La destrucción y sus causas.
En todos los rezos judíos, se insiste en reconocer nuestras faltas individuales o colectivas. En todas ellas se insiste en el arrepentimiento y modular cierta dosis de culpa, a los fines de introyectar responsabilidades por acción o por omisión y de esta manera, generar barreras o defensas para evitar volver a caer en el pecado o la transgresión.
El templo perdido.
Al bucear en las fuentes bíblicas, en los Salmos y en los dichos de los profetas, dos tópicos que repiten con insistencia, la primera es la idolatría (adorar otros dioses o ídolos o personas o a los astros o planetas, o a toda piedra o al dinero) que es una falta contra D’os, y la segunda es las faltas que cometemos contra nuestro prójimo en diversas circunstancias y situaciones.
Fue justamente esta última, la causa de la destrucción del Segundo Templo o Beit Hamikdash, ya que la Shejiná o divina presencia no puede residir justamente en medio de la inmoralidad social, aún cuando la liturgia y todos los sacrificios sean correctamente ofrecidos desde un punto de vista técnico.
El relato Talmúdico de Kamtza y Bar Kamtza, es demostrativo y ejemplificador, una muestra de aquello que Hashem rechaza.
Aquello que provoca en el otro dolor, angustia, rechazo, distanciamiento, odio y rencor y que duda cabe al final de todo desemboca en enfrentamientos y destrucción.
No cabe duda que el constructor del mundo conoce los puntos débiles o de falla de su creación. Por ende, entregó la Torá que es su código de leyes y de instrucción moral, a los fines que todo ser humano tenga un manual o guía de donde aferrarse a los fines de errar lo menos posible.
Igualmente, nosotros los humanos, también en ciertas ocasiones, podemos intentar adaptar la Torá y hacer de ella nuestra propia “Torá personal” que encaje con nuestras apetencias o deseos, de forma tal de pensar que cumplimos con el Todopoderoso, aunque en realidad lo que hacemos es buscar nuestra propia conveniencia o comodidad o alcanzar nuestros propios intereses personales y egoístas que no coinciden con el deseo divino. Y esto incluye el engaño del otro, y algo que es mucho peor el autoengaño.
¿Torató o Toratí?
Y esta es la cuestión o la pregunta: “Torató es la Torá de Él, o por el contrario es mi Torá personal”. No cabe duda que no todos podemos llegar a la condición de hijos y esclavos de D’os. Es decir, subyugarnos a su voluntad, y no pretender que el sea el D’os aquel ente que nos sirve como un proveedor (obligado) de abundancia material y espiritual.
Amar y la solución.
Final.
El rabino Akiva, o Akiva ben Iosef, quien fuera un Taná o sabio de la Mishná o Ley oral (50 d.c-135 d.c), dice sobre el precepto de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” que se trata de una gran regla en la Torá. Por otro lado, el Sabio Hilel, o Hilel el anciano (110 a.c -10a.c), gran maestro judío y autoridad en halajá o la ley judía y sus tradiciones sentencia: “no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti. En esto consiste toda la Torá, lo demás es solo explicación”.
Y los rabinos manifiestan: “si estamos mal por el odio gratuito entre hermanos, no cabe duda que la cura debería ser el amor gratuito o algo así como un amor generoso y desinteresado para con nuestros semejantes”. Persiguiendo con esto, el deseo y el mandamiento del Creador independientemente de mis ideas o intereses.
Mi madre Aida k. de Daitch Z“L siempre decía que: “nuestra riqueza reside en el amor que es nuestra capacidad de dar o de brindarnos o asistir o ayudar a los demás (material y o espiritualmente), y no en estar constantemente fijados en nuestros deseos de recibir del otro a toda hora y en todo lugar”.
Obvio, y no contradice esto, las legítimas aspiraciones y necesidades personales, o tener una buena y óptima autoestima, pero, el epítome (ejemplo ideal o paradigmático de caso) debe buscarse en dirección contraria.
El D’os de la verdad completa no admite las medias tintas en la conducta humana. Y también nos advierte que frente a Él no hay “caja chica”. Las cosas que evaluamos como grandes o importantes no pesan mucho más ante sus hijos que nuestros problemas domésticos.
Para concluir, puede que, buceando en estas aguas del pensamiento, logremos entender la causa de nuestros sufrimientos y el tener que pasar días de angostura, y nos impele a explorar más frecuentemente la receta que aspira a lograr ser ese judío o íd (en idioma idish) solidario y genuino, para nuestro propio bien y el de nuestros semejantes.
Conclusión: el cumplimiento de los preceptos y el desarrollo de las virtudes morales deben siempre ir de la mano.
¡Shavua Tov!
Dr. Natalio Daitch