Un peligroso tango para cuatro en el Mediterráneo Oriental

12 marzo, 2018

Dr. Spyridon N. Litsas

Durante los dos primeros meses del 2018, el Mediterráneo Oriental parecía adoptar todas las características sombrías de los Balcanes: alta inestabilidad, actores revisionistas y entornos sociopolíticos internos inestables sacudidos por escándalos políticos.
La región ahora acepta dos poderes regionales establecidos por un lado y dos poderes periféricos revisionistas por el otro. Esto crea un mosaico asimétrico de objetivos políticos.
Los dos poderes del status quo, Israel y Grecia, se encuentran en un peligroso tango con los dos principales poderes revisionistas de la región; Irán y Turquía. Esto no es una novedad, pero por primera vez este tango lo toca una orquesta de balalaikas (instrumento musical ruso).
Israel se enfrenta a la provocación iraní, tanto directamente como a través de representantes. Incidentes amenazantes se producen en la frontera sirio-israelí, el ejemplo más llamativo es el avión teledirigido iraní que recientemente ingresó al espacio aéreo israelí. Hezbolá continuamente provoca a Israel desde suelo sirio y desde el Líbano.
Las provocaciones de Hezbolá tienen dos objetivos: 1) infligir una guerra psicológica y afectar a la opinión pública israelí para influir en la movilización militar del estado en una situación de crisis; y 2) para distraer al pueblo libanés de la crisis económica, que ha provocado una caída del nivel de vida del Líbano, una caída en la que Hezbolá debe compartir la responsabilidad ya que participa en el gobierno nacional.
Israel está estratégicamente presionado por las posiciones de Irán en Siria, Yemen y Qatar, el control de Bagdad por parte de Teherán y las ambiciones nucleares iraníes. Estos factores le permiten a Teherán no solo aumentar la presión sobre Israel sino también fortalecer sus aspiraciones revisionistas poniendo al factor religioso en el epicentro de su política exterior.
Desde el 11 de septiembre, el interés internacional se ha centrado principalmente en el salafismo sunita. El mundo ha olvidado en gran medida que Irán no es solo otro estado musulmán chiíta, sino un campeón del chiísmo global. La mezcla iraní sui generis que surgió en 1979, que consiste principalmente en el revisionismo nacionalista junto con fuertes dosis de atavismo teocrático, se ha ampliado en las últimas décadas.
Los análisis sistemáticamente ignoran, o quizás olvidan por completo, que la doctrina central del ayatolá Jomeini era que la religión debe servir al régimen (Qujab-e vajebat) y no al revés, de modo que su objetivo, fue crear una teocracia absolutista. Irán obtiene la influencia necesaria para congregar a las masas chiítas en todo el mundo actuando como un bloque defensor de la fe, sin descuidar sus intereses nacionales.
Por lo tanto, cuando sea necesario, Teherán está dispuesto a abrir líneas de comunicación con los salafistas de Qatar o el estado neo sunní Hanafi de Turquía.
La llamada Primavera Árabe y las guerras civiles de Siria, Yemen, Libia, etc., ayudan a Irán a establecer enlaces directos con las comunidades chiítas en todo el mundo árabe. Al mismo tiempo, ha aprovechado al máximo la oportunidad de mejorar su propio valor geoestratégico y fortalecer las relaciones con Moscú.
Estos desarrollos fundamentales en el entorno Medio Oriente-Mediterráneo Oriental, han resultado directamente en creciente antagonismo entre Jerusalén y Teherán que podrían liderar a la región a una trampa de Tucídides (quien valoraba las relaciones entre las naciones en función de su poder y no en razón de la justicia).
Grecia enfrenta una situación aún más compleja ya que Turquía está experimentando una transición ideológica interna fundamental. El kemalismo, no sólo como una ideología, sino como el alma ideológica de la nación turca y el centro gravitacional político y económico del estado, ha dejado de funcionar como un contrapeso de la agenda del AKP (Adalet ve Kalkınma Partisi, Partido de Justicia y Desarrollo turco), que promueve el islam político sobre la base ideológica de los Hermanos Musulmanes.
Turquía se encuentra en un punto de inflexión histórico. El secularismo está siendo cómodamente golpeado por el islamismo, trayendo recuerdos de la época de finales del siglo 19, cuando el Imperio Otomano permaneció inactivo antes de la brecha sociopolítica entre el panislamismo y el panturquismo que se profundizó cuando el nacionalismo y el fanatismo religioso crecieron. Hoy, la política exterior turca sigue el mismo patrón de vaguedad por un lado y maximalismo por el otro.
Hasta ahora, la llamada “Operación de la Rama de Olivo” del ejército turco contra las fuerzas kurdas de YPG (Unidades de Protección Popular) no ha evolucionado de la manera que Ankara hubiera deseado. Los kurdos, como era de esperar, están aplicando la guerra de guerrillas rural convencional. Si el ejército turco avanza a Afrin, los kurdos cambiarán por un golpe puerta a puerta, callejón – callejón y las tácticas de guerrillas, como los ataques relámpago y retirada, un enfoque que ha funcionado bien para ellos durante sus enfrentamientos hobbesianos con el ISIS en Kobani.
Ankara y Erdoğan han invertido fuertemente en un enfrentamiento con las YPG y en un avance imparable hacia Afrin. Su objetivo es mostrar al resto del mundo, especialmente a los Estados Unidos, que cualquier discusión futura sobre el status quo político de Oriente Medio debe comenzar considerando los deseos geoestratégico turcos.
Ankara parece haber olvidado de que la guerra es un acto de violencia destinado a obligar al oponente a cumplir la voluntad del otro. Esto significa que la guerra, desde el comienzo de los tiempos y a pesar de todos los avances tecnológicos, sigue siendo un letal golpe de gracia en el que el lado continuo es el que tiene la voluntad más fuerte. El YPG está luchando por su supervivencia y defendiendo su terreno.
Quiere mucho más que meramente alardear de la victoria. El deseo de una lucha larga y total pone a Ankara en una posición muy difícil.
Esto significa, que Turquía en orden de controlar la opinión pública interna y al mismo tiempo enviar el mensaje al extranjero de que sus intereses siguen siendo un factor determinante en la región, ha decidido elevar las tensiones en el otro lado del mapa: en el en el Mar Egeo y en la Zona Económica Exclusiva de la República de Chipre.
Turquía está llevando a cabo una proyección directa del poder en el Mediterráneo Oriental, en un intento de transmitir a los EE.UU. y la UE que tiene el poder necesario para influir profundamente en los desarrollos estratégicos de la región.
Esta conducta problemática por parte de Turquía está generando otra trampa de Tucídides, esta vez producto de la pacificación que Grecia está obligada a ofrecer a Ankara si quiere sobrevivir.
La crisis económica griega profundamente destructiva imperante desde 2010, que ha penetrado en el país hasta la médula, ha establecido una realidad asimétrica en el Egeo, en la que Turquía actúa en el papel de provocador y Grecia en el papel de conciliador.
La pacificación, como la actitud miope de Gran Bretaña y Francia hacia la Alemania nazi entre las guerras mundiales, probó que no es una garantía de paz, sino simplemente un retraso antes del inevitable choque violento. Tarde o temprano, Atenas se verá obligada a responder a las provocaciones de Ankara. También existe la posibilidad de un accidente como resultado de la fricción militar armada en el Egeo.
Mientras que los dos casos: Israel vs. Irán y Grecia vs. Turquía, parecen no estar relacionados, existe una fuerte conexión entre ellos que tiene que ver con la orientación geoestratégica de Atenas y Jerusalén. Los dos estados, junto con la República de Chipre, son los únicos poderes occidentales incondicionales en una arena más amplia que está cambiando rápidamente bajo la influencia de Moscú y Beijing.
El cambio de orientación permitirá a Rusia elevar el nivel de competencia geoestratégica con los Estados Unidos, en tanto que se establecería en los estados que recientemente habría encontrado casi imposible de penetrar, como por ejemplo Turquía. El principal objetivo estratégico de Moscú parece ser explotar el agotamiento y decepción de las dos potencias convencionales occidentales en el Medio Oriente y de la región este del Mediterráneo hacia las instituciones occidentales. Esta hipótesis se hace más fuerte si se considera que tanto Ankara como Teherán ya han entrado en la órbita rusa.
Grecia e Israel deben unir fuerzas y presentar sus casos ante la OTAN y la UE, ya que son fundamentales para el futuro geoestratégico de la región. Al hacerlo, se puede crear una red efectiva de disuasión diplomática que promueva la paz y la estabilidad.
Por más importante que sea ese paso, no es suficiente. Después de años de relaciones productivas, ahora es el momento en que Grecia e Israel deben reforzar su cooperación elevándola a una alianza militar. Las recientes visitas oficiales a Atenas del presidente israelí Reuven Rivlin y del jefe de personal de las FDI. Gen. Gadi Eisenkot sugieren una tendencia en esta dirección. Tal desarrollo podría servir como hilo de Ariadna * a medida que los acertijos de la geoestrategia regional se vuelven más y más peligrosos.
Fuente: Centro BESA
* Es la resolución de un problema con múltiples medios de proceder aprensibles, como un laberinto físico, un acertijo lógico o un dilema étnico) ▄

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