Drácula cumple 125 años

13 noviembre, 2022 ,
Casa de Vlad Tepes

Ricardo Angoso

En 1897, un escritor no muy conocido publicaría en la ciudad de Londres la novela Drácula, un libro que después sería traducido a numerosos idiomas, llevado al cine y al teatro decenas de veces y que se convertiría rápidamente en un gran éxito mundial, tanto en su tiempo como ahora. El mítico libro, que fue traducido en España en 1935, relata la historia de un vampiro de Transilvania que es visitado por Jonathan Harker, un joven abogado londinense comprometido con Wilhemina Murray que viaja hasta el castillo de Drácula y acaba cautivo del personaje en el lugar, supuestamente situado en el castillo de Bran, en Rumania.

Calle dedicada a Vlad el empalador

Luego Drácula viaja hasta Londres en barco, donde seduce a la novia del inglés que ha viajado hasta Transilvania y comienza esta historia de fantasía, en que se entremezclan sexo, vampirismo, la amistad, la belleza, la traición, la psicosis, la muerte, la superstición y cierto culto al físico, entre otras materias. Mientras Drácula está en Londres, después de haber entrado supuestamente por el puerto a Whitby, Harker escapa del castillo y cae a un río, donde es recogido por unas monjas que lo hospitalizan en Budapest debido a las heridas que le causó la caída. Es un libro en el que se entrelazan varios diarios e historias, pero todas convergen en el personaje de Drácula.

Placa en la casa donde nació Vlad Tepes

Stoker creó este personaje después de haber leído numerosas obras sobre Transilvania, la historia de la región balcánica y algunas de las pocas biográficas del personaje histórico de Drácula, Vlad Tepes el empalador, un príncipe de Valaquia (Rumania) que sembró el terror y que pasó a la historia por sus terribles empalamientos en el siglo XV. Educado por los turcos en Constantinopla en el uso de la tortura y el terror como instrumento de control político de sus súbditos, al final el personaje se acabó convirtiendo en una pesadilla para sus antiguos educadores, a los que llegó a empalar por miles en las llanuras valacas y demostrando la tesis tantas veces repetida que al final el buen alumno supera al maestro. Sus matanzas masivas, con el consiguiente epílogo del empalamiento de sus sufridos enemigos (muchos empalados vivos o en agonía), fueron reflejadas con bastante realismo por algunas crónicas de la época. 

Sighisora, pueblo donde nación Vlad Tepes

Y es que, realmente, existen dos Dráculas: El de la novela, creado por el irlandés Bram Stoker y el personaje histórico que fue príncipe de Rumania y casi un héroe nacional en ese país, por destacarse en la lucha contra los turcos cuando los principados rumanos eran tierra de disputa entre grandes poderes. Los dos, sin embargo, confluyen en Rumania, quizá uno de los más bellos países de Europa y ambos se pasean por los mismos paisajes y escenarios históricos, aunque Vlad Tepes -como se llamaba realmente el Drácula histórico- nunca conoció Londres y su vida discurrió entre Rumania, la capital húngara, Budapest y la turca, Estambul, como se llama hoy a Constantinopla.

Por otra parte, Stoker, antes de abordar el personaje, se llenó de los conocimientos de esta región a través de un erudito orientalista húngaro llamado Arminius Vámbéry (Armin o Hermann Bamberger, en realidad) en varias reuniones y también de algunos libros. Entre las obras que leyó Stoker, hay que destacar las de la autora escocesa Emily Gerard, entre los que destacan la novela La tierra más allá del bosque y los ensayos Supersticiones de Transilvania e Informe sobre los principados de Valaquia. Al parecer, fue Gerard la que introdujo a Stoker en el mundo del vampirismo y quien le dio la base argumental de la historia, dado que la autora aborda el tema de una forma en que es muy difícil distinguir la realidad de la ficción. Gerard, muy desconocida hoy en día, era una iniciada en las ciencias ocultas. 

Iglesia de Snagov, donde está supuestamente enterrado
Vlad el empalador

Stoker ya era escritor mucho antes de que publicara Drácula, aunque obviamente ha pasado a la historia por esta obra que podemos considerar gótica, excepcional, original y realmente rompedora para la época, impregnada en aquellos momentos de una suerte de cursi romanticismo que ya agonizaba a finales del siglo XIX. El libro, una vez embutido del éxito en el mundo anglosajón, muy pronto traspasó las fronteras de las islas británicas y saltó al continente europeo, donde fue traducido en casi todas las lenguas europeas.

Antes de que el libro fuera puesto en circulación en todas las librerías de Inglaterra, el autor hizo una presentación teatral en el prestigioso Lyceum Theatre de Londres, en donde él mismo trabajaba, y al parecer se hizo con la finalidad de tener bajo su control total los derechos de autor sobre la obra, el personaje y las futuras representaciones teatrales. Muy pronto, al transcurrir unos veinte años de la publicación del libro en Inglaterra y con la irrupción del cine, aparecieron las primeras versiones cinematográficas de la obra y otras en las que más o menos se novelaba la historia. 

La primera versión cinematográfica de Drácula, en 1922, fue “Nosferatu, eine Symphonie des Graznes” que, Interpretada por Max Schreck, era una película alemana de la efímera época del cine mundo y poco difundida y menos conocida. Desde ese año hasta ahora, cien años ni más menos, otro centenar largo de series, películas, escenificaciones teatrales, parodias cómicas y un largo abanico de series, telefilmes, libros y programas televisivos se han ocupado del personaje creado por Stoker y sus cientos de lecturas que le acompañaron antes de la escritura de la novela. 

DE WHITBY A TRANSILVANIA

Uno de los lugares que inspiró a Bram Stoker su novela fue la ciudad de Whitby, en donde se encuentran algunos lugares que aparecen citados o que inspiraron la novela, como el cementerio de la ciudad, la vieja abadía y el antiguo puerto, lugares conocidos y visitados por el autor de Drácula. Según dice la placa que está colocada en su antigua vivienda en la ciudad, Stoker vivió en Whitby entre 1890 y 1896, un dato que no aparece en sus biografías oficiales y que le da a esta urbe un protagonismo de primera en la creación de esta emblemática obra, aparecida por primera vez, como ya hemos dicho antes, en 1897.

Estos lugares de Whitby por donde discurre la obra, ya que el autor nunca viajó ni a Transilvania ni a otros escenarios donde se desarrolla la misma, son plasmados visualmente en la novela e identificados por algunos críticos literarios en este pequeño pueblo pesquero del norte de Inglaterra. Todos ellos se encontraban a apenas unos minutos de su antigua casa en la localidad, en pleno centro histórico, y seguramente los visitó asiduamente para dotar de algo de magia y misterio a sus horas de tedio inglés en aquellas largas jornadas alejadas de las dos grandes ciudades en las que vivió antes, Londres y Dublín. 

Ahí, en Whitby, en ese ambiente oscuro y lluvioso, invernal y misterioso, Stoker seguramente escribiría su novela y evocaría los lugares que había “visitado” en los libros de viajes, en las crónicas históricas y en los diccionarios geográficos de la época, algo que tiene un gran mérito porque habla con buenas descripciones y acierto de zonas a las que nunca había ido ni pisado. Incluso en sus evocaciones de Transilvania, el autor nos habla de muchas de sus ciudades, como Cluj Napoca y Bistrita, de esta última relata que se sirve un plato “que ellos llaman ´filete de ladrón´; pedazos de tocino, cebolla y carne de res sazonada con pimiento rojo, ¡ensartada en palos y rostizada sobre el fuego al simple estilo de la carne para gato que se come en las calles de Londres!”. Otra ciudad rumana destacada en la obra, pero no citada textualmente con voz propia es Bran, donde supuestamente estaba el castillo del príncipe-vampiro y que todavía sigue en pie, hoy en manos, al parecer, de un mafioso ruso, lo cual le da un aire todavía más siniestro y tétrico al lugar. 

La obra de Drácula luego discurre por numerosos lugares que el autor nunca conoció, lo cual le da más mérito en una época en que era realmente era difícil encontrar detalles e imágenes en las escasas obras depositadas en las bibliotecas de la época, tales como Viena, Budapest, Estambul, Borgo y Varna. Stoker, sin haber salido nunca de Inglaterra, más concretamente de Londres y Whitby, recrea casi como un viajero profesional todos estos lugares que aparecen en la obra y revela que su erudición, capacidad de estudio y apasionamiento por la historia que estaba creando suplieron, con creces, las carencias de no haberse desplazado hacia los mismos. El libro, en definitiva, sigue siendo una de las mejores excusas para seguir leyendo y creyendo en los forjadores de historias míticas y realmente extraordinarias.

Fotos: Del autor de la nota

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