Un film notable, sobrio, emocionante

17 agosto, 2016

Ayalim (Hrutar, Islandia, 2015). Dirección y guión: Grimur Hakonarson. Fotografía: Sturla Brandth Groylen. Actores: Sigurour Sigurjonsson (Gummi), Theodor Juliusson (Kiddi), Charlotte Boving (Katrin), Jon Benonysson (Runolfur), Gunnar Jonsson (Grimur) y otros.

La historia creada por el cineasta se centra en dos hermanos que no se han hablado durante cuarenta años pero se comunican entre sí enviándose mensajes escritos llevados debidamente por medio de un perro ovejero. A medida que el film se va desarrollando uno se pregunta cual puede haber sido la causa de esa silenciosa antipatía recíproca. Y al final uno no termina sabiendo pero sí se da cuenta de que esa información no importa realmente. Que se trata de una vinculación afectiva que va más allá del odio. Nos vamos enterando que los difuntos padres de los hermanos han tomado decisiones al respecto. El padre ha legado a su hijo Gummi las ovejas de su propiedad porque éste era más responsable y de mejor conducta entre los dos. Pero siendo Islandia un matriarcado, la madre le hace prometer a Gummi que dejará a su irresponsable y salvaje hermano Kiddi tener su parte de las ovejas. Los dos hermanos son más bien viejos y no están casados. Son granjeros apasionados que viven en caseríos separados por un camino y verjas. Cuando el film comienza están criando las mejores ovejas y carneros en toda la región y están orgullosos de su trabajo.
Cuando uno de los hermanos recibe un premio en la competición por el mejor carnero, el otro llega segundo, son simplemente superiores a los granjeros en su vecindad.
Odio es bastante común entre hermanos si uno se toma el trabajo de observa y frecuentemente ese odio se expresa por un resonante odio, si se permite el oxímoron. De todas maneras para hacerle justicia al dicho de que la sangre es más espesa que el agua, en situaciones de apuro extremo hay ese vínculo afectivo bajo la superficie. Cuando uno de los hermanos encuentra al otro borracho y tirado sobre la superficie helada, lo lleva con un tractor con cuchara como si fuera un objeto y lo deja tirado, en la puerta de un hospital, acción como otras contradictorias donde se muestra un profundo desdén así como una preocupación por la salud del hermano en una notable secuencia en la que no se habla ni una palabra. En general el film es parco en ese sentido. Lo mismo, sin palabras sucede cuando uno de ellos Kiddi, tira tiros a la casa del otro rompiendo vidrios de ventanas, se escuchan los tiros y el ruido roto de cristales pero no hay palabras.
Después de aquella competencia, Gummi sospecha de que hay algo raro con el rebaño de su hermano y luego de una subrepticia investigación llega a la conclusión de que las ovejas padecen de scrapie, una enfermedad fatal de la cabeza y la columna de la que se dice que no se puede prevenir y es incurable. Kiddi no reacciona bien a esa noticia y confirmada por los veterinarios suceden aquellos tiros que obligan a Gummi mudarse al sótano. Pero no hay solución al veredicto de los veterinarios, cada rebaño del valle, no sólo de los hermanos, debe ser eliminado. Hay una seria resaca de un panorama árido que ya de por sí parece despiadado, un lugar donde las rivalidades fácilmente podría salirse de control. El diagnóstico y la conclusión son un desastre para todo el valle ya que la mayoría de los habitantes depende para su subsistencia de las ovejas, y para esa gente las ovejas son animales casi humanos, el póster del film lo refleja perfectamente. Siendo además un documentalista, el cineasta conoce bien la región y entiende el afecto de los granjeros por sus rebaños.
Dejando de lado una especie de humor vulgar que podría surgir de la historia, Hakonarson expresa adecuadamente el orgullo de los hermanos por sus premios y la clara desolación teniendo que eliminar a los rebaños, no todos porque de sus cientos y tantas ovejas, Gummi logra salvar a algunas en su sótano. Es él quien llega a la ayuda a su hermano Kiddi que tiene problemas en comprender el inminente desastre, primero accidentalmente y luego en una secuencia que es tan silenciosa y devastadoramente poderosa que le quita toda posible ligereza al film y lo lleva a su austera grandeza. En este film hay emoción, rareza y humor, todo a su medida. Y como tela de fondo están los decorados majestuosos con esas montañas nevadas y el cielo sobriamente filmados en todos los matices de gris, de azul. Fue acreedor al premio de Cannes den la sección Una cierta mirada, y ganó la espiga de oro en el festival Seminci de Valladolid.

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