“Pero Yeshurún engordó y dio coces;
te hiciste obeso, te cubriste (con grasa);
abandonó al Dios que lo había hecho, y
deshonra a la Roca de su salvación”.
Deuteronomio 32-15
¿Materialismo versus espiritualidad?
En estos días de teshuvá (arrepentimiento y rectificación), todos queremos pasar el juicio. Y todos nos esforzamos en hacer mérito para poder obtener un nuevo año de vida y de bendición para nosotros y para nuestras familias.
Pero el punto más conflictivo radica en poder dejar realmente de lado nuestro egoísmo y poder obtener un cambio genuino y sustentable donde nuestro prójimo sea equiparable a nuestra fuerte y anhelada relación con nuestro Creador.
Existe una máxima que el materialismo separa, mientras que el espiritualismo une.
El nudo del problema.
Y el meollo de la cuestión, pasaría más por cultivar buenas cualidades (generosidad, solidaridad), aun entendiendo como pilares, el estudio de la Torá y el cumplimiento de los preceptos o mitzvot.
Los dos últimos tienen que ver con la relación hombre – Dios, y no siempre implican un buen comportamiento hacia el prójimo, aunque nos cueste entenderlo.
El señor dinero.
Una forma de idolatría tan antigua como el hombre.
Y en nuestra Comunidad criolla, tenemos antecedente de organizaciones mafiosas como fueron la Tzvi Migdal (trata de blancas en el pasado), como de grupos mafiosos de judíos (incluso ortodoxos y de línea jasídica) que realizan oscuras maniobras bajo maquillaje legal a los fines de apropiarse de menores y separar y hacer explotar familias judías.
Si pudiéramos explayarnos en este último tópico, deberíamos admitir que no solo los terroristas del Hamás han venido para llevarse a nuestros hijos.
En ambos casos, tanto en el pasado como en el presente, el móvil es obtener dinero en cantidades descomunales, obvio dejando de lado cualquier escrúpulo o remordimiento por el daño ocasionado.
Frente a Iom Kipur.
Cada judío debe intentar purificarse, arrepentirse de sus yerros y pecados y poder mejorar y retornar al Todopoderoso (hacer teshuvá).
Nos queda el punto de cómo depurarnos en el plano comunitario y colectivo, y poder execrar a los impuros (temeím) qué con chapa de judíos (ocasionan estrágos) de nuestra kehilá.
Esto queda con un signo de interrogación.
Oigan. Final.
Yeshurún o la congregación de Israel “engordo”, es decir los billetes, y el oro y la plata los ha conducido al pecado. Todo ya está descripto en el último capítulo de la Torá (Haazinu-Oigan) leído en los servicios de todas nuestras sinagogas en todo el orbe.
Un pecado de algunos, pero que compromete al conjunto.
Lamentablemente ya sufrimos dos atentados terroristas en Buenos Aires. Y lamentablemente también Israel tuvo su 7-10.
La presente reflexión no pretende “ser palabra de Dios”.
La presente es un interrogante: ¿buscar la razón por la cual Hashem nos soltó la mano?
¿Buscar la causa del por qué la Divinidad oculto su rostro y permitió que nuestros enemigos pudieran lastimarnos?
Y no creo que tenga que ver con el kosher o el Shabat (sin negar su importancia), pero en el judaísmo profético, la oscuridad y los castigos se mencionan ligados a faltas que tienen que ver con nuestro prójimo y la falta de justicia en nuestra sociedad.
Todo parece tener su raíz en ignorar en ciertas ocasiones la máxima de: “Y amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Y es que la verdadera cosmovisión judía es un todo y no puede ni debe ser parcelada o desvirtuada.
¡Shana Tová y Jatimá Tová!
Dr. Natalio Daitch