Crematorio frío, seguramente uno de los mejores relatos sobre el Holocausto

Aunque es un libro muy desconocido, pues durante años no fue reeditado ni traducido a otros idiomas, este libro, al igual que las Memorias del pianista del gueto de Varsovia, de Wladislaw Szpilman, constituye uno de los relatos más pormenorizados sobre la gran tragedia que significó la Shoá para millones de personas de todas las nacionalidades, pero muy especialmente para los judíos. 

por Ricardo Angoso

Seguramente el periodista judío de nacionalidad húngara József Debreczeni no sabía que cuando estaba escribiendo este relato iba a dejar para la posterioridad quizá las líneas más inmensamente poderosas y profundamente humanas sobre el Holocausto. Debreczeni, sobreviviente milagrosamente de la terrible y casi diabólica experiencia de los campos de la muerte, pudo vivir para contar su historia y dar a conocer al mundo, por los que ya no estaban y murieron a su alrededor, sus vivencias en el crematorio frío, la otra forma lenta, inhumana e inmisericorde que tenían los nazis para acabar con los que consideraban “subhombres”. 

Aparte de la terrible experiencia humana padecida, el gran mérito de Debreczeny consiste en que consigue “disecar” el sistema establecido por los nazis en los campos de concentración, basado, en cierta forma, en un jerarquización de las responsabilidades para ejercer el Mal en mayúsculas y que la maquinaría del exterminio no cesase en su empeño criminal hasta cumplir el objetivo final de acabar con todos condenados previamente a la muerte por un orden demencial y una ideología casi demoníaca.

Por el universo concentracionario de este periodista y escritor magiar aparecen judíos ricos, humildes y pobres de solemnidad, polacos que han padecido lo indecible tras ser los primeros en caer las garras nazis, sefardíes griegos que se dedican al trapicheo y a los más insólitos negocios, homosexuales, políticos de todos los colores y, simplemente, hombres y mujeres de todas las condiciones, edades, nacionalidades y clases sociales atrapados en esta suerte de provisorio cadalso que eran los campos de concentración nazis. Hasta los niños, ya perdida su inocencia al descubrir la faz más bestial y despiadada de la especie humana, eran tratados como animales y condenados a una lenta pero inexorable muerte segura. Nadie podía escapar de su aciaga suerte, la única vía de escape era, paradójicamente, la muerte.

LOS KAPOS Y EL SISTEMA DE ORGANIZACION DE LOS CAMPOS

Mención aparte merece en este libro la descripción del sistema de organización diseñado por los nazis para dispersar su responsabilidad en los crímenes perpetrados entre los miles de verdugos voluntarios que encontraron en los países ocupados y que colaboraron, a veces con un ardor sádico superior al de sus propios amos, en la tortura e infligir daños y castigos a sus compañeros de infortunio en esa grandes ergástulas que eran los campos. Los kapos, o capos en su acepción en español, eran los presos asignados a las tareas de vigilancia y supervisión de otros presos en los campos a cambio de unos ciertos privilegios y algo más de comida. Por algunas migajas de pan eran capaces de castigar, fustigar hasta la muerte y causar las mayores torturas a sus desdichados compañeros de desdicha, y valga la redundancia. De la crueldad de estos personajes, que la sufrió en primera persona el autor del libro, habla esta novela y cómo miles de hombres eran condenados al hambre, el frío, los más brutales castigos y la muerte lenta por estos kapos desalmados, crueles y poseídos de una suerte de locura exterminadora.

El tema, casi un tabú entre los sobrevivientes del Holocausto y me atrevería a decir que en el mundo judío, pues muchos de ellos eran judíos, es abordado por Debreczeni y creo que el asunto no es baladí en su obra, sino que es un elemento central que añade aún más dolor y rabia a una experiencia ya en sí misma desoladora y terrible. Descubrir que los tuyos, en medio de ese infierno que eran los campos de exterminio, podían ser igual de inhumanos que los nazis debe ser una realidad espantosa y tremebunda, máxime en esas circunstancias extraordinarias y en la frontera de la muerte.

Luego, como siempre, aparece Auschwitz, una suerte del Alfa y el Omega en el plan criminal trazado por los nazis para acabar con la “judería europea”. Todos los judíos, pero también los gitanos, los serbios, los homosexuales, los prisioneros rusos y tantos otros que la lista sería interminable, estaban condenados a la muerte, bien fuera en las cámaras de gas o en los crematorios fríos descritos por Debreczeni. Los condenados a la muerte eran conducidos en trenes hasta los campos, dejando atrás sus casas, sus vidas con los suyos, y los trenes nunca volvían, como mucho regresaban vacíos al punto de salida.

Arrancados de sus plácidas y seguramente cómodas existencias, los millones de atrapados por los nazis y sus verdugos voluntarios eran conducidos en unas condiciones absolutamente dantescas, sin agua, ni luz ni alimentos, a unos lugares inimaginables para la mayoría de los mortales. Debrezceni, que llevaba una existencia burguesa y tranquila en el Budapest de entreguerras, vio cómo en apenas unos horas su anterior vida se truncaba, como en una pesadilla kafkiana, para ser transformado en un ser vestido con unos harapos indignos, rodeado de suciedad y piojos, sin apenas recibir alimentos, y tratado como un esclavo obligado a trabajar durante horas en unas condiciones infrahumanas e incluso peligrosas. Cavaría túneles para empresas alemanas cerca de Auschwitz y a punto estuvo de perder su vida en numerosas ocasiones.

Sin embargo, a pesar de estar en el umbral de la muerte varias veces, tal como lo describe en Crematorio frío, Debrezceni consigue sobrevivir, siendo testigo a su alrededor de la terrible muerte en condiciones  límite de muchos de sus amigos, conocidos y simples compañeros de desdicha. La novela cuenta cómo al final te familiarizas con la muerte y eres capaz de convivir con ella. Su familia, por desgracia, no tendría la misma suerte y su esposa y sus padres perecieron en los campos de la muerte en condiciones desconocidas. Debrezcni se preguntaría inútilmente en su obra “¿Dónde está el maldito castigo? ¿No se enfurecen los cielos? ¿Quién los vengará?”. Preguntas sin respuesta que hoy, cuando han pasado ochenta años desde la liberación de los campos por los aliados, siguen siendo vigentes. József Debreczeni falleció, a los 73 años, en Belgrado tras una vida dedicada al periodismo y a las letras. Desgraciadamente, como le pasó al pianista de Varsovia, solamente pudo ver publicada su obra en 1950 y después el libro cayó en el ignominioso olvido hasta que ahora, ya en pleno siglo XXI, haya sido rescatado y traducido a varios idiomas, entre ellos el español. Gran relato, sin necesidad de más eufemismos. 

Fotos de la portada del libro: Auschwiwtz

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One thought on “Crematorio frío, seguramente uno de los mejores relatos sobre el Holocausto”
  1. Siempre habran traidores a la causa eso lo miramos actualmente con los politicos en lugar de estrechar fuerzas contra el enemigo comun se vuelven los Kapos de los campos mencionados

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