Dr. Natalio Daitch
Amarás a Tu prójimo.
No cabe duda que en el servicio religioso (o aún el no religioso si hablamos de ética o moral) de cada judío, nuestra relación con el prójimo constituye el Talón de Aquiles, o el punto débil de ese paquete que incluye para todos los israelitas: Torá, mitzvot (preceptos) y midot (cualidades). Y justamente en esta última de las tres, es donde muchos (creyentes o no) caen o tropiezan en diversas faltas y contradicciones.
Entre Kipur y Sucot.
En este tiempo de balance y juicio, todos buscamos salir airosos en la evaluación divina. También es el tiempo que oscila entre la seriedad y el temor de estar parado frente al Tribunal Celestial, y el precepto de alegrarse en la hermosa Fiesta de las Cabañas. Esta última, que nos muestra nuestra débil situación humana, desde la perspectiva de sentarnos en una Sucá que no es otra cosa que una morada frágil al igual que lo es nuestra propia vida.
Esta asombrosa y perfecta combinación de amor y temor y de cierta dosis de tristeza y angustia con una alegría emergente en el séptimo mes de Tishrei, busca despertar nuestra sensibilidad, y acercarnos mucho más a Hashem y a nuestros hermanos, por medio de una extensa liturgia (conjunto de prácticas establecidas que regulan cada religión el culto y las ceremonias que se realizan) y que constituye el recipiente o cuerpo necesario que contiene el otro mensaje que suele ser el más dificultoso de alcanzar para nosotros los mortales que tienen que ver con la valoración de nuestra relación con nuestro prójimo.
A D’os y al hombre.
Y qué duda cabe, que en el judaísmo por principio no se acepta una doble moralidad. O lo que llamamos hoy una doble vara o un doble estándar. Tanto D’os como el semejante requieren igual dosis de respeto. Y a este respecto la Torá misma es tajante: «Ama a Tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor». Levítico 19: 18
Muchos eminentes Rabinos como Rabi Akiva o el Sabio Hilel advirtieron el punto, ya que, desde un enunciado positivo o negativo, la Torá busca que el cumplimiento de los preceptos lleve a obtener un producto de persona más sensible y solidaria y altruista. Es decir, que el buen comportamiento debe incluir no solo la Sinagoga, también la calle, el comercio o cualquier trabajo o tarea y obvio la propia casa.
El objetivo de la Torá. Final
La observancia de la Torá es el método o camino necesario que tiene el judío para poder confrontar con su Yetzer Hará o mal instinto, que es el probador o la fuerza de oposición a todo lo que tenga que ver con el servicio espiritual del hombre. Si repasamos el significado de la palabra «altruismo» nos encontramos que se trata de la tendencia a procurar el bien de las personas de manera desinteresada, incluso a costa del interés propio. De lo contrario, el mero cumplimiento de los mandamientos, sin este segundo requisito, solo nos permitiría obtener una persona egoísta en versión religiosa, de igual forma que podemos ubicar esta tendencia en personas que se consideran no creyentes. Aunque llegados a este punto, debo aclarar, que hay personas no practicantes que son solidarias con las necesidades del prójimo y obvio esto es muy meritorio, pero en aras de la completitud la Ley de Moisés exige una moneda de dos caras como el peaje para poder transitar la completa armonía a la cual todo hombre puede acceder en el transcurrir de su existencia terrenal.
Para concluir: «Ama a D’os y Ama a tu prójimo (o próximo que tienes a corta distancia)» ya que las tablas del Sinaí son siempre dos. Y estos días de reflexión, inquietud e introspección son muy propicios para mejorarnos en las dos facetas expuestas y de carácter obligatorio.