Hernández festejando el gol de la victoria y del título. Fuente: Twitter @maccabitlvfc

Macabi Tel Aviv dio vuelta el duelo y derrotó hoy 2-1 a su máximo rival, Hapoel Tel Aviv, en tiempo suplementario. Así, se consagró como el mejor del segundo campeonato en importancia nacional, la Copa Israel.

Disputado en el Bloomfield Stadium, y con la estelar presencia del embajador de los Emiratos Árabes Unidos en Israel Mohamed Al-Khaja, los goles fueron obra del español Luis Hernández Rodríguez y de Yonatan Cohen, mientras que Omri Altman había puesto en ventaja al oponente.

Fueron titulares también en Macabi Tel Aviv el también español Enric Saborit y el panameño Eduardo Guerrero (amonestado en el cotejo decisivo).

Con este galardón, uno de los conjuntos más grandes del país ostenta la suma de 24 copas. Con este triunfo, cortó una racha de 7 años sin lograrla. A este palmarés se le suman 23 certámenes de Liga Ha’Al (récord absoluto), seis Copas Toto (también la cifra más alta) y otro par de Liga de Campeones de Asia en 1969 y 1971.

Este enfrentamiento derivó en el octavo cruce en finales de la Copa Israel, con una paternidad marcada para el vencedor con seis triunfos en su haber.

Hasta acá todo normal, pero sucedió lo que no debe suceder. El match había finalizado 1-1 y se cumplieron entonces los 30 minutos suplementarios para definir.

Ganaban los amarillos 2-1 y faltando instantes para finalizar atacaba Hapoel desesperada y desordenadamente. En mitad de la cancha falta de un jugador de Hapoel pero el árbitro dejó seguir la jugada que culminó con el gol que sería del empate en el tiempo suplementario. El árbitro recurre al VAR, anula el gol y comenzó la «hecatombe».

Furioso el entrenador rojo, Nir Klinger, que protestaba con vehemencia y tanto él como sus jugadores con una total falta de respeto. El árbitro expulsa a un jugador de Hapoel y a Klinger, quién no se retiró inmediatamente de la cancha y cuando lo hizo fue también con gestos obscenos hacia el público de Macabi.

Así están las cosas en el fútbol israelí. Parecería un jardín de infantes, ya que hay que educar primero a los jugadores, que es una meta aparentemente imposible y ni hablemos de los directores técnicos y equipo profesional. De esta manera termina la Copa del Estado, sin pena ni gloria y con mucha vergüenza.

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