Cada huevo, un deseo en la peregrinación judía a la extraña sinagoga tunecina

Sinagoga de la Ghriba Djerba Foto Issam Barhoumi Wikimedia Commons CC BY-SA 4.0

“No se sabe dónde está enterrada pero se dice que está en esta cueva», describe Kati Rachel desde el interior de la ancestral sinagoga, mientras escribe un deseo sobre la cáscara de un huevo, que depositará en un «milagroso» recoveco.

Pedir un nuevo nacimiento en la familia o el casamiento de quienes se resisten al sacramento son los deseos más solicitados entre los miles de judíos, unos 5.000 estimados este año, que hacen fila en la sinagoga de La Ghriba, un genuino peregrinaje del Norte de África que termina hoy en la isla tunecina de Yerba.

Excepto durante la pandemia, Rachel no ha faltado a este evento en las últimas dos décadas, como gran parte de los judíos locales y de la diáspora que veneran este templo datado en su origen en el siglo VI a.C., considerado uno de los más antiguos del mundo.

Conscientes de la importancia de esta romería, tanto para el turismo como para los feligreses, las autoridades han invertido todos los medios posibles, asegura René Trabelsi, exministro de Turismo y el que fuera el primer responsable político de confesión judía desde la década de los cincuenta.

Las fuerzas de seguridad cercaron por tierra, mar y aire el acceso a esta isla mediterránea, donde vive la comunidad judía más importante del país, en torno a 1.500 personas.

Esther, que ahora vive en Israel, dejó de peregrinar durante seis años tras el atentado yihadista de 2002 que dejó 17 muertos, y hoy esta francesa de origen marroquí marca su deseo en el huevo por una «amiga enferma de cáncer. Con su nombre y el de su madre porque en la religión judía» se hereda por línea materna, explica.

El huevo, que representa la fecundidad, comenzó como un deseo de maternidad pero pronto se extendió a otras aspiraciones.

«Mi sobrina tiene 33 años, está soltera y no quiere ni oír hablar del matrimonio, así que he pedido como deseo un hombre para ella», explica entre carcajadas junto a sus dos amigas tunecinas, que se agolpan junto al pequeño orificio, de no más de medio metro de largo y medio de ancho, en el que se apilan cientos de huevos.

Cargados de cartones de huevos y teléfono en mano para inmortalizar el momento, los fieles, en su mayoría mujeres, también transmiten las oraciones de aquellos que no han podido desplazarse a esta peregrinación.

En el complejo, donde se ubica la sinagoga, que luce el tradicional azul y blanco de la arquitectura tunecina, no queda un rincón en el que los devotos no se abandonen a la oración, entre barbacoas y bebidas; un encuentro que transcurre entre la fe, el misticismo y el convite.

Los libros de la Torá (el Pentateuco de la biblia hebrea) se entremezclan con las cascos vacíos de Celtia (cerveza local); del rezo y el encendido de velas, se pasa a los bailes, la música, y hasta subastas para que el rabino mencione en el rezo el nombre del postor y que en su primer día alcanzó un total de 20.000 dinares (equivalente a 6.200 euros).

«Esta oración es la más antigua de Yerba, tiene más de 2.000 años y conoce muchos milagros y todo el mundo cree. Cuando alguien tiene un deseo viene aquí para rezar porque cree que con su oración será cumplido», explica el gran Rabino de Túnez, Rav Haim Bittan, al término de la plegaria.

«No soy muy religiosa, soy más bien mística y yo creo, creo en la Ghriba», asevera Rachel antes de posar para un selfi y dejar sus deseos en manos de esta santa misteriosa. EFE

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