben Gurión ese día con palabras, con frases, es hacerlo legal, coger todas esas ideas independientes y darles el mismo nombre, elegir un líder y una Knéset (parlamento)», considera Amano. EFE y Aurora

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