Un simple partido de fútbol

5 abril, 2017

De Compostela a Ierushalaim

Recientemente se celebró un encuentro entre las selecciones de fútbol de Israel y España, valedero para el mundial que tendrá lugar en Rusia el próximo año.

La casualidad quiso que la ciudad elegida para el evento fuera Gijón, en la comunidad autónoma asturiana, cuyo ayuntamiento adoptó por mayoría de sus ediles adherirse al boicot contra todo lo relacionado con el estado de Israel, incluido sus escuadras deportivas, siguiendo la estela del movimiento BDS. Un acuerdo adoptado por otros municipios de la geografía española, -tristemente, alguno de Galicia-, que la Justicia declaró ilegal posteriormente.

Los equipos israelíes han jugado en España a lo largo de los años. El más conocido, sin duda, Maccabi de Tel-Aviv en baloncesto, cuyos enfrentamientos contra el Real Madrid o Barcelona han estado cargados siempre de emoción. Otras disciplinas, como el fútbol, también nos habían visitado previamente. En realidad, salvo alguna que otra pancarta o comunicado mal sonante, las incidencias han sido insignificantes.

Pero esta vez, organizaron una manifestación de protesta con un lema esperpéntico: “Tarjeta roja a Israel”. Huelga señalar que ha resultado un completo fracaso, tanto en la participación de esa marcha como en el trato hacia la delegación israelí, así como a sus aficionados, correcto en todo momento.

La polémica estuvo servida desde el principio. La selección nacional de fútbol de Israel jugaba en una plaza cuyo ayuntamiento boicoteaba al país que representaba. Las medidas de seguridad, como no podía ser de otra forma, fueron extraordinarias. Pero el deporte se impuso a la desinformación y al tremendo desconocimiento e ignorancia que existe por estas latitudes cuando se trata de Israel y el conflicto con los palestinos. El encuentro se desarrolló con normalidad y el equipo español se llevó los tres puntos en juego con relativa facilidad.

De nuevo, a los que nos declaramos amigos de Israel y del pueblo judío nos tocó salir a la palestra para contrarrestar los burdos ataques y absurdas proclamas que se han oído en las últimas semanas. El supuesto racismo del sionismo se desbarata ojeando la alineación de la selección en esa disputa, con jugadores árabes en su plantel. Por último, nunca nos cansamos, a pesar de reiterarlo hasta la saciedad, la doble vara de medir de estos activistas,  al no mostrar similares ansias en denunciar y condenar auténticas atrocidades que se están cometiendo a lo largo y ancho de este mundo, especialmente en esa pequeña porción de tierra disputada y en otras adyacentes. Seguro que sus habitantes lo agradecerían. Por supuesto, no nos olvidamos de los ataques terroristas en suelo europeo, con matanzas indiscriminadas en aeropuertos, estaciones de tren o en plena calle atropellando y matando a los viandantes. Cuán lejos nos parecía ese modus operandi en las urbes israelíes. Y ahora lo tenemos en nuestra propia casa.

Fue un simple partido de fútbol. Un equipo enfrente a otro. La deportividad triunfó sobre el odio.

Pablo Veiga

Socio de AGAI (Asociación Galega de Amizade con Israel)

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