Carta abierta al secretario general de las Naciones Unidas

Secretario general de las Naciones Unidas Don António Manuel de Oliveira Guterres - Foto: Wikipedia - CC BY 2.0

De mi mayor consideración:

Habiendo leído con mucha atención (en medios de prensa) los principales conceptos vertidos por usted en el discurso de ayer con motivo de la conmemoración del Holocausto en la sede del organismo internacional que usted dirige, me permito hacer algunas reflexiones y observaciones en cuanto al tema y especialmente a lo que hace ese organismo ante la situación actual de este mundo en el que nos tocó vivir.

Dice la información que usted mencionó que las campanas de alarma ya estaban sonando en 1933”.

Me permito corregir este dato. Las campanas comenzaron a sonar no hace 90 años sino aproximadamente diecisiete siglos, o sea 1.700 años, cuando los predicadores de la entonces muy nueva religión cristiana dieron comienzo a la campaña de acusar indebidamente al pueblo judío de la muerte de Jesús. Y no sólo sonaron en ese entonces, sino que siguen sonando hasta el día de hoy.

 A las pruebas me remito, las autoridades del Vaticano en su concilio y etapas posteriores no dijeron claramente lo que debían decir a sus adeptos: Jesús fue crucificado por el ejército romano, no por el pueblo judío, porque acostumbraban hacer eso con todo aquel que tuviera ciertas condiciones de líder que pudiera encabezar una revuelta contra su gobierno y ejército. No dijeron claramente que Jesús nació, vivió y murió como judío. No dijeron claramente que los apóstoles seguidores de Jesús eran judíos. No dijeron que María, José y todo el entorno de Jesús fue el pueblo judío.

El pueblo judío fue el más rebelde ante el conquistador imperialista de Roma, de eso da fe la Historia y la Arqueología, y por ser rebelde al imperio fue castigado de todas las formas posibles: los convirtieron en esclavos, los diseminaron en sus vastos territorios dando comienzo a la diáspora que hasta hoy nos separa, se apropiaron de todas sus pertenencias, y los ridiculizaron dándole el nombre de  Palestina (Philisten) a su reino y así se cambió el nombre de “judíos”  del reino de Judá (o Iehuda), a “palestinos” . Aclaro que nada tienen que ver en esto los que hoy se autodenominan palestinos, cuyo origen es claro: Arabia, Siria, Egipto, por eso son árabes.

Las autoridades de la Iglesia se fueron por las ramas en sus declaraciones, por lo que en vez de decir claramente la realidad, decidieron que los que hoy somos judíos no debemos pagar por lo que haya hecho nuestro pueblo miles de años atrás.

En su discurso usted recordó una realidad: los nazis en pocos meses eliminaron los derechos fundamentales, establecieron una dictadura arrestando a los miembros del parlamento, eliminaron a todo disidente y abolieron la libertad de prensa. Para mejor efectividad, construyeron el primer campo de concentración (Dachau).

Convirtieron al antisemitismo en su principal política de gobierno, pero si bien el antisemitismo fue la peor, no fue la única. Encarcelaron, torturaron y asesinaron además a: disidentes, gitanos, comunistas, republicanos antifranquistas, y hasta curas católicos sospechados de dar ayuda a judíos.

Dice usted: “…al final de la guerra, seis millones de niños, mujeres y hombres, casi dos de cada tres judíos europeos, habían sido asesinados”.

Agregó usted que “las campanas de alarma ya estaban sonando en 1933…

Pero muy pocos se molestaron en escuchar, y menos aún, hablaron”.

Es peor que eso, señor Guterres, más tétrico, más fuerte, más sangriento. Hubo grandes personajes, intelectuales, políticos, gobernantes, que apoyaron, ayudaron, aplaudieron lo que hacía Hitler en sus campos de exterminio, verdadero nombre de lo que empalidecemos nombrándolos “campos de concentración”.

Mencionaré sintéticamente algunos ejemplos:

1 – Josep Djuhashvili Stalin hizo un pacto dividiéndose con Hitler los países de Europa. Lo pagó caro, con millones de soviéticos muertos en la guerra.

2 – Winston Churchill hizo un pacto de no agresión con Hitler, que ahora sale a la luz, y que para ocultarlo después dijo aquello de “sangre, sudor y lágrimas”. Lo único que le importó a Churchill era no perder Gran Bretaña sus riquezas y sus colonias.

3 – Franklin Delano Roosevelt sabía perfectamente lo que pasaba, pero no movió un dedo. Y después, ya en plena guerra, sus aviones bombardeaban todo lo que fuera alemán, menos las vías que llevaban los trenes a los campos de exterminio. Por eso los nazis hasta el último día pudieron continuar asesinando judíos sin importarles que estaban siendo vencidos militarmente.

4 – Poblaciones enteras de muchos países europeos -con muy pocas excepciones- aplaudieron y ayudaron a los nazis en sus matanzas, porque como mencioné antes su antisemitismo era sembrado a diario por los predicadores cristianos. A los católicos se habían unido las prédicas luteranas netamente antisemitas.

5 – Gran parte de las poblaciones europeas, especialmente de Europa del Este, tenían experiencia previa, pues habían participado de los pogromos de principios del siglo XX. En los primeros veinte años del siglo pasado murieron muchos miles de judíos europeos en esos pogromos.  

¿Que las crisis económicas generan descontento? Es cierto. ¿Que los demagogos populistas utilizan las crisis en provecho propio? Es cierto. ¿Que la desinformación contribuye?, también es cierto. ¿Que las teorías de conspiración paranoicas y el discurso de odio desenfrenado contribuyen? Cierto también. Pero mucha gente lee -y cree- libros como “Los Protocolos de los Sabios de Sión”, “Mein Kampf (Mi Lucha)” y tantos otros.

Pero me pregunto, y pregunto a usted: ¿qué hace Naciones Unidas sabiendo todo esto?

Hay guerras en muchos puntos del planeta, y las Naciones Unidas ni siquiera expulsa de su seno a los países culpables.

Hay un “canto de sirena” en las instalaciones donde Irán corre carreras para lograr tener armas atómicas. La ONU aceptó el desprecio de que les prohíban inspeccionar esas instalaciones, y más aún la ridiculez de saber la ONU que las autoridades iraníes les mintieron siempre, y no aplican ningún castigo.

Usted señor Guterres como secretario general es también autoridad sobre otros organismos de la ONU. Me refiero a UNWRA y a la Comisión de Derechos Humanos. Por lo tanto, usted es responsable de que la UNWRA ayuda absolutamente al terrorismo islámico, y también es responsable de que la Comisión de Derechos Humanos esté integrada por una amplia mayoría de países donde no tienen la más mínima idea de qué son esos derechos humanos. Peor aún, están los países que menos respetan los derechos mínimos de sus habitantes.

Señor Guterres: lo apoyo plenamente en sus manifestaciones incluidas en su discurso de ayer, pero dado que en lo concreto usted no hizo nada absolutamente para frenar las guerras, los odios, las intolerancias, el antisemitismo, el terrorismo islámico, el incremento de gobiernos despóticos, le hago mi última pregunta:

¿Para qué existe la Organización de Naciones Unidas y para qué está usted al frente de ella?.

Francamente no creo que me conteste. Aunque usted tuviera la buena voluntad, no tendrá respuestas valederas ni argumentos válidos.

A la espera de un mundo mejor, saludo a usted con mi mayor consideración.

Mauricio Aliskevicius

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