Deforestación, un problema clave

Area deforestada en Brasil

Son los principales absorbedores de dióxido de carbono, el principal gas invernadero, que incide decisivamente en el calentamiento global que sigue acelerándose. Acorde a los estudios del Instituto Mundial de Recursos, en el 2020 la deforestación aumentó en un 12% respecto al 2019. Se perdieron 10 millones de acres de bosques tropicales. Eso agregó dos millones y medio más de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. Un nivel de contaminación similar a las emisiones anuales de todos los automóviles de USA juntos.

Por otra parte, los bosques son productores de agua, facilitan las lluvias, y son fundamentales para la diversidad biológica. En los bosques están concentradas el 80% de las plantas y las especies animales, y muchísimos microorganismos muy útiles para los ecosistemas.

Todo este cuantioso tesoro natural está seriamente amenazado por los macroincendios que causan el cambio climático y el aumento de la temperatura. Los ejemplifican los que se vienen produciendo recurrentemente en California, y Australia. Las condiciones de sequedad, escasez de lluvias, y otras, hacen que los bosques se prendan solos, o ello suceda al estallar pequeñas chispas del tendido eléctrico. Es muy difícil parar estos incendios.

Pero hay otro tipo de destrucción de bosques de gran peso. La provocada exprofeso como está sucediendo actualmente en el Amazonas. El “gran pulmón” del planeta como se lo llama, tuvo en el 2020 una cifra récord de deforestación. Fue del 21%, casi el doble del elevado promedio mundial. La gestión Bolsonaro abrió paso libre a intereses económicos avariciosos que han incendiado y talado intensivamente, para apoderarse de la tierra ocupada por la selva tropical y utilizarla para cultivos sojeros, explotaciones ganaderas y otros rubros de alta rentabilidad. También favoreció la minería salvaje, depredadora del medio ambiente. Algunos pronósticos señalan que, a este ritmo en 10 a 20 años, el Amazonas puede convertirse gradualmente en una sábana. Una de las zonas más afectadas es El Platanal, un gigantesco humedal.  Ha sufrido por el cambio climático, fuertes sequías, y por otra parte devastadores incendios. La pérdida de superficie boscosa en el 2020, ha sido 16 veces mayor que en el año anterior.

En el Amazonas viven un millón de indígenas en pobreza extrema. Las áreas mejor conservadas son claramente aquellas donde hay poblaciones indígenas. Ellas velan por la selva tropical y saben cómo protegerla. Ante la indiferencia, o complicidad estatal están siendo acorraladas y la pandemia las está diezmando. Tienen la mayor incidencia de contagios y víctimas, y carecen de la más mínima cobertura en materia de salud.

Eliane Brum, reconocida intelectual brasilera, denuncia en the New York Times (3/4/21) la crítica situación de los indígenas. Advierte además que la selva es una barrera natural para pandemias futuras. La deforestación facilitará a los virus epidémicos llegar a las urbes.

Los árboles deben ser defendidos y multiplicados. Es posible como lo evidencian entre otros Costa Rica, gran forestador, Canadá con extensas reservas naturales, e Israel que ha hecho un culto de la plantación de árboles

Ya en el texto bíblico se halla el mandato de darles el máximo cuidado. La palabra árbol es una de las más mencionadas en él, aparece más de 500 veces. Urge escuchar ese mandato, y frenar el avance de la deforestación antes de que sea tarde.

 (*)    Asesor de diversos organismos internacionales. Doctor Honoris Causa de la Universidad Hebrea de Jerusalem. Premio Internacional CORRESPONSABLES de España 2020. [email protected]

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