“Si andan en Mis decretos y preservan Mis mandamientos y los llevan a cabo, entonces Yo proveeré sus lluvias en su tiempo, y la tierra rendirá su producto…”.
Levítico 26 3-4
Bejukotai.
El típico ejemplo de un padre de carne y hueso que enseña a su pequeño hijo, cosas que hoy, no puede entender, pero que seguramente mañana comprenderá.
Entiendo, que la confusión se deriva de poder establecer que un padre o una madre no son los típicos amigos y compinches del joven.
Ellos son los referentes y educadores y los primeros modelos de imitación. Obvio, eso no quita que haya amor entre ellos, comunicación, abrazos y mucho amor.
Los jukim o decretos, son órdenes que no pueden explicarse por nuestra mente y nuestra lógica, pero que deberíamos aceptar al igual que el resto de los preceptos de la Torá. Con la convicción que todo es para nuestro bien, y de alguna forma esto se nos revelará en algún momento.
La vida misma.
Si quisiéramos objetar la parashá o capítulo de Bejukotai, tendríamos que reflexionar que toda nuestra vida está impregnada por cosas que no llegamos a entender, pero que igualmente debemos aceptar.
Por ejemplo: un niño que fallece de muerte súbita, o un amigo que se aleja de nosotros sin causa aparente, o el caso de una persona que fallece inesperadamente en pleno estado de salud.
Y siendo Torá la vida misma, nos debe mostrar aquello inentendible sea que suceda “espontáneamente” o que se configure como una orden divina.
Bejukotai y el desierto.
Nuevamente vemos el hilo conductor entre el último capítulo del Levítico y el inicio del cuarto libro del Pentateuco. Y es aquí donde podemos encadenar que desoír la palabra del Padre Todopoderoso, implica ingresar en el Desierto.
Y en el Desierto hay mucha arena y víboras y escorpiones, pero poca agua (que representa a la Torá)
El rompecabezas. Final
El rompecabezas, solo queda a medio terminar. Inconcluso. El ser finito debe entender que su cercanía también lo aleja del conocimiento completo y pleno de D’os.
Nacemos, vivimos y nos vamos contra nuestra voluntad, y nos encontramos inmersos en una realidad que oculta la verdad.
La naturaleza oculta aquello que significa el tetragrama (o nombre de cuatro consonantes que alude a la esencia de D’os).
De esta forma me despido, ya que solo vemos las vestimentas del Rey, pero no llegamos a visualizar aquello que hay debajo.
Reitero, el sentido de lo incomprensible seguramente en algún momento se nos será revelado. Nos sorprenderá, pero nos parecerá tan claro y diáfano como el agua.
Hasta ese momento, y dado que nos acercamos a la montaña de Sinaí (los últimos días de la cuenta de Omer que une Pésaj con Shavuot), les deseo a todos Jodesh Tov y Shabat Shalom!
Dr. Natalio Daitch