Todo ser humano que pisa Ámsterdam, sabe que está la casa de Ana Frank y que es visita obligada para conocer el recinto donde vivió. Pero… ¿quién realmente conoce a fondo la historia de la chica asesinada por los nazis en la Segunda Guerra Mundial luego de que la delataran con su familia?
La mercantilización para convertir a Frank en una figura pública y popo para vender souvenirs con su casa o nombre es lo que critica el director israelí Ari Folman. El cineasta regresa al ruedo con una nueva mirada clave de la historia en “Dónde está Anne Frank”.
“La percepción con Ana Frank es que la gente no sabe qué pasó con ella”, dijo el director en el Festival de Cannes. Allí presentó esta película que ya se puede ver en las salas europeas. Su punto de vista también tiene que ver con que Folman es descendiente de dos sobrevivientes del Holocausto.
El recurso narrativo que utiliza es traer de nuevo a Kitty, la amiga imaginaria de Ana en su diario, al mundo actual. A una capital holandesa donde los refugiados sobreviven en tiendas de campaña y aumenta la extrema derecha con delitos de odio.
Kitty supone que, si ella cobró vida, sucedió lo mismo con Ana. Por esta razón, la buscará siguiendo el diario y con la ayuda de un joven que comanda un hogar para refugiados sin identidad propia.
Esta trama trata de que, según Folman, se refleje el activismo de las nuevas generaciones. Lo realiza uniendo puentes entre el pasado y el presente a su estilo. Piensa que hubiera pasado si los judíos habrían escapado de los campos de concentración. Ese es el paralelismo que intenta llevar a cabo para cuestionar el racismo y el clasismo de las sociedades europeas.