El «fuego sagrado» que cada año, según la tradición, desciende del cielo y prende una llama, iluminó la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén durante este Sábado Santo para los cristianos ortodoxos.
Desde primera hora de la mañana, miles de peregrinos rodearon el templo en las callejuelas de la Ciudad Vieja y quienes entraron en la iglesia buscaron sitio junto al edículo, que protege el lugar donde se cree que fue la sepultura de Jesús, y en cuyo interior se produce lo que consideran un «milagro».
Entre el júbilo de los fieles, apareció el fuego divino cuando el patriarca ortodoxo Teófilos III, tras recitar la oración, estaba dentro del habitáculo.
El Patriarca salió con dos ramilletes encendidos de 33 velas, una por cada año que vivió Jesús, y ese mismo fuego fue prendiendo el resto de candelas que portaban locales y peregrinos de todo el mundo, y que iluminaron la penumbra de la Basílica, conocida también por la tradición ortodoxa como iglesia de la Resurrección o Anástasis.
Si la luz no se propagara expresaría un mal augurio, por lo que algunos fieles lloraron durante el tiempo de espera hasta que la llegada de la llama hizo estallar a todos los presentes de alegría, mientras redoblaban las campanas.
El fuego se traslada a diferentes ciudades y países y se entiende que la llama sagrada enciende la fe de los cristianos ortodoxos horas antes de celebrar la Pascua con la que pondrán fin a esta Semana Santa.
La Pascua ortodoxa, diferente a la de los católicos, es la rama más seguida por los árabes cristianos de Tierra Santa. EFE y Aurora