Una crónica sensible y justa

22 junio, 2017

Rofe Cafri (Medecin de Campagne, Francia, 2016). Dirección: Thomas Lilti. Guión: Thomas Lilti, Baya Kasmi. Fotografía: Nicolas Gaurin. Actores: Francois Cluzet (Jean-Pierre Werner) Marianne Denicourt (Nathalie Delezia), Christophe Odent (Nores), Patrick Descamps (Francis Maroini), Isabelle Sadoyan (madre de Jean-Pierre) y otros

El protagonista del film, Jean-Pierre Werner, es médico en una zona rural de Francia, el título original es Médico de Campiña y la mayor parte de su tiempo está dedicada a visitas a casas de enfermos a pesar de tener una clínica en la planta baja de su casa. Pero el principio ya nos informa que él mismo tiene un tumor en la parte izquierda de su cerebro, no es lo que se llamaría un aguafiestas ya que de entrada sabemos que tenemos delante un médico enfermo que se ocupa de enfermos.
El doctor Nores le recomienda descanso y dejar de trabajar a lo cual Jean-Pierre se niega rotundamente. Como no se trata de un tumor operable, el protocolo son sesiones de quimioterapia que tiene que pasar en el hospital de la ciudad vecina. La elección del médico enfermo le permite a éste vivir la enfermedad en primera persona, pese a que no hace falta tal experiencia en la profesión. Es un médico dedicado a su profesión y a sus pacientes a los cuales trata con profesionalidad y eficiencia, sin caer en una empatía pegajosa, no va con el carácter del personaje.
Tal como se lo representa tal vez simbólicamente haya una intención de señalar la gradual desaparición de esos médicos rurales en beneficio de centros medicinales cuyo objetivo primordial es financiero y el tratamiento mucho menos individual. No se trata de un film didáctico con discursos acerca de la profesión pero la intención tácita es al final bastante clara. Sabiendo la condición de su paciente, Werner, Nores le manda una ayudante, una médica que ha terminado recién su período de residencia en un hospital urbano, para ayudarle en sus tareas, algo que al principio contraría a Werner.
Ella es Nathalie Delezia, de alrededor de 40 años, ha sido durante muchos tiempo enfermera en un hospital antes de decidirse por la medicina y por supuesto no tiene experiencia como médica rural. La hostilidad de Werner no es violenta, más bien se siente en el aire. En una visita a un enfermo en una granja ella es atacada por un grupo de ocas y tiene que volver a refugiarse en el auto desde donde el entretenido Werner observa la escena y luego le explica cómo afrontar esa agresión atacándolas desde la cola.
Es uno de los tantos momentos de humor seco que están esparcidos a lo largo del film. Ella tiene que ganarse el respeto tanto de su mentor como de los pacientes, algunos de los cuales acostumbrados a “su doctor” rechazan su presencia. Como iguales o reemplazantes. Werner está divorciado, tiene un hijo que lo visita con cariño y una anciana madre a la cual él visita. En una de las visitas, llega y ella está mirando un programa de televisión parada, interrogada por esa postura inusual para ver la tele, ella responde que así no se duerme durante el programa.
En una de las escenas Werner mide la altura de una paciente bajita y resulta que ha crecido dos centímetros, ella está medicada con pastillas contra la depresión y él le ha dado el consejo de que lo más importante es la actitud, no las pastillas y luego lo vemos reflexionando sobre esta frase que bien puede aplicársele.
El doctor Nores le informa a Nathalie de la enfermedad de Werner confidencialmente para que no caiga como sorpresa pero como buena profesional ella se ha dado cuenta por sí misma, sin mencionárselo a Werner sino mucho más tarde. Un ejemplo es el deterioro visual que se va produciendo cuando no ve que en el plato de tortilla que se ha preparado ha quedado la mitad sin comer.
Un incidente serio ocurre cuando ella envía a un paciente anciano al hospital por tener una embolia pese a la advertencia de Werner de no hacerlo porque en el hospital su estado sólo puede empeorar. Esos médicos de campiña como son presentados en el film son expertos en todos los aspectos de la medicina y como Werner reacios a hospitalizar a sus pacientes.
Pareciera que parte de la cura es la confianza de éstos en sus galenos. Hay muchas travesías en auto de Werner a la casa de sus pacientes y es de señalar el trabajo de iluminación que puede alternar de realista a ensueño según el estado de ánimo de este. Nathalie gradualmente se va integrando en la sociedad del pueblo, activamente participan bastantes personas no actores en la película. Es una historia perfectamente escrita y actuada, impregnada de verosimilitud. Cluzet es uno de los grandes actores del cine francés y aquí hace bien su papel refrenado sin mostrar emociones. Denicourt va conquistando la pantalla con su presencia luminosa y es la contrapartida adecuada a Cluzet, ambos en realidad le dan la calidad extra al film.

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