Razones del distanciamiento entre los israelíes y los judíos de EEUU

26 octubre, 2017
Foto Wikipedia

Evelyn Gordon

La Liga Anti-Difamación lanzó una encuesta verdaderamente impactante sobre la opinión israelí la semana pasada. No lo adivinarías leyendo los titulares de los periódicos, que trataban sobre divisiones de hace décadas en la sociedad israelí. Pero aquí está la parte sorprendente: más de un quinto de los encuestados acusó a los judíos de la diáspora de contribuir a esas divisiones sociales.

Mientras que algunas minorías israelíes podrían decir esto de manera verosímil (judíos ultraortodoxos molestos por la presión judía estadounidense para el pluralismo religioso, izquierdistas radicales molestos por el apoyo judío estadounidense a Israel), es difícil ver a esas minorías por sí solas sumando el 21 por ciento de los encuestados. Pero ¿por qué cualquier israelí, que tradicionalmente ha sido agradecido por el apoyo político y financiero de la diáspora judía a Israel, ahora siente que la comunidad judía en el extranjero se ha convertido en un factor negativo, una fuerza que contribuye a las divisiones sociales?

Si tuviera que responder esto en tres palabras, diría que es el “New Israel Fund” (en hebreo Keren Hajadashá LeIsrael”). Pero el NIF no es más que la cara más visible de un problema más profundo, como se demuestra por otro impactante sondeo publicado el mes pasado: La mayoría de los judíos estadounidenses cada vez más coinciden con los enemigos de Israel sobre temas que muchos israelíes consideran fundamentales para el bienestar de su país.

La encuesta en cuestión, realizada por el American Jewish Committee, analizó a la opinión judía estadounidense sobre una serie de cuestiones. Pero dos preguntas fueron particularmente notables.

La primera preguntó a los encuestados qué pensaban acerca de la mudanza de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén. El apoyo a la mudanza de la embajada solía ser una posición judía estadounidense dominante. Sin embargo, en esta encuesta, solo el 16 por ciento de los encuestados estuvo a favor de mudarla de inmediato. Aún más sorprendente, solo otro 36 por ciento apoyó mudarla “en una fecha posterior junto con el progreso en las conversaciones de paz entre Israel y Palestina”. Un total de 44 por ciento dijo que no quería que la embajada se mudara, punto.

La mayoría de los israelíes quiere el reconocimiento internacional de Jerusalén como su capital. Los palestinos, por el contrario, se oponen abrumadoramente. Así que en un problema por el que los israelíes y los palestinos están en clara contradicción, los judíos estadounidenses optaron mayoritariamente ponerse del lado de los palestinos contra Israel. Casi la mitad no quería que la embajada se moviera, y la mayoría del resto quería otorgar a los palestinos el poder de veto de facto sobre la mudanza, que es el verdadero significado de decir que debería suceder solo “junto con el progreso” en las conversaciones de paz. Y ni que decir, estamos hablando del reconocimiento de la ciudad más sagrada del judaísmo -el foco de las oraciones judías durante miles de años- como capital de Israel. No es un asunto trivial.

Esta misma división era evidente en una pregunta sobre el establecimiento de un estado palestino. El 55 por ciento de los encuestados de la AJC dijeron que están a favor de establecer un estado palestino “en la situación actual”. Solo el 40 por ciento se opuso.

La “situación actual”, para que nadie olvide, es una en la que los palestinos se niegan rotundamente a reconocer a Israel como un estado judío y no abandonan su demanda de reubicar a millones de palestinos a Israel; en la que todos los partidos, incluyendo el supuestamente “moderado” Fatah de Mahmoud Abbás, que incita al terror anti-israelí, paga sueldos generosos a los terroristas, y educa a sus hijos a odiar a Israel; en la que la mayoría de los palestinos dicen que su objetivo final no es un Estado palestino, sino la erradicación de Israel; y en la que Hamás, uno de los dos principales partidos palestinos, siendo proclamando abiertamente ese objetivo.

En consecuencia, como lo han demostrado las reiteradas encuestas, la mayoría de los israelíes cree que un estado palestino en las condiciones actuales sería contrario a su bienestar. Lejos de traer la paz, creen que ello simplemente convertirá a Cisjordania en una base para el terrorismo anti-Israel, al igual que Gaza lo ha sido desde que Israel se retiró de ese territorio en 2005. Por lo tanto, en un tema que en que se juega, literalmente, la vida y la muerte para los israelíes, la mayoría de los judíos estadounidenses se pusieron del lado de los palestinos contra los israelíes.

¿La mayoría de los israelíes están realmente familiarizados con los datos de esta encuesta? Por supuesto que no. Pero lo intuyen a partir del comportamiento de una de las organizaciones de más alto perfil de las organizaciones judías estadounidenses en Israel – New Israel Fund.

El NIF se ha vuelto tóxico no solo para los derechistas israelíes, sino también para los centristas e incluso para la izquierda moderada. Como ejemplo, tomemos Women Wage Peace, un grupo que busca movilizar a las mujeres israelíes y palestinas para presionar por la paz israelo-palestina. En una entrevista el mes pasado, sus fundadoras dijeron que decidieron dejar de aceptar dinero del NIF después de su primer año de funcionamiento, ya que querían ampliar su base más allá del apoyo incondicional de la izquierda y la temida asociación con el NIF podría ahuyentar a los centristas que trataban de reclutar para su causa por la paz.

Esto tampoco es sorprendente. Ese mismo mes, en respuesta a un tweet preguntando si Israel es “un país maldito” o que “se basa en la limpieza étnica en una base regular”, la presidenta israelí del NIF, Talia Sasson, twitteó, “Es las dos cosas a la vez.” También ese mes, Ruchama Marton, fundadora y presidenta de una de las organizaciones beneficiarias más conocidas del NIF, Médicos por los Derechos Humanos, publicó un artículo de opinión en el Haaretz abogando por el BDS.

En otras palabras, el NIF no tiene problemas con una jefa ejecutiva que califica públicamente a Israel de ser el “mal” y de acusarlo falsamente de limpieza étnica sistemática.

El NIF reclama que no apoya “actividades globales del BDS contra Israel”, pero no tiene problemas con sus jefes ejecutivos que promueven públicamente el BDS. Ante esto, ¿es de extrañar que incluso grupos de izquierda como Women Wage Peace no quieran asociarse con el NIF?

Tampoco se puede ver al NIF como una organización marginal. A diferencia, digamos, de la ampliamente condenada Jewish Voice for the Peace, la legitimidad del NIF está dentro del grueso de la corriente de opinión judía estadounidense; el Rabino Rick Jacobs, hoy el presidente de mayor denominación judía de Estados Unidos, el movimiento reformista, sirve en uno de sus comités de subvención. Y con donaciones anuales superando los 26 millones de dólares en 2016, de una larga lista de donantes, está claro que tiene una base de apoyo no despreciable. No está en el nivel financiero superior de las organizaciones judías estadounidenses, pero tampoco está en el nivel inferior.

Hace una generación, una organización cuyos ejecutivos y beneficiarios lanzaban insultos contra Israel o defendían los boicots contra Israel habría sido tan tóxica entre los judíos estadounidenses como entre los israelíes. El hecho de que hoy el NIF tiene un amplio apoyo entre la comunidad judía estadounidense esclarece a los israelíes todo lo que necesitan saber acerca de las causas del distanciamiento de los judíos estadounidenses hacia Israel.

Dado esto, no es sorprendente que un número creciente de israelíes vean negativamente a los judíos de la diáspora. La única pregunta es si se puede hacer algo para cerrar esta brecha cada vez mayor antes de que sea demasiado tarde.

Fuente: Evelyncgordon.com

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