Relaciones chino-palestinas: ¿qué está pasando realmente?

16 febrero, 2018
Presidente de China Xi Jinping - Flickr

Los límites para una intervención más activa de la potencia

Roie Yellinek

El 23 de diciembre de 2017, el Ministro de Asun­tos Exteriores chino Wang Yi señaló en una entrevista en el principal canal de te­levisión de China (CCTV) que “han pasado setenta años desde que la ONU adoptó la decisión de crear un Estado palestino, pero setenta años después, nin­gún Estado palestino se ha creado aún”.

Su declaración fue pro­nunciada en un simposio de paz israelí-palestino que tuvo lugar en Beijing del 21 al 22 de diciembre, y tomó su lugar entre las recientes declaraciones chinas simila­res sobre el conflicto israe­lí-palestino.

Las relaciones entre Pe­kín y los palestinos comen­zaron en los años sesenta y setenta y consistieron principalmente en el apoyo material y conceptual dado por el gobierno chino, enca­bezado por Mao Zedong, a la OLP. China también fue el primer Estado no árabe en establecer relaciones diplo­máticas con la OLP, realiza­do en 1965.

Después de la muerte de Mao y el posterior cambio drástico en la política pú­blica china liderado por su sucesor Deng Xiaoping, que incluyó un cambio de con­cepción de la política bajo intentos de reeducar al pue­blo chino para construir una economía fuerte, se redujo el apoyo chino al problema palestino.

Paralelamente, la impor­tancia de Israel para China aumentó por razones econó­micas, con la mirada apun­tando a la innovación israelí y su potencial para ayudar al crecimiento de China.

A pesar de esto, la acti­tud general china hacia los palestinos y el conflicto pa­lestino-israelí se han mante­nido sin cambios, y Beijing continuó apoyando la de­manda de los palestinos de tener un Estado.

La participación de los chinos en este asunto ha aumentado en las últimas décadas, lo que ha llevado a los palestinos a esperar que Pekín los ayude a alcanzar su objetivo.

Beijing apoyó a Hamás después de que ganó las elecciones parlamenta­rias de 2006, declinando etiquetarlo como una or­ganización terrorista y en su lugar se refirió como el “representante elegido del pueblo palestino”. Ese año, el prominente funcionario de Hamás, Mahmoud Za­har, fue invitado a Beijing. En respuesta, el embajador de China en Israel fue con­vocado al Ministerio de Re­laciones Exteriores en Jeru­salén, donde fue duramente criticado por la política de Pekín hacia Hamás.

El 29 de noviembre de 2012, para consternación de Israel, China votó a fa­vor de la resolución 67/19 de la Asamblea General de las Naciones Unidas que otorgaba a los palestinos la condición de observador en la ONU. En abril de 2017, el Ministro de Relaciones Exteriores de China dijo, durante una reunión con un representante palestino: “el hecho de que los palestinos no tengan un Estado es in­justo, es una injusticia his­tórica que debe llegar a su fin. No puede continuar de esta manera”.

El presidente chino, Xi Jinping, también hizo varias declaraciones sobre el tema. Durante la visita del primer ministro israelí Biniamín Netanyahu a China en mar­zo de 2017, Xi le dijo: “La vida en paz, unos al lado de los otros [palestinos e israe­líes] será buena para ambos pueblos, así como para toda la región” y ofreció un plan de cuatro etapas destinado a conducir a un acuerdo.

El plan chino de cuatro etapas para la paz
La primera etapa del plan chino consiste en promover una solución de dos Esta­dos.

La segunda es fortalecer la idea de cooperación en seguridad y garantizar la seguridad de Israel mien­tras se compromete a dejar de construir en los asenta­mientos. La tercera y cuar­ta etapas incluyen medidas de fomento de confianza diseñadas para llevar a una cooperación económica en­tre ambas partes de las que se desprendería (por lo que se espera) la prosperidad en toda la región.

Nadie discute la afirma­ción de Xi de que la paz es preferible a la guerra, pero existen serias dudas de si su plan de cuatro etapas conduciría a ese resultado. Xi dijo en otra ocasión, re­pitiendo uno de los cinco principios básicos del parti­do comunista chino, que son las propias partes quienes deben avanzar hacia la reso­lución del conflicto a través de conversaciones directas, y que Beijing solo ayuda si ambas partes solicitan su apoyo. En el escenario ac­tual, en el cual los palesti­nos se oponen a regresar a la mesa de negociaciones sin condiciones previas, es difícil creer que el plan de paz chino -o cualquier otra solución posible, para el caso- pueda implementarse.

El anuncio del presidente de EE.UU., Donald Trump, que Washington trasladará su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, por supuesto, ha provocado vociferantes reacciones entre el pueblo palestino y sus líderes. El presidente de la OLP Ma­hmoud Abbás anunció que Estados Unidos ya no pue­de ser un mediador justo y dijo que no está dispuesto a cooperar en las negocia­ciones lideradas por Esta­dos Unidos. China también declaró su oposición a la declaración de Trump, que cree que sólo empeorará el status quo.

El esfuerzo de Pekín para demostrar su participación en la región tomó la forma del simposio de diciembre, convocado por el presidente Xi e integrado por represen­tantes de ambas partes. El evento fue dirigido por el Ministro de Asuntos Exte­riores de China, su adjunto y el enviado chino a Oriente Medio; la parte israelí estaba representada por el diputado Yehiel (Hilik) Bar del Parti­do Laborista de Israel (que es también el vicepresiden­te de la Knéset y presidente del lobby Israel-China); y el lado palestino estaba repre­sentado por Nabil Shaath, asesor de asuntos exteriores del presidente Abbás. El do­cumento del simposio llama a ambas partes a renovar las negociaciones, declarar su compromiso con la solución de dos estados y mantener el status quo en Jerusalén.

¿Podría este documen­to ser el comienzo de una nueva era de mediación y asistencia de China para resolver el conflicto israe­lí-palestino? Probablemente no, a pesar del evidente in­terés de Pekín y la presencia de delegaciones de ambos lados. En primer lugar, las delegaciones no eran ofi­ciales, lo que significa que no representaban a sus go­biernos; simplemente es­taban allí para expresar un llamado genérico a la paz. Además, como se señaló, la intervención china requeri­ría la voluntad explícita de ambas partes. Es difícil ver por qué Israel preferiría la intervención de los chinos, quienes, después de todo, han sido demostrablemente pro-palestinos durante mu­chos años, sobre los esta­dounidenses, que han sido consistentemente pro-israe­líes. Y, en cualquier caso, la política de Pekín es con­traria a la intervención. Hasta el día de hoy, China ha evitado cuidadosamente insertarse en el corazón del conflicto.

Siendo ese el caso, ¿por qué Pekín se tomó la mo­lestia de convocar el simpo­sio y por qué sale de vez en cuando con declaraciones sobre el conflicto?

Más un gesto que una intervención
China, como una de las dos economías más gran­des del mundo y miembro permanente del Consejo de Seguridad, tiene una in­fluencia cada vez mayor en el escenario internacional. Tiene que pagar un precio por su tamaño y potencia, y una parte de ese precio es asumir la responsabili­dad, o al menos asumir la responsabilidad, de aliviar las tensiones mundiales. Existen argumentos váli­dos para afirmar que una intervención china en este largo conflicto, que algu­nos consideran imposible de resolver, ganaría puntos para Beijing en el escena­rio mundial al tiempo que aliviaría la presión sobre China para que interfiera en otros conflictos más san­grientos, más cercanos a su país de origen. El gobierno chino siempre puede señalar que ni los estadounidenses ni los europeos han logrado reconciliar a las partes, por lo que no hay motivos para culpar a China por fracasar en la misión.

Visto desde este punto de vista, la preocupación de los chinos por el conflic­to israelí-palestino puede verse más como un esfuer­zo por demostrar interés y participación que para pro­porcionar una intervención práctica.

La conclusión es que cualquier apoyo para el lar­go esfuerzo por alcanzar la paz entre los israelíes y los palestinos debe ser bende­cido. El enfoque de China -que es posible establecer conexiones económicas entre enemigos- posible­mente podría aplicarse en un intento de resolver el conflicto israelí-palestino. China sí sabe cómo hacer negocios simultáneamente con enemigos acérrimos, por ejemplo, Irán y Arabia Saudita. Para que esto ocu­rra, sin embargo, Beijing deberá estar preparado para una intervención larga y profunda. Hasta que Pekín demuestre tal disposición, las partes deberían consul­tar diferentes canales para establecer comunicación entre ellos.■

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