Berggasse 19. La dirección más famosa de Viena, testigo de la vida y obra de Sigmund Freud, se reabre al público ampliada, remodelada y con un nuevo concepto museístico en el que el vacío es uno de sus ejes centrales, recordatorio de la persecución nazi que sufrió el «padre del psicoanálisis».
Tras un parón de 18 meses por las obras de restauración y ampliación -más larga de lo previsto inicialmente- debido a la pandemia del coronavirus, todas las habitaciones privadas de la familia Freud estarán accesibles a partir del próximo sábado.
La reforma, con una inversión de unos 4 millones de euros (4,7 millones de dólares), ha permitido «casi duplicar la superficie de exposición», aumentándola de 280 a 550 metros cuadrados, destacó Monika Pessler, directora del «Sigmund Freud Museum», al presentar en rueda de prensa el resultado de los trabajos.
Con tres nuevas exposiciones permanentes, una muestra especial sobre la recepción cultural de la obra de Freud y una rica biblioteca, así como un moderno vestíbulo y un café en la planta baja, el nuevo diseño del recinto responde al creciente número de visitantes, un 90 % turistas extranjeros de todo el mundo.
LA CUNA DEL PSICOANÁLISIS
El foco principal del museo está en el entresuelo del edificio de la calle Bergasse 19, donde se ubica el antiguo apartamento de la familia y los consultorios de Freud y de su hija Anna, una vivienda típica de la época situada en un céntrico barrio vienés.
Durante casi medio siglo, de 1891 hasta 1938, Sigmund Freud (1856-1939) vivió y trabajó en estas habitaciones, testigos del nacimiento y desarrollo no solo de una revolucionaria terapia, sino también de «una nueva visión del ser humano», recordó la directora.
Fue aquí donde escribió sus principales obras -incluida la «Interpretación de los sueños», considerada la piedra fundadora del psicoanálisis-, atendió a sus pacientes y sentó las bases del «movimiento psicoanalítico» internacional.
EL VACÍO DE LOS ESPACIOS
«No quedó nada», destacó Hermann Czech, uno de los arquitectos de la reforma, al explicar cuál ha sido el punto de partida de la modernización del museo.
«Nos encontramos ante espacios vacíos. Es lo que tenemos. Esos espacios son la causa y el objeto central de la intervención, no como sustancia arquitectónica sino como ambiente de las personas históricas», indicó.
«La familia de Freud fue expulsada de su mundo», recordó el arquitecto al aludir a las causas de la ausencia del mobiliario de la vivienda: el forzado exilio del octogenario y enfermo Freud en 1938 tras la anexión de Austria por la Alemania nazi.
Gracias a la ayuda de influyentes amigos, Freud logró llevarse sus más preciadas pertenencias a Londres, expuestas hoy allí en el museo que lleva su nombre.
Para los responsables de la institución vienesa, reconstruir el interior de las habitaciones equivaldría a «una falsificación de la historia», explicó Czech.
Es así como «la ausencia no solo del famoso ‘couch’ (sofá), sino de todo el mobiliario, pertenece al contenido de la exposición», subrayó.
EL HORROR DEL HOLOCAUSTO
Para Pessler, el vacío de las habitaciones y paredes tiene la función de recordar «la pérdida de cultura y de humanidad que trajo consigo el régimen del terror nazi».
Freud, su mujer Martha, su hija Ana y otros familiares lograron sobrevivir, aunque cuatro de sus hermanas murieron en el campo de concentración de Theresienstadt, cerca de Praga, asesinadas por el mero hecho de ser judías.
El Holocausto también dejó otros rastros en el edificio, pues tras la partida de la familia Freud, fue usado como uno de los lugares de «recolección» de miles de judíos vieneses antes de su deportación a campos de exterminio.
Así, un total de 76 personas esperaron en la Berggasse 19 a su deportación final.
Con la premisa de no olvidar para que nunca vuelva a repetirse, el museo Freud de Viena recuerda también en sus salas este oscuro capítulo de la historia del famoso edificio.
EVOCACIONES Y RASTROS
En medio del vacío presente en todas las salas y muros del museo, el visitante es invitado a seguir los rastros de Freud en su antiguo hogar y lugar de trabajo mediante instalaciones con documentos, libros, manuscritos, fotografías y algunos pocos objetos.
Además, durante las obras de reconstrucción, se descubrieron de casualidad viejas capas de la pintura de las paredes y los techos, que se dejaron parcialmente al descubierto y que evocan algo del estilo de la decoración original.
Así, una antigua conexión de teléfono aparece en la sala que fue el dormitorio de Anna Freud, mientras que en el consultorio de su padre hay restos del tapiz de la pared junto a la cual estaba el famoso sofá («couch») de los pacientes. EFE