En una excavación en Jerusalén, un grupo de arqueólogos israelíes hallaron el rastro de comportamiento felino más antiguo documentado en un fragmento de vasija de barro de 1.200 años de antigüedad.
Se trata de una pieza del período dominio islámico del califato abasí, y estaba destinada al transporte de agua, vino o aceite de oliva.
La zona de excavación era una zona residencial de la ciudad del siglo IX. Por su mención en textos antiguos, se sabe que en esa época los gatos tenían un lugar especial en la cultura islámica.
Lo que evidencia la presencia felina en la ciudad es que el jarrón tiene marcas de garras que indican que un gato “amasó”, como se llama habitualmente al gesto de los gatos de masajear con sus uñas una superfie, mientras la arcilla aún permanecía blanda, antes de secarse.
El descubrimiento fue de Gretchen Cotter, directora del laboratorio de excavación.