Foto: Wikipedia - Dominio Público

Junto a la pandemia es muy urgente enfrentar el calentamiento global. La suba de la temperatura y los calores extremos no son procesos futuros. Están ya presentes. Los últimos 5 años fueron los más calientes desde 1880, en que se inició el registro. En la cumbre climática de París, se fijó que no debía sobrepasarse en 1.5 grados el promedio de temperaturas 1850-1900. El ascenso continuo de los gases invernadero, ha llevado a que puede pasarse en los próximos 5 años. La quema de combustibles fósiles está arrojando en la atmósfera 6.000 toneladas de dióxido de carbono anuales. Las olas de calor son más frecuentes y duran más que hace 70 años. Como advierte Yuval Noah Harari , historiador y escritor israelí, “estamos desestabilizando la biosfera”. Se degradan sistemas ecológicos enteros como la gran barrera de coral australiana, y la pluviselva amazónica.

Un millón de especies, de los 6 millones existentes, están al borde de la extinción. Entre ellas los osos polares, las abejas, y los osos panda que viven del bambú que está desapareciendo.

El hielo del ártico se redujo desde 1950 en un 15%. Los mares se desbordan. Aumenta la potencia de los huracanes, las inundaciones se multiplican. Al mismo tiempo la desertificación avanza, las sequías son más duras, y los incendios forestales se extienden.

Los daños a las personas particularmente a los más pobres e indefensos son graves. En diversas áreas la supervivencia se hace casi inviable.

En el 2019, hubo 1900 catástrofes naturales y 24.9 millones de nuevos desplazados. Los calores extremos hacen muy difícil la vida para millones de campesinos pobres. Ponen en peligro la salud, y la producción agrícola. Es lo que está sucediendo en el corredor seco de Centroamérica, en el sudeste asiático, en áreas de la India, y otros países, y en el Sahara africano. En Guatemala por ejemplo la temperatura ha subido 1.8 grados Fahrenheit desde 1960. Las lluvias se han hecho irregulares. Las cosechas de maíz, arvejas, y otros granos vienen bajando. No es económicamente viable sembrar café en tierras bajas. A los parias del mundo se ha sumado una nueva figura, el exilado climático que huye desesperado hacia países ricos buscando como sobrevivir.

Se impone reducir las emisiones tóxicas, para frenar los agudos desequilibrios ecológicos, y sus impactos sobre los seres humanos. Ello requiere cambiar la matriz de energías sucias, por una donde predominen las energías limpias. Hay países que están mostrando que es posible. Invierten consistentemente en energía solar, eólica, geotérmica, y otras. Han logrado que los costos bajen desde el 2009, en un 81% en la solar, y en un 46% en la eólica. Entre los que destacan se halla Dinamarca en donde más del 50% de la energía utilizada es de fuente eólica, Suecia donde un 100% viene de biomasa, Noruega donde más de un 90% es hidroeléctrica, Alemania que está avanzando rápidamente a que 2/3 de la energía que emplea sean renovables. También Israel, pionero en el uso inteligente del agua y su reciclaje, y creador del riego por aspersión, difundido mundialmente. Asimismo, a la vanguardia internacional en la utilización y el desarrollo de tecnologías de energía solar. A su vez resaltan los pequeños Costa Rica y Uruguay con más de un 90% de electricidad de fuentes limpias.

100 economistas prominentes encabezados por el premio Nobel Joseph Stiglitz, Jeffrey Sachs, y otros han lanzado un manifiesto, exigiendo terminar con la “era del carbón”, y superar los intereses económicos creados que se oponen a ello. Reclaman impulsar enérgicamente la economía verde antes de que sea tarde y muchos de los daños sean irreversibles. El tiempo apremia.

(*)  Asesor de diversos organismos internacionales. [email protected]

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