Samaritanos celebran el sacrificio de Pesaj

3 mayo, 2018
Foto ilustración Wikipedia

Con la presencia de israelíes y palestinos

Cánticos en hebreo arcaico, cuchillos afilados y humos de hogueras. En apenas unos minutos, los samaritanos sacrificaron a las faldas del sagrado Monte Gerizim, cerca de la ciudad palestina de Nablus, unos cincuenta corderos en recuerdo del éxodo del pueblo judío desde Egipto.
“Hoy es el día más importante para nosotros, el día de la liberación y la independencia tras el éxodo de Egipto, y llevamos practicando esta tradición desde hace más de 3.600 años, cuando los judíos llegaron a esta tierra”, explica Abud Cohen, nieto del Sumo Sacerdote de esta comunidad, Abdalah Cohen.
Apodados “los guardianes de la ley”, a punto de extinguirse a principios del siglo XX, cuando apenas sumaban 200 fieles, los samaritanos hoy todavía representan la comunidad religiosa más pequeña de Oriente Medio, con un total de 800 miembros, la mitad habitantes de Kiriat Luza, en el Monte Gerizim, que consideran sagrado, y la otra mitad de Holón, cerca de Tel Aviv.
Entre ellos hablan generalmente en árabe, aunque en las ceremonias religiosas usan el hebreo samaritano o el arameo samaritano y practican una rama del judaísmo minoritaria que sigue la Torá (Pentateuco).
“Todo el mundo conoce la historia del Buen Samaritano que narra la Biblia, pero pocos saben que de hecho existe una comunidad de samaritanos”, se lamenta Cohen, quien trabaja en el Museo Samaritano de esta localidad.
Vestidos completamente de blanco, salvo los sacerdotes, que portan largas túnicas de colores, los samaritanos degollaron en una larga fila al medio centenar de corderos, impregnando sus ropas y untándose la frente de sangre; incluso la de los más pequeños.
“La gente viene aquí para ser testigo de cómo los animales mueren y son sacrificados para que nosotros podamos comer su carne, pero para nosotros no son solo carne sino también espíritu, por eso tenemos que rezar y prepararlos para el sacrificio”, aclara Cohen.
Con la caída de la tarde, los varones empezaron a cantar en hebreo arcaico mientras mantenían a los corderos atrapados entre sus piernas, antes de proceder a sacrificarlos.
Una vez muertos, los animales son degollados, se les quita la piel y son espetados en largos palos, sazonados y cocinados a fuego lento en hogueras subterráneas que los samaritanos tapan con barro provocando una tupida y blanca humareda- para solo destaparlas a la medianoche.
“Los comemos a la medianoche, según está escrito en el libro de Éxodo, capítulo 12, tras un cántico que dura unos siete minutos”, relata Cohen.
Mientras los hombres realizan el trabajo con los animales, las mujeres preparan unas bandejas con pan ázimo relleno con hierbas amargas que reparten entre los israelíes, palestinos y turistas presentes y cuya ingesta refleja la amargura del éxodo judío.
En los últimos años a ellas se han unido diez mujeres ucranianas, que han contraído matrimonio con otros tantos samaritanos.
El sumo sacerdote aceptó el primer matrimonio hace años con la condición de que la extranjera se convirtiese a samaritana, para evitar los matrimonios entre familiares, paliar la escasez de mujeres y aumentar la población, y ahora en el monte Gerizim esperan a otras cinco. EFE ■

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