Las callejuelas y las casas de piedra marrón del barrio de Ohel Moshe, en el que hace más de un siglo se establecieron judíos de origen sefardí de todo el Imperio Otomano, se esconden entre altos edificios modernos de Jerusalén, una zona donde el judeoespañol que llevaron se oye cada vez menos.
Pese al desarrollo urbanístico de la ciudad, el barrio conserva en gran parte su aspecto y espíritu original, su población sigue siendo mayoritariamente religiosa y las raíces sefardíes se palpan en sus calles estrechas, donde se observan muchos paneles históricos que recuerdan las primeras familias instaladas, que en su mayoría tenían el ladino como lengua materna.
Actualmente, el idioma principal de la gente de Ohel Moshe es el hebreo, pero el judeoespañol, cuenta la hispanista israelí Ilil Baum, doctora experta en la lengua de los sefardíes antes y después de su expulsión de la Península Ibérica, está aún presente en ciertas esferas, una realidad también existente en otros lugares del país.
«Hoy aún vive gente en Israel que tiene el ladino como lengua materna», remarca Baum, que alerta, «solo los abuelos lo hablan, ya no hay niños que lo tengan como primer idioma y está en peligro de extinción».
La docente, descendiente de una familia askenazí de origen polaco, aprendió ladino durante sus estudios de lingüística, y ahora transmite la lengua a sus alumnos en la Universidad de Bar Ilán (cerca de Tel Aviv).
Un estudio de este centro universitario calcula que en Israel hay unas 250.000 personas que poseen algún conocimiento de judeoespañol, «pero que lo hablen de manera fluida son máximo unas 100.000», añade Baum, que remarca, «pese a la pérdida de hablantes, en el país se realizan eventos relacionados con la cultura sefardí cada semana, y hay muchos actos en ladino».
Para el académico en Israel de la Real Academia Española (RAE), escritor y dramaturgo sefardí Shmuel Refael Vivante, este idioma procedente del castellano medieval que se mantuvo entre las comunidades descendientes de los judíos expulsados en 1492 de la península ibérica «ya no se usa como lengua diaria, pero sí como herramienta de identificación cultural».
Actualmente, la música de tradición sefardí se transmite en multitud de pequeños conciertos, y se trata de un folclore que pervive más de cinco siglos después del destierro de los judíos de Sefarad (la Península Ibérica).
En Ohel Moshe, Miriam Nadav, de 84 años, de origen sefardí, cuenta que sus raíces remotas se sitúan en Cuenca, de donde su familia huyó a finales de siglo XV para instalarse en Siria, y más adelante en Hebrón, ciudad en la que nacieron su abuela y su madre, quiénes le transmitieron el judeoespañol con el que ahora intenta hablar a sus nietos y bisnietos.
«Treinta años atrás, en el barrio solo se hablaba ladino», comenta Nadav, residente desde hace 60 años en la zona, donde conoció al que fuera quinto presidente de Israel, y el primero sefardí, Itzhak Navón, nacido en Ohel Moshe que, además de político, fue dramaturgo, escritor, historiador e imagen viva de la cultura sefardí en el país, la cual regeneró con una prolífica obra escrita y televisiva.
Navón, que murió en 2015, fue el autor de la famosa obra teatral denominada Bustán Sefaradí (Jardín Sefardí), una pieza musical escrita en ladino en la que relata sus recuerdos y la vida en la década de 1930 en Ohel Moshe, que se ha representado durante 28 años seguidos en el Teatro Nacional de Israel.
Nadav, que cocina unos dulces de canela llamados «curabien» a partir de una receta que aprendió de su abuela, comenta que conoce a personas de su generación del barrio con las que aún se comunica en judeoespañol, pero lamenta, «ya no hay mucha gente que lo hable y podría desaparecer».
Entre su música preferida está el álbum «Pasar la Ora», un recopilatorio de canciones sefardíes del «kantador» Moni Moreno Ermoza, que asiste a menudo a las ceremonias de la sinagoga cercana de Mazqeret Moshe, uno de los pocos templos de Israel en los que aún se celebran ritos en esta lengua castellana de raíces medievales con aportaciones de idiomas como el francés, portugués, griego o turco.
Para preservar el ladino, en Israel también está la «Autoridad Nasionala del Ladino», institución creada en 1997 por una ley parlamentaria con el objetivo de proteger un legado cultural y un idioma que cada vez hablan menos personas, pero que lucha para sobrevivir. EFE y Aurora
vosotros seguis con vuestro folklore y poniendo a todo lo sefardi ..desaparecido como los dinosaurios…
yo digo ..estos sefarditas no son ninguno judio…mientras yo un judio no lo diga…
y ya digo..que …ningun ashkenazi es judio,aunque puedo como judio reconocer a alguno como parte de nuestro pueblo pero nunca sera como nosotros
Que pena que no haya ninguna fusión de esfuerzos entre sefaradíes y latinoamericanos para ayudar juntos a mantener una lengua que tiene mucho en común, por no decir casi todo.
250.000 con conocimientos del judeoespañol y 100.000 que lo hablen son muchos, muchos más de los que mencionaban en un artículo reciente de un diario, puede que fuese de Aurora, donde lo calificaban como una lengua prácticamente extinguida. Con esas cifras no se puede decir que sea un idioma muerto, en peores situaciones ha estado el euskera de Euskadi o País Vasco, una región del estado español no muy poblada en la que estaba prohibido hablar euskera durante la dictadura fascista, al comienzo de la democracia actual muy pocos lo hablaban en las ciudades y la mayoría de los jóvenes no sabían ni una palabra. En España eran igual de menospreciadas las demás lenguas del estado, y se podría extender a los idiomas extranjeros, con el típico español hablando el peor inglés del mundo, como Aznar, siendo estudiado obligatoriamente desde la edad escolar hasta la universidad. Tan sólo los gobiernos de izquierdas y nacionalistas apoyan estos otros idiomas o lenguas, unos más por nacionalismo pero otros por simple lógica y por cultura. Unos lo llevan al extremo, en el caso de los socialistas en Andalucía que tienen un diccionario de términos andaluces, es decir, si en un pueblo llaman chiro a un cerdo, en otro marrano (el mismo término para designar a los sefardíes), en otro a lo mejor lo llaman de otra forma más por una ocurrencia de alguno hace décadas o siglos y que nadie conoce, o por incultura, pues todos estos términos van al diccionario de un supuesto idioma andaluz que no existe, elevando a categoría de cultos términos que muchos consideraban de pueblerinos atrasados. Igual que el acento andaluz, puede ser ininteligible hasta para los mismos andaluces de otras ciudades, en el resto de España muchos confunden un muy concreto acento andaluz de los chistosos de televisión con el acento de otros o con el de pueblerinos incultos, creen que el acento sevillano muy localizado, muy floreado y distinguible, es el que utilizan el toda Andalucía, cuando por ejemplo el de Almería es un acento muy anodino o en la zona racista del Mar de Plástico de Almería es un acento ininteligible del tipo incultura, son españoles inmigrantes de pequeños pueblos vacíos del interior de Almería o del resto de España que a partir de finales de los años 1970s invadieron en masa toda una región desierta y despoblada, buscando las riquezas en una fiebre del invernadero de tomate.
Para un español, el ladino suena algo como un andaluz o mezclado con castellano muy antiguo, pero no logro entenderlo del todo hablado o cantado. La música también suena extraña, en concreto el cantante Moni Moreno Ermoza más bien se diría que es griego, turco o árabe antes que un cantante de cualquier tipo de música folclórica española., En España es de suponer que el ladino no tendría ninguna posibilidad de sobrevivir.
El maltrato que se da los idiomas en España se podría extender a los restos arqueológicos, y muchos relacionados con la historia de los judíos sefardíes, el mejor ejemplo es Almería, donde en el pueblo de Adra encontraron la primera lápida de una niña judía nacida en la península del siglo III, Annia Salomonula, el filólogo valenciano Francisco Pérez Bayer, estudioso del hebreo y la historia sefardí, la encontró en 1782 junto a otros restos arqueológicos en una ermita católica de Adra, donde la utilizaban como una de las losas de mármol para lucir las paredes. Pérez Bayer la trasladó para estudiarla, al parecer a Toledo, y desapareció, sólo se conserva un dibujo. En la Alcazaba de Almería también vivieron varias decenas de familias judías hasta la expulsión de los Reyes Católicos, no se sabe a ciencia cierta los lugares donde estaban los judíos, al parecer primero cerca del mar en el actual barrio marginal de la Chanca, siglos después se trasladaron al actual centro antiguo de la ciudad. No existe mucha información y hasta se dijo que encontraban restos humanos de un cementerio de aquella época y no sabían si eran de musulmanes o de judíos, aunque se acaba de publicar un libro sobre la historia de los judíos en Almería y puede arrojar nuevos datos. De la Alcazaba musulmana y otras construcciones anexas, en años recientes la han dañado con fuegos artificiales, agujereada para colocar andamios de construcción, ha servido de contenedor de aguas fecales, uno colocó una puerta con llave en una de las torres de la muralla para uso particular, etc. Una asociación de vecinos de la Chanca es la que se encarga de cuidar algunos de los restos menos turísticos y organizan un tour. Lo mismo o peor ha ocurrido con otros restos arqueológicos, como las ciudades o poblados de la edad de los metales, a finales del siglo XVIII-XIX utilizaron sus piedras para construir las vías del tren. En el resto de España también aparecen noticias similares de cuando en cuando, hasta no hace mucho los saqueadores hacían su agosto en España o se llevaban grandes construcciones a Estados Unidos, desensamblándolos por piedras o secciones, o un fascista se llevó a su cortijo unos restos de la época Romana.