Un poeta que enriquece la humana condición: Walt Whitman

14 julio, 2016

Joseph Hodara

La lectura de Walt Whitman suscita no menudos interrogantes. ¿Inventó él el verso libre que recorre su Hojas de hierba? ¿O algunos otros como Rimbaud, Laforgue o Kahan le precedieron? Pienso que intentar la respuesta no es importante.
Sólo es indispensable refrescar y refrescarse en la lectura del Canto a mí mismo – parte esencial de las Hojas – que León Felipe tradujo en 1941 al encontrar refugio en México después de la guerra civil que zarandeó a su país.
Abrumado por esta su experiencia, el poeta español puso acento en estos trozos whitmanianos que jamás perderán vigor: “Que sólo la política separa a los hombres/ los cabildos y los consejos! Un día, cuando el hombre sea libre, la política será una canción/ El eje del universo descansa sobre una canción, no sobre una ley/ Cantan las esferas…/ ¿Y es inoportuna ahora esta canción? “
Nació este poeta en 1819 en un naciente país colmado por odios fratricidas, por la explotación de africanos y chinos, y por el anhelo de constituirse singular y diferente respecto a la Europa imperial y envejecida. El periodismo le atrajo desde su temprana adolescencia, labor en la que vertió impresiones tanto líricas como políticas.
La guerra civil norteamericana produjo un vuelco dramático en su vida. En parte para ayudar a dos de sus nueve hermanos que debieron portar armas, y en parte por su humana sensibilidad, actuó como enfermero para ayudar a las víctimas de la contienda. Aspiró también a oficiar como maestro en escuelas elementales, sin éxito alguno. Y cuando empieza a publicar las Hojas sus lectores reaccionan con irrefrenable disgusto. Primero, por la libre versificación, y después, por las alusiones en favor de la libertad sexual, sin discriminar géneros. Por fortuna, el respetado escritor Ralph Emerson lo apoyó sin reservas, y la opinión pública debió entonces tolerarlo.
En las notas sobre Whitman que publicó en 1932, Borges escribe que «este poeta, con impetuosa humildad, quiere parecerse a todos los hombres… Sus Hojas de hierba es el canto de un gran individuo colectivo, popular, varón o mujer”. Y en el prólogo a la traducción de los versos, León Felipe declara en versos sin rima: “Se apellida Whitman/ pero Dios le llama Walt / No tiene familia / Es hijo de la tierra más que de la sangre, como todo norteamericano legítimo. Que en esto se diferencia del europeo / No tiene genealogía / Y en esto se diferencia del hebreo….”
Whitman profesó que el número multiplicado de credos religiosos prueba que ninguno de ellos representa la verdad. Hay plurales maneras de creer en Dios, y cada una de ellas representa una verdad parcial, limitada. El odio que una doctrina predica con respeto a otra destruye la verdad que tal vez, por separado, contienen, y conduce- éste fue su caso – a un saludable escepticismo.
También Federico García Lorca, al visitar Nueva York, no pudo sustraerse de la presencia norteamericana del poeta. Escribió remedando su libre versificación: “Y tú bello What Whitman, duerme a orillas del Hudson, con la barba hacia el Polo y las manos abiertas. Arcilla blanca o nieve tu lengua está llamando, camaradas que velen tu gacela sin cuerpo…”
El primer estudio sobre la obra whimaniana fue hecho por el cubano José Martí. Lo escribió en 1887- cinco años antes del fallecimiento del poeta en New Jersey- y allí señaló: “ Con el fuego de Safo ama este hombre al mundo”. Ecos de su obra se encontrarán más tarde en poetas como Rubén Darío y Fernando Pessoa. Y el constante trajinar de su vida en y por todos los rincones de la extensa América gravitará profundamente en el vagabundeo y en los escritos de Allen Ginsberg y de Jack Kerouac, personajes centrales en las manifestaciones universitarias y juveniles de los ochenta en Estados Unidos, que tuvieron resonancias en el mundo entero.
Whitman nos enseña que su verso libre no es tan libre. Se ajusta a ritmos dictados por su experiencia vital. En el trozo 38 de su Canto dice: “Basta ya…basta, basta! / ¿Por qué me golpeáis? / Estoy aturdido… Dejadme / Dejadme que me rehaga, que vuelva de mi sopor, de mi delirio, de mi agonía / Esto es un error….” Palabras que pidieron tolerancia y flexibilidad en su tiempo. También se extienden al nuestro.  ■

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