Tzáhal: ¿una legión mercenaria?

7 marzo, 2018
Foto Knéset

Joseph Hodara

En estos días la respuesta se antoja positiva a los representantes del judaísmo ortodoxo en la Knéset que buscan sumar votos entre una población que reza por Dios y por tiempos idos, estancados como están en las vestimentas y oraciones que se conocieron en la Europa oriental hace 500 años.
No les interesan ni los avances científicos ni los derechos democráticos, pero bien saben aprovecharse de ellos para gozar de buena salud y de ruidosas manifestaciones. Juzgo que representan el más alto y filoso peligro no sólo para el régimen de amplia libertad en el país; también ponen en peligro la sobrevivencia física y nacional del pueblo que El Eterno habría escogido.
Para contrarrestar el odio de los creyentes de Mahoma y de las filas árabes, estos grupos confían en un recurso que en verdad desprecian: los jóvenes que postergan aspiraciones académicas y ponen en riesgo sus vidas con el designio de asegurar la existencia física y dinámica del país.
Y en contraste con el recurso a fuerzas mercenarias bien compensadas en el pasado por monarcas y por los patrones del Vaticano, los líderes de Iahadut Hatorá y de partidos cercanos nada pagan por los servicios que reciben. Al contrario, maldicen a sus defensores y cuestionan la identidad y las inclinaciones que los definen. Actitud pecaminosa absolutamente contraria a la letra y al espíritu de las oraciones que repiten mecánicamente tres veces al día.
Las crecientes grietas que se observan en el actual gobierno de Netanyahu conducen a la ortodoxia a resistir el reclutamiento militar de jóvenes tal como ocurre y gravita en sectores sensibles a la sobrevivencia nacional. Postura que no sólo lastima los valores de la democracia que también amparan a la ortodoxia; mientras que ésta contradice y distorsiona los rezos y mensajes que repite mecánicamente.
Esta situación y sus tendencias conducen a componer un escenario que la ortodoxia antidemocrática no se inclina a imaginar, confiando en el recurso militar en el que no toma parte, ni aprecia ni financia.
Supongamos que Israel es sustancialmente derrotado, en algún momento futuro, por fuerzas e intereses que la amenazan desde tiempos anteriores a su nacimiento como entidad nacional. ¿Cuál será en estas circunstancias la suerte y la postura de la ortodoxia religiosa que tuvo al sionismo como escudo defensivo? ¿Aceptará una convivencia pasiva y sumisa con el vencedor árabe-musulmán a semejanza de la actitud que asumió en siglos pasados y en otro continente? Y si es reprimida y amenazada, ¿a quién habrá de apelar al conocer alguna solución final propiciada por el goy musulmán?
Escenarios que las agrupaciones religiosas hoy en la Knéset deberían considerar cuando pretenden instituir un régimen de desigualdad en la juventud israelí. Nadie puede estar exento de las obligaciones dictadas por la particular situación de Israel en un entorno ásperamente violento; y todos deben contar con recursos y la oportunidad para alcanzar lo que por mandato divino o personal reclaman.
En suma: ni Tzáhal es fuerza mercenaria ni Dios puede aceptar la pecaminosa actitud de los que dicen orar por Él. ■

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