Una frontera debe concebirse como espacio dinámico

Acerca de la demanda de límites claros de Israel

Mayor General (res.) Gershon Hacohen

“Cada casa tiene una pared, cada villa tiene una cerca, cada estado tiene una frontera. ¿Dónde está la frontera de Israel?”. Así fue como Sefi Rachlevsky, en su libro de Ein Gvul (No hay frontera), expresó su deseo de estabilidad israelí basado en las fronteras permanentes. Los arquitectos, sin embargo, saben lo imprecisa que es la declaración: no todas las casas tienen un muro; ni todas las villas tienen una valla. A veces se desea lo opuesto. Cuando se abre una ventana en una vista, se quiere una continuidad desde el espacio interior hasta el exterior, y más allá de los límites del patio.
El anhelo de las fronteras permanentes también existe en la derecha israelí; no es sólo un fenómeno de la izquierda liberal.
La congruencia entre la nación, la patria, el estado y las fronteras permanentes se trata como algo obvio. Sin embargo, en otros países, esa congruencia es inusual.
El estado-nación moderno aspira a una homogeneidad cívica, cultural y soberana que encajaría con las fronteras políticas, pero la dinámica en que emerge la realidad no siempre concuerda con un orden tan monolítico.
La gran población macedonia en el norte de Grecia, por ejemplo, tiene una doble afinidad con Grecia y Macedonia. El fenómeno también se encuentra en otras partes de Europa y en Estados Unidos. Israel, sin embargo, es anómalo porque ningún israelí vive en los estados vecinos.
Cuando terminó la Guerra de la Independencia de 1948-49, todos los barrios que quedaron más allá de las líneas del armisticio fueron abandonados. La congruencia total surgió entre una frontera y la existencia judía dentro de un territorio. Sin embargo, las cosas no siempre fueron tan claras.
Durante los años del Mandato Británico, los movimientos pioneros no cesaron sus esfuerzos de asentamiento en las tierras del Barón Rothschild en el Haurán y el Golán, a pesar de que esos territorios habían sido parte del Mandato francés en Siria. Ese enfoque era común a todos los movimientos pioneros: su noción de territorio rechazaba las fronteras políticas como delimitando el alcance de las aspiraciones nacionales que definen una patria. De manera similar, cuando el plan de partición de 1947 fue adoptado por la ONU, David Ben-Gurión no estaba dispuesto a evacuar vecindarios significativos que permanecían fuera del territorio israelí, como Naharía, las aldeas occidentales de Galilea y Gush Etzion en las colinas de Hebrón.
La complejidad de estas tensiones entre las fronteras políticas y el territorio de la patria no es exclusiva de Israel. Otros ejemplos incluyen el estado complejo de Alsacia-Lorena para Alemania y Francia, y de Transilvania para Hungría y Rumania. Después de que la Unión Soviética se vino abajo, los rusos también tuvieron que enfrentar el desafío de la incongruencia entre sus fronteras reconocidas y las tierras fuera de las fronteras que incluían poblaciones rusas sustanciales. De esta crisis, Moscú formó un nuevo enfoque militar que llegó a ser conocido como “guerra híbrida” en Occidente y “guerra de nueva generación” en ruso.
Las campañas más recientes -en Georgia en 2008, en Crimea y en Ucrania- utilizaron los conceptos rusos tradicionales en formas actualizadas. Estas campañas hicieron uso deliberado de una combinación de fuerza militar y medidas civiles. Cuando las tropas rusas regresaron a la frontera ruso-georgiana, el presidente Putin quedó con un logro significativo: mientras sus fuerzas se habían retirado completamente y evidentemente de Georgia, los civiles rusos en Abjasia habían logrado, gracias a la campaña, autonomía. De conformidad con el derecho internacional, Abjasia permaneció bajo la soberanía georgiana, sin que Rusia hubiera violado el statu quo relativo a las fronteras internacionales. Sin embargo, el territorio, con sus afinidades nacionales, culturales y económicas, se había convertido en una provincia rusa de facto.
En una realidad donde la preservación de las fronteras internacionales se ha convertido en una piedra angular del derecho de las naciones, Israel debe reconsiderar la vieja noción de que una patria y las fronteras políticas no siempre son un ajuste perfecto. Por ejemplo, cuando vacilan entre anexar formalmente a Maalé Adumim y construir 100.000 viviendas de Maalé Adumim hacia el Mar Muerto, vale la pena preguntarse: si la nueva frontera no sería reconocida en ningún caso, ¿para qué serviría la anexión? La edificación a gran escala haría mucho más para promover los intereses de Israel.
Fuente: BESA Center

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