José I. Rodríguez
En la oficina del presidente Mahmud Abbás de la llamada Autoridad Palestina, dos conceptos espurios, se respira alivio por la intervención de algunos ministros de la mencionada coalición con la supuesta pretensión de salvar lo insalvable de los restos desperdigados de la también mencionada Autoridad Palestina.
La autoridad es una cualidad inherente de aquellos que han sido llamados a dirigir un pueblo, nación, institución o sencillamente una empresa. En el caso que nos compete el presidente Abbás carece de autoridad dado que representa una entidad inexistente bajo todo punto de vista. Los amigos de la mentalidad progresista están exultantes de ver como dos ministros de la que un día definimos como la coalición del agua y el aceite van a presentar sus respetos a un personaje que aboga directamente por la destrucción de Israel. Un dirigente que bonifica con miles de dólares a cuantos logren asesinar a judíos ¿Es Abbás un buen compañero de viaje? Todo parece indicar que la respuesta no está clara para los progresistas.
Los que no ven el peligro que supone Abbás para Israel no es que sean ciegos es que son progresistas contaminados por el veneno de la nueva modernidad político-religiosa que impera en la trasnochada coalición. Los sonrientes líderes gobernantes en el moderno Estado de Israel de estos días están sentando las bases para que la mayoría de los israelíes se adormezcan en la tenue brisa de la falsa sensación de seguridad.
La seguridad de Israel no la da ninguna línea de pensamiento político que dirija el país sea de izquierdas, centro o derechas. El moderno Israel ha llegado a ser lo que es por una política defensiva que abarca todos los campos y sectores. El muro que separa a los terroristas de la población civil israelí es un elemento vital para la supervivencia de los judíos en Eretz Israel. Un muro que no solo está construido con materiales tales como cemento y hierro, sino con una política de firmeza por la cual no ceder a las destructivas pretensiones de los comandos gobernantes palestinos dentro y fuera de Israel.
La política progresista del actual gobierno carece de la firmeza necesaria para hacer frente a la amenaza que sigue suponiendo la división de Jerusalén. La idea de dos estados compartiendo la misma capital dividida es una aberración se mire como se mire. El monstruo de dos cabezas en el que se convertiría Jerusalén, la actual capital eterna e indivisible, acabaría comiéndose a sus mismos hijos y promotores de tan grotesca idea nacida en los mismos infiernos existan o no existan.
Todo giro político a la izquierda se desvía irremediablemente del camino que conduce a la verdadera defensa de los ciudadanos y a la prosperidad que permite el crecimiento integral de un cierto país. El Israel de hoy en día está a la cabeza en todos los campos que analicemos entre las naciones libres gobernadas por aquellos que piensan primero en el bienestar de sus ciudadanos antes que en su propia ideología política.
Un simple vistazo a los gobiernos del mundo nos dará la más certera respuesta de lo que implica la destructiva mentalidad progresista cuando dirige un país. El gran amigo de Israel, que supuestamente es Estados Unidos, se ha contagiado también de la pandemia progresista cuyos líderes abogan directamente para que no se venda material bélico a Israel ¿Qué relación tiene Estados Unidos, la Autoridad Palestina y la Coalición del Agua y el Aceite en Israel? Que todos ellos comparten la idea de la creación de dos estados dividiendo a Jerusalén y como es evidente Israel.
El giro a la izquierda de la coalición gobernante en Israel es un peligro que se verá acrecentado en este año en el cual el Cielo está mandando claras señales de que las cosas en la tierra no van bien. Todo giro a la izquierda es contraproducente para los intereses de Israel y del resto del mundo en general. Hazlo saber.