Vivir en Tel Aviv puede sentirse como  una gran burbuja, pero el sonido de la sirena es universal. Un nuevo Yom Hazikarón llegó a Israel a solo unos días del fuerte enfrentamiento con Gaza.  Es imposible no hacerse un millón de preguntas y encontrarse con distintos sentimientos en esta sociedad tan linda pero a su vez compleja,  y si bien es un día para recordar y respetar a los que ya no están, no podía dejar de preguntarme que sucede en las mentes de los que sobrevivieron.

Fue entonces que me enteré del  evento organizado por la escuela de hebreo «Ulpán Bayit»,  donde Ron Ben-Tovim, un ex combatiente de las Fuerzas de Defensa de Israel  y escritor del libro de poemas Nartik Yahalom, iba a dar una charla sobre su historia, enfocándose en  como la literatura lo ayudó con sus recuerdos, a vivir con ellos y por momentos recrearlos.

Allí es donde me encontraba un martes a las ocho y media de la noche, en una hermosa sala con personas de  diferentes culturas  y el sentimiento todavía latente de haber escuchado la segunda sirena de conmemoración, sin saber que esperar, pero con muchas expectativas.

Se presentó Ron, y con unos chistes rápidamente rompió el hielo. Luego, como buen israelí, nos llevó de un estado emocional al otro:

“La guerra es un evento terminal de gran escala.

Un evento en los que todos los involucrados, participantes activos, familias, víctimas y espectadores, son despojados de su humanidad.

Es como si hubiera un juego, un juego llamado ’ser humano’.

Es un juego muy inclusivo y especial, un juego de pretensión, uno en el cual todos tienen que estar de acuerdo para poder jugar.

Y la guerra, de todas las experiencias, termina con ese juego.

Se lo puede pensar de la manera en la que se mantiene un chiste, siempre y cuando todos lo entiendan, pero éste se desarma en el momento que alguien no lo comprende.

Y aquellos afectados por las repercusiones de la guerra ya no pueden entenderlo.

No necesariamente porque lo elijan.

Creo que a la mayoría les gustaría seguir siendo partícipe, les gustaría pretender lo que antes podían.

Pero o han olvidado las reglas, o simplemente no pueden transportarse a su estado anterior.

Hubo muchas charlas teóricas a lo largo del siglo XX en cuanto a los distintos tipos de juego, ya sea de género, legales, de justicia o intelectuales.

Pero el juego en el que yo me he enfocado, y el que encuentro más interesante, es el del lenguaje.

Llamémoslo el juego del significado.

El lenguaje es un juego social con una inhabilidad de transmitir en su totalidad experiencias de dolor personal y hasta físico.

Es la inhabilidad de jugar el juego, la que hace que no termine bien para el participante.

No es necesariamente porque no conozcas  las reglas.

Conoces las reglas, pero ya no crees que sea divertido o que vayas a ganar.

Y en este caso significa que no crees que lo que sea que estás tratando de transmitir sea de hecho transmitido.”

Asistentes al evento de Yom Hazikaron. / Foto: Facebook Ulpan Bayit

La investigación de Ron se basó en entender qué es lo que piensan quienes no pueden jugar más el juego, cuando las experiencias no se pueden comunicar y el lenguaje se convierte en una barrera demasiado determinante.  Es así como explicó que el uso de la poesía nace de una necesidad imperial de transmitir cuando los canales “normales” de comunicación simplemente ya no son efectivos. Y expresó que gran parte del problema es el sentimiento de responsabilidad que llevan aquellos que lograron sobrevivir, porque son ellos los encargados de transmitir lo que sucedió, y si no lo hiciesen correctamente, cargarían un  sentimiento de fallo moral demasiado alto al no hacerles justicia a quienes ya no están.

Esto, sumado a un descubrimiento posterior relacionado a su legado familiar, fue lo que lo imposibilitó a no poder escribir por varios años, a pesar de estudiar un doctorado en  literatura. Nada era suficiente, cada hecho era demasiado preciado y es allí donde halló lo que llamó “La Memoria Poética”.

Entendió que la poesía y el arte en general,  para que sean vistos como tal, tenían que pasar por un proceso de edición, y que esa era una batalla que debía perder para poder ganar otra mayor.  Continuó explicando sobre como el arte siempre surgió de una necesidad de rescatar algo que está por perderse, y eso mismo es lo que intentó hacer con sus propios recuerdos.

Con mucha facilidad, cambió el foco de atención a su herencia y la importancia de la misma. Él, proveniente de una familia húngara sobreviviente del holocausto, y con un padre ex combatiente de la guerra de Yom Kipur, contó que con los años tuvo la realización de que una parte de si siempre sintió una deuda a pagar, y que hasta llegó a “sentirse en casa” combatiendo en el Líbano. No fue algo duradero en su caso, pero afirmó que es recurrente en muchos soldados, y que la familia juega un papel de suma importancia en cuanto a los sentimientos hacia la guerra.

Y así relacionó el contexto con Yom Hazikaron, ya que en un día como éste, la guerra de uno es siempre la guerra de alguien más.  Y si bien es un hecho que puede generar unión, a la hora de hablar, es un impedimento más. Debido a que existe un miedo por decir algo equivocado, algo que pueda desencadenar el trauma de un ser querido.

Continuando con el contexto desarrolló una cuestión bastante controversial para muchos sobre lo que implica ser un hombre israelí, expresó que socialmente no es del todo aceptable que un hombre tenga sentimientos encontrados en cuanto a la guerra, y que en su opinión personal las personas estaban demasiado de acuerdo en morir en las mismas. Después de haber pasado por momentos de gran depresión o de simplemente “no sentir nada, ni bueno, ni malo”, encontró en el nacimiento de su hija un nuevo propósito, una luz y un nuevo amor por la vida.

Ron Ben-Tovim durante la charla. / Foto: Facebook Ulpan Bayit

Ya no estaba tan de acuerdo con recibir una llamada y temer no solo por él, sino por abandonar a su familia; ya no estaba tan de acuerdo con recibir una llamada y no tener opción alguna. Un hombre israelí, a su entender, no debería tener este tipo de cuestionamientos, tampoco hablar de los efectos secundarios que dejan semejantes vivencias. Es una mezcla de sistema y respeto por los que perdieron la vida en defender este país, un concepto que aporta otro obstáculo a la hora de expresarse, pero a su vez, una realidad a la que no se la puede dar la espalda.

Al finalizar se le preguntó  de dónde cree que sacó el coraje para poder escribir y publicar su libro, a lo que contestó que lo suyo no era coraje, sino indagar incisivamente en algo hasta que logró salir. Que para él coraje tienen quienes  saltaron ante una granada para salvar la vida de sus compañeros, y él no se veía de esa manera. En mi opinión hay distintos tipos de coraje en este mundo y a cada uno le toca vivir realidades diferentes. Creo que hablar de temas tabús y delicados en una sociedad para así darle espacio a otras personas que luchan con los mismos fantasmas, a sentirse cómodas de hacer lo mismo y sanar, es de un gran coraje.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.