En 2016, durante excavaciones en el sitio de Khirbat el-Masani’ por la Autoridad de Antigüedades de Israel (IAA), hallaron restos humanos, que permanecieron en análisis hasta que, recientemente, y mediante pruebas avanzadas de esmalte dental, se determinó que los restos pertenecían a una mujer.
Los arqueólogos descubrieron los restos bajo el altar de la iglesia, un lugar reservado solo para figuras de gran importancia dentro de la comunidad. El esqueleto fue hallado con pesadas cadenas de hierro alrededor de su cuello, brazos y piernas en una iglesia bizantina a unos tres kilómetros al noroeste de la Ciudad Vieja de Jerusalén, lo que daba indicios de tratarse de una autoflagelación extrema que solía aplicarse en el siglo V.
Hasta ahora, los expertos habían asumido que se trataba de un hombre, como los únicos otros dos casos conocidos de monjes encadenados en la región.
Sin embargo, podría tratarse de la primera evidencia arqueológica de una mujer cristiana practicando este tipo de castigo.
El esqueleto estaba en muy mal estado, lo que dificultó su análisis inicial, pero un equipo del Instituto Weizmann de Ciencias logró extraer proteínas del esmalte dental, identificando su sexo, y también se estima que la mujer tenía entre 30 y 60 años al momento de su muerte.
La presencia de cadenas pesadas en su cuerpo indica que esta mujer practicaba la autoflagelación, una disciplina ascética documentada en fuentes históricas bizantinas. Durante este periodo, algunos monjes y monjas se sometían a castigos físicos extremos como parte de su fe, incluyendo el uso de cadenas, encierros prolongados, ayunos extremos y exposición al frío y al fuego.
Ya eran así en ese entonces…