Carl Edward Sagan, estadounidense, astrónomo, astrofísico, cosmólogo, astrobiólogo, escritor y divulgador científico – Parte I

Los fundadores de la Sociedad Planetaria. Carl Sagan, sentado a la derecha. – Foto: Wikipedia – Dominio Público

En esta última, fue el primer científico en ocupar la Cátedra David Duncan de Astronomía y Ciencias del Espacio, creada en 1976, y además director del Laboratorio de Estudios Planetarios.

Fue un defensor del pensamiento escéptico científico y del método científico, pionero de la exobiología, promotor de la búsqueda de inteligencia extraterrestre a través del proyecto SETI. Impulsó el envío de mensajes a bordo de sondas espaciales, destinados a informar a posibles civilizaciones extraterrestres acerca de la cultura humana. Mediante sus observaciones de la atmósfera de Venus, fue de los primeros científicos en estudiar el efecto invernadero a escala planetaria.

Carl Sagan (1934-1996) ganó gran popularidad gracias a la galardonada serie documental de Televisión Cosmos: Un viaje personal, producida en 1980, de la que fue narrador y coautor. Fue la serie más vista en la historia de la televisión pública estadounidense, con una audiencia de más de 500 millones de personas en unos 60 países. Para acompañar la serie se publicó el libro Cosmos. También escribió la novela de ciencia ficción Contact, de 1985, en la que se basó la película homónima de 1997. Sus publicaciones, que contienen 595.000 artículos,​ están archivados en la Biblioteca del Congreso.

Carl Sagan. Foto: Wikipedia – Dominio Público

También publicó numerosos artículos científicos,​ y fue autor, coautor o editor de más de una veintena de libros de divulgación científica. En 1978 ganó el Premio Pulitzer de “Literatura general de no ficción” por su libro Los dragones del Edén.

A lo largo de su vida, Sagan recibió numerosos premios y condecoraciones por su labor como comunicador de la ciencia y la cultura. Hoy es considerado uno de los divulgadores de la ciencia más carismáticos e influyentes, gracias a su capacidad de transmitir las ideas científicas y los aspectos culturales al público no especializado con sencillez no exenta de rigor.

Nació en Brooklyn, Nueva York, ​ en una familia de judíos ucranianos.

La familia vivía en un modesto apartamento cerca del océano Atlántico, en Bensonhurst, un barrio de Brooklyn. Según Sagan, eran judíos reformistas, el más liberal de los tres principales grupos judíos. Tanto Carl como su hermana coinciden en que su padre no era especialmente religioso, pero que su madre indudablemente creía en Dios, y participaba activamente en el templo…; y solo servía carne kosher.​ Durante el auge de la Gran Depresión, su padre tuvo que aceptar un empleo como acomodador de cine.

Según el biógrafo Keay Davidson, la guerra interior de Sagan era resultado de la estrecha relación que mantenía con sus padres, quienes eran opuestos en muchos sentidos. Sagan atribuía sus posteriores impulsos analíticos a su madre, una mujer que conoció la pobreza extrema siendo niña, y que había crecido casi sin hogar en la ciudad de Nueva York, durante la Primera Guerra Mundial y la década de 1920. Tenía las ambiciones propias de una mujer joven, pero bloqueadas por las restricciones sociales, por su pobreza, por ser mujer y esposa, y por ser judía. Davidson señala que ella, por tanto, adoraba a su hijo; él haría realidad sus sueños no cumplidos.

Sin embargo, su capacidad para sorprenderse venía de su padre. En su tiempo libre, regalaba manzanas a los pobres o ayudaba a suavizar las tensiones entre patronos y obreros en la tumultuosa industria textil de Nueva York.​ Aunque intimidado por la brillantez de Carl, por sus infantiles parloteos sobre estrellas y dinosaurios, se tomó con calma la curiosidad de su hijo, como parte de su educación. Años más tarde, como escritor y científico, Carl recurriría a sus recuerdos de la infancia para ilustrar ideas científicas, como hizo en su libro El mundo y sus demonios. Sagan describe así la influencia de sus padres en su pensamiento posterior:

Mis padres no eran científicos. No sabían casi nada de ciencia. Pero al iniciarme simultáneamente al escepticismo y a hacerme preguntas, me enseñaron los dos modos de pensamiento que conviven precariamente y que son fundamentales para el método científico (el pensamiento científico es un modo de razonamiento inaugurado por la aparición de las ciencias modernas. Se basa en el escepticismo, la observación y la experimentación, es decir, en la comprobación demostrable de las interpretaciones que hacemos del mundo y de las leyes que lo rigen).
Fuente: https://concepto.de/pensamiento-cientifico/#ixzz81t4P4jUk ​

La Exposición Universal de 1939

Sagan recordaba que vivió una de sus mejores experiencias cuando, con cuatro o cinco años de edad, sus padres lo llevaron a la Exposición Universal de Nueva York de 1939, lo cual fue un punto de inflexión en su vida. Tiempo después recordaba el mapa móvil de la América del Mañana:

Se veían hermosas autopistas y cruces a nivel y pequeños coches General Motors que llevaban gente a los rascacielos, edificios con bonitos pináculos, arbotantes… ¡y todo tenía una pinta genial!

En otras exhibiciones, recordaba cómo una lámpara que iluminaba una célula fotoeléctrica creaba un sonido crujiente, y cómo el sonido de un diapasón se convertía en una onda en un osciloscopio. También fue testigo de la tecnología del futuro que reemplazaría a la radio: la televisión. Sagan escribió:

Sencillamente, el mundo contenía maravillas que yo nunca había imaginado. ¿Cómo podía convertirse un tono en una imagen, y una luz convertirse en ruido?

También pudo ver uno de los eventos más publicitados de la Exposición: el entierro de una cápsula del tiempo en Flushing Meadows, que contenía recuerdos de la década de 1930 para ser recuperados por las generaciones venideras de un futuro milenio. “La cápsula del tiempo emocionó a Carl”, escribe Davidson. De adulto, Sagan y sus colegas crearon cápsulas del tiempo similares, pero para enviarlas a la galaxia: la placa de la Pioneer y el disco de oro de las Voyager fueron producto de los recuerdos de Sagan sobre la Exposición Universal. ​

La II Guerra Mundial

Durante la II Guerra Mundial, la familia de Sagan estuvo preocupada por el destino de sus parientes europeos. Sagan, sin embargo y por lo general, no fue consciente de los detalles sobre el curso de la guerra. Escribió: “Cierto es que tuvimos parientes que quedaron atrapados en el Holocausto. Hitler no era un sujeto popular en nuestra casa… Pero, por otro lado, yo estuve bastante aislado de los horrores de la guerra”. Su hermana, Carol, dijo que su madre por encima de todo quería proteger a Carl… Ella lo estaba pasando extraordinariamente mal con la II Guerra Mundial y el Holocausto.​ En su libro El mundo y sus demonios (1996), Sagan incluye sus recuerdos sobre aquel período conflictivo, cuando su familia se enfrentó a la realidad de la guerra en Europa, pero trató de evitar que esta socavara su espíritu optimista.

Curiosidad por la naturaleza

Poco después de ingresar en la escuela elemental, Sagan comenzó a expresar una fuerte curiosidad por la naturaleza. Sagan recordaba sus primeras visitas en solitario a la biblioteca pública, a la edad de cinco años, cuando su madre le regaló un carné de lector. Quería saber qué eran las estrellas, ya que ninguno de sus amigos ni sus padres sabían darle una respuesta clara:

“Fui al bibliotecario y pedí un libro sobre las estrellas… Y la respuesta fue sensacional. Resultó que el Sol era una estrella pero que estaba muy cerca. Las estrellas eran soles, pero tan lejanos que solo parecían puntitos de luz… De repente, la escala del universo se abrió para mí. Fue una especie de experiencia religiosa. Había algo magnífico en ello, una grandiosidad, una escala que jamás me ha abandonado. Que nunca me abandonará.

Por la época en que tenía seis o siete años, Sagan y un amigo fueron al Museo Americano de Historia Natural de la ciudad de Nueva York. Allí estuvieron en el Planetario Hayden y pasearon por las exhibiciones de objetos espaciales del museo, como los meteoritos, y las muestras de dinosaurios y animales en entornos naturales. Sagan escribió sobre esas visitas:

“Me quedaba paralizado ante las representaciones en dioramas realistas de los animales y de sus hábitats de todo el mundo. Pingüinos sobre el hielo apenas iluminado de la Antártida… Una familia de gorilas, con el macho golpeándose el pecho… Un oso grizzly en pie sobre sus patas traseras, de diez o doce pies de alto, y mirándome fijamente a los ojos”.

Los padres de Sagan ayudaron a alimentar el creciente interés de este por la ciencia comprándole juegos de química y materiales de lectura.​ Su interés por el espacio era, sin embargo, su principal foco, especialmente después de leer las historias de ciencia-ficción de escritores como Edgar Rice Burroughs, quienes estimulaban su imaginación acerca de cómo sería la vida en otros planetas, como Marte. Según el biógrafo Ray Spangenburg, estos primeros años en los que Sagan trataba de comprender los misterios de los planetas, se convirtieron en una fuerza motora en su vida, una chispa continua para su intelecto, y una búsqueda que jamás sería olvidada.

Formación y carrera científica

Carl Sagan se graduó en la Rahway High School de Rahway, Nueva Jersey, en 1951. Se matriculó en la Universidad de Chicago, donde participó en la Ryerson Astronomical Society.​ En esta universidad se graduó 1954 en Artes con honores especiales y generales, en 1955 se graduó en Ciencias y en 1956 obtuvo un máster en Física, para luego doctorarse en Astronomía y Astrofísica en 1960.​ Durante su etapa de pregrado, Sagan trabajó en el laboratorio del genetista Hermann Joseph Muller. De 1960 a 1962, Sagan disfrutó de una Beca Miller para la Universidad de California, Berkeley.​ Mientras tanto, publicó un artículo en 1961 en la revista Science sobre la atmósfera de Venus, mientras también trabajaba con el equipo Mariner 2 de la NASA, y ejerció como “Consultor de Ciencias Planetarias” para la Corporación RAND.​ De 1962 a 1968, trabajó en el Smithsonian Astrophysical Observatory en Cambridge, Massachusetts.

Después de la publicación del artículo de Sagan en Science, en 1961 los astrónomos de la Universidad de Harvard Fred Whipple y Donald Menzel le ofrecieron a Sagan la oportunidad de dar un coloquio en Harvard y posteriormente le ofrecieron un puesto de conferenciante en la institución. En cambio, Sagan pidió que lo nombraran profesor asistente, y finalmente Whipple y Menzel pudieron convencer a Harvard de que le ofreciera a Sagan el puesto de profesor asistente que solicitó. Sagan dio conferencias, realizó investigaciones y asesoró a estudiantes de posgrado en la institución desde 1963 hasta 1968, además de trabajar en el Observatorio Astrofísico Smithsoniano, también ubicado en Cambridge, Massachusetts.

En 1968, a Sagan se le denegó la titularidad en Harvard. Más tarde indicó que la decisión fue muy inesperada. La denegación de la titularidad se ha achacado a varios factores, entre ellos que centraba sus intereses de forma demasiado amplia en una serie de áreas (mientras que la norma en el mundo académico es convertirse en un experto de renombre en una estrecha especialidad), y tal vez debido a su bien publicitada defensa científica, que algunos científicos percibieron como si tomara prestadas las ideas de otros para poco más que la autopromoción.​ Un asesor de sus años de estudiante universitario, Harold Urey, escribió una carta al comité de titularidad en la que recomendaba encarecidamente no conceder la titularidad a Sagan.

“La ciencia es más que un cuerpo de conocimientos; es una forma de pensar. Tengo un presentimiento de un Estados Unidos en la época de mis hijos o nietos, cuando Estados Unidos es una economía de servicios e información; cuando casi todas las industrias manufactureras clave se han ido a otros países; cuando unos poderes tecnológicos asombrosos están en manos de unos pocos, y nadie que represente el interés público puede siquiera comprender los problemas; cuando la gente ha perdido la capacidad de establecer sus propias agendas o cuestionar con conocimiento a las autoridades; cuando, aferrados a nuestros cristales y consultando nerviosamente nuestros horóscopos, nuestras facultades críticas en decadencia, incapaces de distinguir entre lo que se siente bien y lo que es verdad, nos deslizamos, casi sin darnos cuenta, de regreso a la superstición y la oscuridad.”

—Carl Sagan en El Mundo y sus Demonios (1995)

Por lo que Sagan impartió clases e investigó en la Universidad de Harvard hasta 1968, año en que se incorporó a la Universidad Cornell en Ithaca, Nueva York, donde dio cursos de pensamiento crítico hasta su muerte en 1996. En 1971, fue nombrado profesor titular y director del Laboratorio de Estudios Planetarios. De 1972 a 1981, Sagan fue director Asociado del Centro de Radiofísica e Investigación Espacial de Cornell. Desde 1976 hasta su muerte, fue el primer titular de la Cátedra David Duncan de Astronomía y Ciencias del Espacio. En Londres, impartió la edición de 1977 de las Royal Institution Christmas Lectures.

Sagan estuvo vinculado al programa espacial estadounidense desde los inicios de este. Desde la década de 1950, trabajó como asesor de la NASA, donde uno de sus cometidos fue dar las instrucciones del Programa Apolo a los astronautas participantes antes de partir hacia la Luna. Sagan participó en muchas de las misiones que enviaron naves espaciales robóticas a explorar el sistema solar, preparando experimentos para varias expediciones. Concibió la idea de añadir un mensaje universal y perdurable a las naves destinadas a abandonar el sistema solar que pudiese ser potencialmente comprensible por cualquier inteligencia extraterrestre que lo encontrase. Sagan preparó el primer mensaje físico enviado al espacio exterior: una placa anodizada, unida a la sonda espacial Pioneer 10, lanzada en 1972. La Pioneer 11, que llevaba otra copia de la placa, fue lanzada al año siguiente. Sagan continuó refinando sus diseños; el mensaje más elaborado que ayudó a desarrollar y preparar fue el Disco de Oro de las Voyager, que fue enviado con las sondas espaciales Voyager en 1977. Sagan se opuso frecuentemente a la decisión de financiar el transbordador espacial y la estación espacial a expensas de futuras misiones robóticas.

De 1968 a 1979, Sagan fue editor de la Revista Icarus, publicación para profesionales sobre investigación planetaria. Fue cofundador de la Sociedad Planetaria, el mayor grupo del mundo dedicado a la investigación espacial, con más de cien mil miembros en más de 149 países, y fue miembro del Consejo de Administración del Instituto SETI. Sagan ejerció también de presidente de la División de Ciencia Planetaria (DPS) de la Sociedad Astronómica Americana, de presidente de la Sección de Planetología de la American Geophysical Union y de presidente de la Sección de Astronomía de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia.

Logros científicos

Las contribuciones de Sagan fueron vitales para el descubrimiento de las altas temperaturas superficiales del planeta Venus. A comienzos de la década de 1960 nadie sabía a ciencia cierta cuáles eran las condiciones básicas de la superficie de dicho planeta, y Sagan enumeró las posibilidades en un informe que posteriormente fue divulgado en un libro de Time-Life titulado Planetas. En su opinión, Venus era un planeta seco y muy caliente, oponiéndose al paraíso templado que otros imaginaban. Había investigado las emisiones de radio procedentes de Venus y llegado a la conclusión de que la temperatura superficial de este debía de ser de unos 380 °C. Como científico visitante del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, participó en las primeras misiones del Programa Mariner a Venus, trabajando en el diseño y gestión del proyecto. En 1962, la sonda Mariner 2 confirmó sus conclusiones sobre las condiciones superficiales del planeta.

Sagan fue de los primeros en plantear la hipótesis de que una de las lunas de Saturno, Titán, podría albergar océanos de compuestos líquidos en su superficie, y que una de las lunas de Júpiter, Europa, podría tener océanos de agua subterráneos. Esto haría que Europa fuese potencialmente habitable por formas de vida. ​ El océano subterráneo de agua de Europa fue posteriormente confirmado de forma indirecta por la sonda espacial Galileo. El misterio de la bruma rojiza de Titán también fue resuelto con la ayuda de Sagan, debiéndose a moléculas orgánicas complejas en constante lluvia sobre la superficie de la luna saturniana. ​

Sagan también contribuyó a mejorar la comprensión de las atmósferas de Venus y Júpiter y de los cambios estacionales de Marte. Determinó que la atmósfera de Venus es extremadamente caliente y densa, con presiones aumentando gradualmente hasta la superficie planetaria. También percibió el calentamiento global como un peligro creciente de origen humano, y comparó su progreso en la Tierra con la evolución natural de Venus: camino a convertirse en un planeta caliente y no apto para la vida como consecuencia de un efecto invernadero fuera de control. También estudió las variaciones de color de la superficie de Marte y concluyó que no se trataba de cambios estacionales o vegetales, como muchos creían, sino de desplazamientos del polvo superficial causados por tormentas de viento.

Sin embargo, Sagan es más conocido por sus investigaciones sobre la posibilidad de la vida extraterrestre, incluyendo la demostración experimental de la producción de aminoácidos mediante radiación y a partir de reacciones químicas básicas. Él y su colega de Cornell, Edwin Ernest Salpeter, especularon sobre la posibilidad de la existencia de vida en las nubes de Júpiter, dada la composición de la densa atmósfera del planeta, rica en moléculas orgánicas.

La segunda parte se publicará el 18-05-2023

Fuente: Wikipedia

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2 thoughts on “Carl Edward Sagan, estadounidense, astrónomo, astrofísico, cosmólogo, astrobiólogo, escritor y divulgador científico – Parte I”
  1. El artículo resume muy bien cómo surge la forma de pensar de Carl Sagan, que sigue siendo inspiración para muchos de nosotros, lo leo desde los 15 🙂

  2. Muy bien, Carl Sagan se merece un homenaje como genial pionero de la pedagogía espacial y de la evolución. Muy bien que nos recuerden cómo genios como Sagan siempre han sido obstaculizados por aquellos personajillos seudocientificos que pululan en las universidades, aún en las más prestigiosas.

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